Dioses de la penumbra

Callejón sin salida

El tormento de Carol era indescriptible y su lastimoso llanto más.  Pase horas junto a ella en labor imposible para tratar de confortarla, pero su agonía era enorme comparada con mi consuelo. Después de mucho rato se levantó impetuosamente y me dijo con gran desconsuelo:

-Jacob se fue para siempre, solo me queda buscar a mi hermano- Mi mente no dudo en darle la razón, la única incógnita que me punzaba era cómo exactamente lograríamos eso ante tal desventaja de posibilidades- Será mejor que rodeemos para investigar si podemos entrar- No me quedo opción más que seguirla en sus esfuerzos con la esperanza de localizar a Noah.

Conforme avanzábamos era notorio que buscarlo no era una empresa fácil, principalmente porque el sitio era imponente y sus habitantes en extremo inhumanos. Ni ella ni yo habíamos advertido que Eversor estaba construido a semejanza de una esfera encerrada en un cubo, el mismo símbolo que los adeptos portaban en sus túnicas y Jezebel en su frente. Casi a la par me preguntaba dónde estaría la desalmada de Gehenna.

Nos detuvo el sonido de pisadas cuando estábamos cerca de una entrada. Carol me hizo una seña con la mano para que la siguiera. A unos pasos de ella se hallaba una puerta similar a la primera que conducía directamente al interior de Eversor. Nunca había visto puertas tan grandes; era impresionante ver todos esos artefactos y mobiliario hecho para seres de una altura extraordinaria. Por un instante pensé que quizás después de todo estos seres no eran Dioses, sino una pandilla de criminales estelares dispuestos a engañar a los crédulos con tal de obtener egoístas beneficios.

Nos aterraba imaginar que alguno de ellos nos descubriera en nuestro intento y que, simplemente, nos aplastara como a Jacob. Sentí compasión por él, pero también ira, por saber que nos engañó, con algún método, para caer en su trampa. Esos eran mis pensamientos cuando Carol se detuvo aterrada, frente a nosotros se encontraba uno de esos seres recitando algunas palabras delante de un cubo y,  enfrente de él, Jezebel, que ya nos veía con cólera.           

      




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