Sebastián apenas tuvo tiempo de ponerse un preservativo antes de entrar en ella con una dura embestida que la hizo gritar de placer y dolor al mismo tiempo... -¿Qué ocurre?
-Nada -respondió Sophia, apartando la mirada-. Es que ha pasado mucho tiempo, eso es todo.
Él levantó su barbilla con un dedo.
-¿Cuánto tiempo?
Sophia se mordió los labios.
-Desde aquella noche en tu alcoba.
Sebastián frunció el ceño.
-Después de ese encuentro no volviste a tener nada que ver con alguien más?-
-No volví hacerlo, quería que fuera por amor.
Andreas se echó hacia atrás como si lo hubiera abofeteado.
No dijo nada y se tensó
Sebastián miró por última vez el reloj que colgaba en sus aposentos, siendo como la horas pasaban lentamente mientras su mente reproducía cada santiamén la conversación que sostuvo con su esposa donde sin poder creerlo le había contado que después de aquella noche en su dormitorio no había tenido relaciones sexuales con ningún otro hombre y eso lo hacía sentir como un idiota ya que la había juzgado tanto por mucho tiempo. Su fragancia se había quedado en la atmósfera... podía incluso aspirar en su fina dermis y deleitarse con el dulzor de su boca, a pesar de los tres vasos de nectar que había consumido.
A su edad solo hay estado con él en dos ocasiones después ningún hombre la había visto desnuda, ninguno la ha tenido entre sus brazos en su cama.
Le había hecho daño...
Sin embargo una parte de su corazón sentía alegría al ver que ningún hombre la tocó jamás
¿Acaso su abuelo Ulises vio el deseo en ellos? Era tan obvio la fuerte atracción sexual que ambos sentían?
Sebastián volvió a cerrar los ojos, recordando lo que había sentido cuando estaba dentro de ella... La deseaba más después de saber la verdad.
Después de años tratando de convencerse de lo contrario, esa noche acepto de Sophia era esa droga que había probado y sentía la necesidad de seguir probando, era irresistible, ya no podía seguir conteniendose.
Respirando profundamente, exhaló un suspiro mientras miraba la luna por la ventana viendo los árboles moverse con la brisa que los mecía de un lado a otro acompañado de la luz de un brillante satélite que trabaja en la noche.
Sebastián se tumbó en el tálamo con los ojos abiertos hasta que sin más ellos sólos despidieron cerrarse.
Un ligero toque en la puerta de la habitación despertó a Sophia a la mañana del siguiente amanecer.
-Adelante, puede pasar -murmuró, apartándose el pelo de la cara. Con los ojos fijos en el punto, a la espera de ver a Sebastián con su mirada peculiar
Sebastián entró con una bandeja con el manjar recién preparado y una taza de café con leche.
-He pensado que te gustaría desayunar en la cama.
-Se ve delicioso
Él esbozó una sonrisa mientras colocaba la bandeja sobre sus rodillas.
Sebastián enarcó una ceja y en silencio se acercó
Sophia suspiró cuando Sebastián salió dejando un hilo de silencio. Había dormido mal esa noche, ardiendo de deseo durante horas y luego, cuando por fin logró conciliar el sueño, había soñado con él. Había soñado con su boca y sus manos dándole placer, tocándola, acariciándola por todas partes.
Apretó las piernas al sentir un íntimo cosquilleo y se llevó una mano al estómago para intentar contener esa sensación, pero solo consiguió intensificarla.
Respirando profundamente, Sophia levantó la mirada. Sebastián estaba recién afeitado, pero parecía cansado y tenía ojeras. ¿Habría pasado la noche preguntándose cómo sería hacer el amor de verdad? ¿Habría ardido de deseo durante horas? ¿Habría soñado con ella?
Era tan difícil saber lo que Sebastián pensaba. Siempre había sido indescifrable.
Él rozó su cara con los dedos.
-Ayer me pasé y me hago responsable de ello. Me salté las reglas que habíamos impuesto y fue un error, pero prometo que no se repetirá... a menos que tú quieras. Si quieres que tengamos una aventura durante estos seis meses, lo tomaré en consideración.
-No creo que una aventura entre nosotros pudiera funcionar. Es mejor ajustarse al plan original.
-Muy bien. Tengo que solucionar unos asuntos... probablemente no nos veremos hasta la noche.
-Seguro que encontraré algo con lo que divertirme -dijo Sophia-.
Sebastián esbozó una sonrisa triste.
-Intenta no meterte en líos -dijo él mientras se dirigía a la puerta-. Y recuerda: cuando hables con alguien, estamos de luna de miel. Sophia levantó una ceja.
-Eres tú quien me deja sola en cuanto tiene una oportunidad.
Sebastián volvió para colocarse al lado de la cama.
-¿Has cambiado de opinión?
Ella sintió que se le ponía la piel de gallina.
-No, aún no. Tú no puedes darme lo que quiero.
Él tomó su cara entre las manos.
-¿Y qué es lo que quieres? ¿Un final feliz, una promesa de amor eterno?
Sophia tuvo que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos.
-Claro que no. Ninguno de los dos quiere eso./ Con cierto pesar le miró sin ninguna expresión
-Podríamos pasarlo bien durante estos seis meses. Es una pena no aprovechar la situación, ¿no te parece? ¿Por qué no explorar las posibilidades?
Sophia no podía pensar cuando la miraba de ese modo. Esos ojos azules prometían el cielo y lo deseaba más que nada, aunque sabía que probablemente terminaría mal.
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Editado: 04.03.2023