Dioses, Historias & Mitos Griegos

Febe & Ceo

Siendo Caos el primer ser, le daba el poder de saber el futuro, presente y pasado de todas las cosas. Con la sucesión de poder a su hija Gea y a su esposo Urano, una parte de este poder también fue transferido a los nuevos regentes.

Tiempo después, Urano se abrumada por el sin número de pesadillas y terrores nocturnos que sobrevenían con cada visión del futuro. Pasaba noches sin dormir, tratando de interpretar las visiones sobre el futuro, las cuales eran terribles y sangrientas.

—Amada mía ¿Qué puedo hacer para no ver más cosas sobre el futuro? Solo los seres más espirituales serán capaces de soportar la tortura de ver el porvenir —el rostro de Urano era cansado y trastornado.

—Mi cielo, la única forma es traspasándola a un hijo —su voz era cauta, sabía que sus hijos e hijas debían pasar encerrados en el Tártaro por culpa de él y sus visiones.

—Haré lo que sea por deshacerme de este tormento —dijo desesperado.

Gea salió del lecho y fue al Tártaro a buscar a su hijo. Se llevó consigo a Ceo Titán de la sabiduría y lector de las estrellas, por poseer cierta sabiduría su aspecto era diferente al de sus hermanos y hermanas que gozaban de juventud eterna, Ceo tenía cabellos y barba entre canoso, robusto, de semblante serio, pero amable al compartir sus conocimientos.

—Hijo, tu padre te necesita —dijo con voz plana, él solo la observó— te convertirás en vocero y representante del saber de tu padre y te mudarás al palacio.

—Está sufriendo por algo, ¿no es así?

—Sí hijo, pero yo no te contaré nada, quiero que sea él, que pierda algo de orgullo.

—¿Quieres humillarlo por tenernos encerrados aquí?

—Mi niño, no lo digas así, suena muy feo.

—Creo que yo no encuentro una forma amable para decirlo.

—Está bien, vamos.

Se fueron al palacio y se dirigieron al dormitorio, estaba todo oscuro, la puerta del balcón cerrado, algunos muebles tirados y algunas sillas quebradas y esparcidas por toda la habitación, las cortinas del dosel hechas jirones. Encontraron a un Urano realmente atormentado y torturado, retorciéndose en la cama de angustia.

—Gea, me van a matar ¡Esos malditos críos que me hiciste darte! —grito entre lamentos e irá contenida, Gea se acercó apresurada he interior tocarlo, pero él le apartó la mano con brusquedad. Ceo analizaba la escena en silencio.

—Padre, permíteme quitarte el sufrimiento —se acercó a su padre y este huyó asustado— la transferencia no resultará sino se tranquiliza, tiene que llamar a Hipnos para que lo duerma —le dijo a su madre.

Gea salió a la ventana y busco entre el mar a una Oceánide que le ayudará a buscarlo.

—Asia... —llamo, divisándola a lo lejos.

—Sí, madre, ¿en qué puedo ayudarle?

—Ve al Tártaro y busca a Hipnos. —Asia asintió.

La Oceánide se fue velozmente sobre el agua hacia el Tártaro, ya en la entrada recordó que algunos que entraban jamás podrían salir, se quedó sentada en una piedra esperando a que saliera o entrará alguien.

Una joven chica iba de regreso de su paseo, estaba envuelta en un brillo plata, su vestido era largo y se arrastraba por el suelo, sin siquiera ensuciarse, era simplemente hermosa, la belleza típica de las Titánides.

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—Disculpe señorita —la chica volteo y observó detalladamente a la Oceánide— mi nombre es Asia, hija de Océano y Tetis, esposa de Jápeto, vuestra madre Gea me envió aquí por el joven Hipnos.

—Claro, y no entras por si lo haces no saldrás jamás —dijo con una sonrisa comprensiva, Asia sonrió también.

—Sí, ¿Cómo te llamas?

—Soy Febe titánide del intelecto. Hipnos no vive aquí, tiene su palacio más allá del cielo, al lado del de su hermano gemelo Tanatos, te acompañaré para des tu mensaje. ¿Si tú quieres?

La joven Océanide asintió con la cabeza, un poco aliviada por no quedar atrapada en el Tártaro, ni empezar una travesía ella sola.

Iniciaron su viaje al espacio, más allá del palacio de Hiperión, en la parte más oscura del espacio, llegaron al palacio. En la puerta dijo:

—Hipnos, hijo de la noche, la madre Gea te necesita —dijo Asia.

Apareció de la oscuridad un joven alto, de tez blanquecina y con ropajes oscuros.

—¿Qué necesita con exactitud? —pregunto el oscuro y benevolente personaje.

—Necesita tu presencia para que la ayudes a tranquilizar a su esposo... —Asia fue interrumpida.

—No digas más... —con un movimiento de muñeca apareció una flor de Belladona, entre sus manos— toma está flor, dásela a Gea —Asia tomo la flor con dudas.

—Gracias. —dijo Asia con un deje de duda en su voz.

Febe se mantuvo en silencio, observaba, analizaba y memorizaba todo lo que podía del palacio, miró la flor en manos de Asia y volvió a ver Hipnos, él le dio un asentimiento y ella comprendió todo sin decir ninguna palabra.



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En el texto hay: mitologia griega, leyendas, dioses griegos

Editado: 09.06.2021

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