Sophia sintió la suavidad de sus labios. Era un beso suave, sin necesidad de ir rápido, sin pasión descontrolada, solo sus labios moviéndose sobre los suyos, explorando un lugar poco conocido.
Ella le devolvió el beso de la misma manera, rozándolo y apartándose, rozándolo de nuevo, variando la presión, pero no la intensidad.
Era un beso para conocerse, el primer beso romántico entre dos personas que se sentían atraídas la una por la otra, pero que tenían cuidado de no sobrepasar el límite. Ninguna otra parte de su cuerpo se tocaba; Sebastián no la abrazó, ella no le echó los brazos al cuello. Solo se rozaban sus labios, pero aun así sus entrañas se derretían como la cera de una vela bajo el calor del sol.
Sebastián se apartó, mirándola con expresión burlona.
-Tienes una boca apetitosa
Una parte de Sophia no pudo disimular una sonrisa, era su más grande anhelo el estar así con Sebastián el amor de toda una vida.
-Sí, bueno... reconozco que tú eres capaz de sacar lo peor de mí.
-Tampoco tú sacas lo mejor de mí -dijo él-. Pero tal vez cuando hayan pasado estos seis meses podremos ser amigos.
Sophia dejó escapar un suspiro al escuchar su comentario, estar en las nubes le había ocasionado olvidar ciertos puntos importantes de su matrimonio.
-No sé si podría pensar en ti como un amigo. Pero imagino que tendré que encontrar a otro con el que afilar mis garras.
Sebastián acarició su pómulo por última vez antes de bajar la mano.
-Seguro que con otro no lo pasarías tan bien como conmigo -le dijo, con expresión incorregible.
Sophia tenía la idea de que no estaba hablando solo de sus continuas peleas verbales. Y lo absurdo era que no podía imaginarse besando a otro hombre. No podía imaginar a otro acariciándola y haciéndole el amor.
Solo quería a Sebastián. Siempre lo había querido, deseado estar cerca de él como su mujer.
Aquello no era para siempre y la mente de Sophia se lo repetía cada santiamén, aquello le lástima ya que quisiera que fue todo lo contrario. Sin embargo no puede hacer nada, no puede lograr que Sebastián la quiera como era lo quiere.
-Tal vez no, pero, si no lo intento, no lo sabré nunca, ¿no te parece?
Sebastián asintió, con los ojos brillantes.
-Deberíamos cenar -dijo entonces-. Después, tengo que ponerme a trabajar.
-¿Es que nunca descansas? No puedes seguir a este ritmo. No es sano.
-Mucha gente depende de mí para vivir -respondió Sebastián, pasándose una mano por el pelo-. Extraño a Ulises, cada día pienso que verlo en la sala de juntas, parado en el marco de mi oficina hablándome sin yo prestar atención a lo que decía o incluso decir que era su nieta más grande
Sophia bajó la cabeza viendo el suelo
-Siempre buscaba la forma de salirse con las suyas, hasta después de muerte tiene poder en lograr su cometido-
-Yo también lo hecho de menos, tenía siempre las palabras adecuadas que decirme
Él dejó escapar un largo suspiro.
-Estas cumpliendo con el acuerdo, no de cero amantes hasta que termine nuestro "matrimonio"- hizo comillas y Sebastián le miró mal
-He cambiado de opinión sobre la cena. Vuelvo a la oficina -dijo Sebastián entonces, irritado-. Nos veremos mañana.
Sophia no estaba cuando
Sebastián volvió a casa al día siguiente. La casa le parecía completamente diferente sin ella; el aíre no contenía ese embriagadora fragancia suya y los cojines del sofá estaban colocados en su sitio. No había vasos por todas partes, ni revistas y la televisión no estaba puesta a todo volumen.
Todo era paz y tranquilidad. Todo muy ordenado y limpio como si nadie estuviese allí.
Un poco como su vida.
Sebastián apartó de sí tal pensamiento y sacó el móvil del bolsillo para llamarla.
-¿Dónde estás? -le espetó.
-A punto de llegar a casa -respondió Sophia.
-¿De dónde vienes?
-He estado en el médico
-¿Estás enferma? No me digas que estás embarazada?
-No, para mi mala suerte no, esposo. -hizo un pausa al llamarle esposo.-Estás empezando a asustarme -bromeó Sophia-. Pareces un marido enamorado.
Sebastián caminó y se acercó a la ventana por si la veía llegar.
-Estás conduciendo mi Lamborghini necesitas las dos manos, no una sola.
-No voy a cargarme tu precioso
Lamborghini -replicó ella, antes de cortar la comunicación.
Sophia estacionó el auto frente a la entrada de la casa, pero no tuvo tiempo de quitar la llave del contacto porque Sebastián abrió la puerta, furioso.
-¿Y a ti quién te dió el permiso de tocar mi auto?
Le preguntó furioso con los brazos cruzados
-Soy tu esposa lo mío es tuyo y lo tuyo es mío-
Sophia se quitó los leyes de la cara y le miró mal con el ceño fruncido
-No vuelvas a tocar mi Lamborghini- grito despojando a Sophia de las llaves del auto-
-Pues déjame decirte que tocaré tu auto las veces que sean necesarias, soy tu esposa, además aquí hay más autos, no veo la necesidad de hacer un escándalo por un Lamborghini- gritó furiosa pasando a su lado -Respira que te da algo, no quiero que me dejes viuda, esposo.
-Me va a dar un ataque al corazón por tu culpa. No sabía que una mujer tan pequeña pudiese provocar tanto caos.
Sophia lo miró con una sonrisa
-Menos mal que solo van a ser unos meses- seguía caminando detrás de su esposa.
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Editado: 04.03.2023