Dioses de la penumbra

Carol

-¡Maldita la hora que acepte venir aquí! – se decía, al mismo tiempo que los vellos de sus brazos se erizaban.

Estos pensamientos surgían en su mente en continua avalancha de tal modo que su angustia aumentaba en crescendo haciendo que su cuerpo tiritara como si padeciera un intenso frio.

- ¡Lot, sal de ahí! – fue el grito que escucho desde el patio de la cabaña.

Acelero para asomarse nuevamente por la ventana, pero no vio a nadie.

- ¡No tardes! – otra vez la voz lo incitaba.

 

¿Quién podría ser el que con tales ruegos trataba de hacerlo salir? Lo único que comprendía es que si salía estaría ante dos alternativas: enfrentarse a lo que sea que estuviese afuera o recibir ayuda de alguien cuya voz desconocía. Pero, la pregunta era: ¿Cómo diablos sabia su nombre?, ¿acaso era alguien conocido pero que por su terror no reconocía el timbre de su voz?

-Si tardas, ellos llegaran y tomaran tu alma. El grimorio está dispuesto, tienes que huir y no voltear atrás- fue el susurro que escucho detrás de la puerta.

- ¿Grimorio?,¿qué palabra será? - se preguntaba al mismo tiempo que trataba de organizar las ideas en su cabeza.

- Ellos son maldad y no hay nada que pueda detenerlos. Tienes que salir y correr apresuradamente por el sendero-dijo murmurando la voz.

- ¡No, quien seas solo quieres engañarme para que caiga en tus redes!

- ¡Mira! Observa por el hueco de la puerta y te darás cuenta que soy una simple mujer que trata de ayudarte.

Lot se acercó con cautela para mirar por la rotura. Acomodo su ojo en la grieta de la vieja puerta dándose cuenta que, efectivamente, unos ojos de mujer lo observaban con miedo y reserva. Enseguida quito el cerrojo dando lugar a que una chica de intenso cabello negro penetrara al tiempo que decía:

- ¡Toma todas tus cosas y huyamos!

El sin pensarlo tomo su maleta de cuero, abrió la puerta y emprendieron una vertiginosa carrera por el sendero  rodeado de árboles altos y secos. Corrieron y corrieron, de tal modo que cuando se detuvieron por el cansancio el sudor bajaba abundantemente por sus rostros.

-Me llamo Carol. Supe que viniste a la cabaña e inmediatamente tomé mi auto para advertirte del gran peligro en el que estas. Ellos no se detienen ante nada y cuando se dieron cuenta que venias hacia acá los vi juntándose en la taberna para atraparte- dijo ella mientras se esforzaba por controlar su respiración.

- ¿Quiénes son ellos?

-Dan culto a la obscuridad.

-Pero, ¿por qué me buscan?

-Quieren almas jóvenes y tú eres demasiado niño, por eso están alborotados para tomarte cautivo y sacrificarte a sus Dioses de la penumbra. Para ellos el sacrificio de un alma joven les da un lugar en el inframundo.

- ¿Por qué me ayudas?

-Mi consciencia me acusa porque en el pasado supe de estos hechos y nunca hice el esfuerzo por salvar a alguien.

Lot no sabía qué camino tomar: ir con Carol para esconderse o seguir solo.

Antes que lograra terminar de reflexionar ella lo tomo del brazo para seguir con la impetuosa carrera.

- ¡Allí está ¡- dijo ella mientras señalaba su auto.

Subieron precipitadamente, ella dio vuelta a la llave y acelero por la carretera a alta velocidad. Siguieron de frente por aproximadamente quince minutos y, sin que él lo esperara, dio vuelta a la izquierda continuando por un camino tan obscuro que lo hizo temer que se estrellaran  o cayeran por la cuneta. Detuvo el auto cerca de un pino muy alto que recibía las sombras de los árboles que lo rodeaban simulando formas siniestras que le daban un toque de terror intenso.

-Baja- le dijo mientras lo guiaba por un estrecho sendero que conducía a una pequeña casa pintada completamente de blanco, pero que en la obscuridad reinante parecía gris.

Carol saco unas llaves enmohecidas e introdujo una de ellas en la bocallave. La impresión de Lot fue que el tamaño de la llave no correspondía con la abertura. Ella émpujo la llave con algo de fuerza y la giro. La puerta se abrió mostrando en su interior una obscuridad más densa que la que pululaba afuera.

- ¡Rápido, entra!

Él se introdujo sin pensarlo mucho, aunque ya estando en el interior se preguntó si acaso no estaba cayendo redondo en una trampa maligna.

-Qué bueno que lo trajiste- dijo una voz adulta.

En ese instante sintió que, con seguridad, sus sospechas eran verdaderas. Intento desandar los pasos para abrir la puerta y emprender la fuga, pero una mano fuerte se lo impidió.

-Enciende la luz Carol, quiero verlo- ordeno la misma voz.




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