Dioses de la penumbra

El libro de Abaddón

 

 

Esta es la verdadera historia de todo: el caos, el orden, la luz, la obscuridad, los Dioses y el cosmos. Todo permanecía condensado en un punto infinitesimal, una singularidad. No existían los Dioses, ni nada, solo una completa obscuridad gobernada por el caos; de ella emano Abaddón.

Al principio él solo era mente y no sabía que era un Dios. Conforme la Edad Obscura transcurría percibió que el caos tenia dos aspectos: dentro del caos subsistía el orden y dentro del orden el mismísimo caos. Abaddón deriva su poder y esencia de los dos. Por lo tanto, él también es anarquía.

¡Escucha, oyente, todos los decretos de Abaddón!

-En el caos reside el orden.

-En el orden habita el caos.

-El humano es caos y orden.

-De Abaddón emanaron todos los dioses.

 

-Este libro es una locura- se dijo para sí mismo Lot, entretanto veía como Kelly y Grace leían el libro de Abaddón bajo la estricta mirada escrutadora de Gehenna y sus ayudantes.

La sala donde se encontraban contrastaba inmensamente con el cuartucho donde lo arrojaron temprano por la mañana. Era un lugar sumamente amplio con grandes ventanales por donde atravesaba la luz del día. Un poco más arriba varios vitrales daban una apariencia a la sala como el de un lugar exacto para la meditación.

-El tiempo termino; síganme- declaro Gehenna.

- ¿A dónde iremos? - pregunto Grace con ojos de preocupación.

Grace y todos los oyentes solo recibieron una furiosa mirada como respuesta. Los ayudantes de Gehenna indicaban a los oyentes el rumbo mientras ella caminaba a la vanguardia.

Anduvieron durante algunos minutos hasta que llegaron a una puerta de doble hoja. Al penetrar todos los oyentes vieron con asombro que sobre mesas imperiales excelentemente adornadas estaban platos con abundante comida y bebida.

-Tomen asiento-indico Gehenna. Es indispensable que desayunen muy bien porque dentro de treinta minutos tendrán juegos de guerra.

- ¿Juegos de guerra?,¿qué está pasando aquí? - se preguntaba Lot con desconcierto.

En cuanto ella termino de hablar se escucho por todo el lugar un estruendo de platos, vasos y cucharas que denotaba que muchos de los oyentes no habían tomado alimento en muchas horas. Cerca de él se oía a una chica que sollozaba al tiempo que decía:

-Quiero irme a casa, por favor.

Casi al instante se escucho un impacto y en seguida el choque de un cuerpo con el piso. Al voltear Lot se dio cuenta que la chica que se quejaba hace apenas unos segundos yacía tirada inerme al tiempo que un hilillo de sangre escurría de sus labios. Sí, Gehenna le había asestado un gran golpe mientras la observaba con un eufórico desprecio.

 

 

 

 

 

 

 

    

      

 




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