Dioses: Los elegidos

PRÓLOGO

Hace millones de años, para ser más exactos, hablamos del principio del tiempo, tan solo existían grandes e inmensas masas de aguas turbias cubiertas por una absoluta y densa tiniebla, una oscuridad que no era la noche, pues la anterior ni siquiera había sido creada. Era el océano infinito, conocido por los antiguos egipcios como el “Primordial de Nun”, que contenía todos los elementos existentes del cosmos.

Tampoco existían ni el cielo ni la tierra, y como consecuencia ni siquiera los seres humanos habían sido creados. No había vida, ni muerte. El espíritu del mundo se encontraba disperso en un caos inmenso, hasta que, tomando conciencia, llamándose a sí mismo “Ra”. Nos encontramos delante de la historia del dios Ra, el dios del sol, el primer faraón del antiguo Egipto.

Ra se sentía solo y por su egoísmo decidió originar a Geb y Nut, antes de ser separados por los celos infundados de su creador, dieron a luz a Isis y a Osiris. El último fue partícipe en uno de los relatos más elaborados e influyentes, donde habla sobre el asesinato del dios Osiris, un mítico rey de Egipto primitivo, siendo asesinado por su hermano Seth, quien usurpó su trono. Su hermana y también su esposa Isis recuperó y restauró el cuerpo de su esposo y concibió póstumamente un hijo con él, al que nombraron Horus. 

Con ese presente Seth, no iba a descansar hasta poder tener lo que él suponía que debía ser de él. Él era una deidad envidiosa, responsable del desierto, las sequías y las guerras, los dioses intercedieron para que Horus no lo matará con su Arpón, pero nada le impedía al dios, no poder regresar.

—Por esta vez ganaron, pero cuando la sequía, el hambre y el miedo reinen, cuando alguien por fin se dé cuenta lo que yo SETH sea capaz de hacer; volveré. Es una promesa.

Dicho esto, el dios, se convirtió en arena…

Los dioses que habían sido partícipes en demasiadas cosas no les impidió sentir un poco de miedo, y los que no se atrevieron a confesar estaban fascinados.

Con esa promesa fundada, varios dioses juraron hacer lo mismo. Tener que regresar para derrotar a Seth. Cada dios decidió guardar un pequeño recuerdo de su vida pasada en algo que “su futuro yo” usaría para recordar su pasado. Todos expectantes de quienes serían los voluntarios. El primero en acercarse, sin dudarlo tan siquiera fue Horus, se había quedado con la espina.

Nadie quería reconocer que este tenía razón, si le hubieran permitido acabar con Seth no estarían en este lío, manifiesta con su mano su arpón, si bien esta vez no pudo acabarlo, espera quien fuera su sucesor tuvieran el carácter de tan siquiera lograrlo.

—Yo Horus, orgulloso hijo de Isis y Osiris, señor del cielo y de la realeza, le otorgo mi fuerza y destreza al que ocupará mi lugar en el futuro — Toma un segundo más su arpón, para después dejarlo caer, como si se estuviera deshaciendo de algo que no es importante para él.

Anubis, sentía simpatía por Seth, ambos eran dioses “Chacal”. Saca un collar demasiado brillante, ni siquiera sabían por qué de todo lo que él pudo haber escogido había tomado un collar, no había forma de negar que era demasiado bello, pero ¿De qué servía?

—Yo Anubis… Facilitador de la ascensión de nuestros muertos, le otorgó a la persona que tendrá mis recuerdos mi fuerza y racionalidad para llevar a cabo la derrota de Seth — Con voz autoritaria declaró y lo dejó caer en un abismo, en donde solo el destino sabe a dónde guiarlo.

Osiris concebía dentro de sí mismo la lástima por Seth, lanzó un suspiro, tenía que enfrentarse otra vez, temía que de nuevo su cuerpo fuera desmembrado, otra vez. No era que le tuviera miedo, para nada, era más bien que no quería enfrentarse a lo mismo. De su ropaje saco otro collar, no era porque le hubiera copiado a Anubis, ni siquiera se sabía por qué otro collar, pero este no tenía nada que envidiarle al otro, era tan grueso y dorado que brillaba como si fuera el oro más fino, pero a la vez, no deja de verse tan sucio.

—Soy Osiris, el señor del mundo subterráneo, te otorgo lo más importante del mundo: La fe. No importa dónde o en qué situación te encuentres, ten fe y protege a los difuntos en el más allá — Todos pensaban que era una completa estupidez el hecho de que un dios tan poderoso le diera a la persona que debería de cuidar su interés; la fe. Solamente el dios sabía lo poderoso que era esto.

El dios de la luna se hace presente en el círculo. A este dios se le podría relacionar con el viaje nocturno percibido de la luna a través del cielo. De su ropaje saca un brazalete en tonos verdes, asemejándose al color que tenía el Jade, pero a diferencia de que se le miraba como si fuera de mármol, lo que destacaba era sus hermosos detalles en dorado, que terminaba de hacer verlo demasiado elegante.

—Yo el dios que espanta a los espíritus malignos, Jonsu. Te otorgo el poder de curar a los enfermos a través de tus poderes curativos. Sé sabio, y sobre todo racional — Su voz se combinada con lo preocupado, en realidad todos allí estaban preocupados de la manera en la que ellos tendrían que afrontar algo tan difícil.

Jonsu se atreve a mirar a Thot quien ya estaba más encaminado, debajo de su brazo saca una placa sencilla color marfil, en esta ponía como es que habían ganado la última batalla, como si eso fuera a tener éxito, que les hacía pensar que lo que una vez no funciono la segunda sí lo haría. 

—Soy Thot, señor de la escritura sagrada, los textos que serán conservados en los templos, te otorgo el poder de analizar y descifrar cualquier cosa que te propongas — Esbozo seguro de sus palabras. Arroja la placa y hace que se vea tan ligera, aunque se mirará de proporciones horribles.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.