Dioses de la penumbra

Furor

Estoy harto de servir a Abbadón y sus hijos. Cuando abandone a los del culto sangriento de Szandor imagine que mi urgente necesidad de adrenalina sería satisfecha con los de la hermandad de Abaddón. Veo que me equivoque con creces. ¡Como extraño nuestros rituales de conversión! Todavía recuerdo con claridad cuando apuñalábamos o desollábamos solo por placer. Estoy totalmente convencido que si no le hubiese hecho caso a la presuntuosa de Ailaan sobre unirme a los de Fratum estaría plácidamente en mi habitación gozándome de todo lo que hacía con los hermanos y hermanas de Szandor. Ahora estoy en este basurero de planeta, confinado en quién sabe que región del espacio, destinado a servir a esos gigantes entumecidos. De haber sabido que me encontraría en estas condiciones tan lamentables desde cuando hubiera dejado a estos lunáticos y pisoteado la cara de Ailaan hasta que sangrara. ¡Maldita sea! Allá viene el petulante de Ot, como lo detesto.

-Furor, amigo, Jezebel solicita tu presencia porque Carol y el estúpido del primo fueron capturados por ella misma cuando intentaban rescatar a Noah- me dijo con su acostumbrado tono sarcástico digno de un bufón.

- ¿Por qué no envía a Ailaan? – Le conteste, sin ánimos de seguir hablando con él.

- Gehenna está con Barnett cumpliendo una misión del mismísimo guardián – me dijo mirándome con recelo- ¿Acaso noto cierta insatisfacción en tus palabras?

- Claro que no, solo digo que posiblemente Gehenna podría hacerlo. Enseguida voy para cumplir con la voluntad de Jezebel – Por supuesto, hasta a la ínfima de Jezebel la abomino. Con sus ridículas pretensiones de ocupar un lugar de relevancia en el reino de Abaddón. ¿Es que no se da cuenta? ¿Supone que alguno de los hijos de este Dios maloliente podrá siquiera tomarla en cuenta? ¡Que locura! Escuche de boca de Jezebel que Abaddón y sus hijos tienen una guerra jurada con otros supuestos Dioses que habitan este planeta. Tengo que averiguar, de algún modo, si esos otros seres estarían dispuestos a ayudarme para salir de este fétido lugar y regresar a casa.

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- Hermano Furor, el guardián pide que vigiles con mucha atención a los novus y que no permitas, de ningún modo, que salgan de Eversor- Me explico Gehenna con su habitual estilo de hablar ceremonioso.

-No hay problema, siempre estoy a las ordenes de nuestro Dios Abaddón – Declare, aunque en realidad hasta la solemnidad de Gehenna en mis oídos era despreciable.

Según sé Carol y sus hermanos siempre estuvieron en contra de seguir las ordenes de la hermandad. He ahí probablemente la oportunidad de conseguir aliados para mi escape, aunque también quisiera saber que piensa Gehenna sobre permanecer en este lugar sin posibilidad de regresar a la tierra.

-Furor, ¿será posible tener un poco de agua para beber? – Me pregunto Carol. ¿Cómo le explico que aquí solo existe ese líquido rojo que toman los gigantes?

- En este planeta no hay agua, solo se puede beber vie – Le explique a Carol mostrando un poco de empatía.

-Pero, note que cuando Vosx lo bebía salía un hedor espantoso – Expreso con cierta repugnancia.

- Así es, sin embargo, en Eversor no hay otra opción para mitigar la sed.

- ¿Cómo pueden beber ese líquido que según escuche lo sacan de un artrópodo parecido al ciempiés? – La cara de Carol era de completa repulsión como si estuviera a punto de beber el agua inmunda de una letrina. Si supiera que la primera vez que lo bebí volví el estómago muchas veces mientras los torpes gigantes reían entretanto algo de vie escurría de sus pútridas bocas.  




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