Dioses: Los elegidos

CAPITULO 1: Fragmentos

Un mal recuerdo despertó a Adeline Allen, era un sábado por la mañana, el reloj apuntaba las diez, aunque el exterior claramente decía que eran las cinco de la mañana, la brisa y el aire fresco que entraba por la ventana los delata. Se había olvidado de cerrar la ventana, otra vez. 

Todas las noches tenía pesadillas, lo cual ya no la aterraba, pero la dejaban con una sensación nauseabunda, como si algo le faltará. Se abraza un poco antes de caer en cuenta de que estaba llena de sudor. Una sensación que particularmente odiaba.

Pensó un rato antes de ponerse de pie, para irse a bañar. Aunque tenía un baño en su cuarto ella odiaba admitir que el agua no salía caliente, así que toma sus cosas y sale al baño del pasillo. No sin ver a su padrastro, un hombre de unos cuarenta y pico años, de tez caucásica, de aspecto alargado y con gafas cuadradas, estaba parado en el marco de la puerta del cuarto de su hermano. Este cierra la puerta sin intención de dañar a Adeline, algo que claramente no interpretó de la misma manera.

Una vez que estaba limpia y con su cabello aún mojado, sin mucho miedo realmente de enfermarse, sube al tejado que quedaba exactamente a la altura de su ventana. Saca los colores rotos, no era que no pudiera comprarse unos nuevos solo ella era de esas obsesionadas a aferrarse a cosas que ya no le servían. Empieza con trazos pequeños para terminar dibujando otra vez Egipto.

Nunca había estado allí, pero siempre regresaba a dibujar algo donde ella estaba cómoda. 

—¡ADELINE! — Alguien le grita, pero ella hace caso nulo, no había escuchado realmente. Así que cuando la llaman por segunda vez. Casi termina tirando todo su material de dibujo —. ¡MALDITA SEA, ADELINE! ¡BAJA!

Su madre se había enojado. Ella suspira antes de contemplar por última vez las alturas donde estaba, algo irónico, porque algo más alto que eso la aterraba, pero si estaba allí se sentía segura. Su casa era una propiedad para personas con un poder adquisitivo bastante elevado. Su madre, era una diseñadora de modas reconocida, que había agarrado popularidad al diseñar sus propios vestidos cuando acompañaba a su exesposo, el padre de Adeline; William Allen a cenas de recaudación de fondos, así cuando se divorciaron “amistosamente” ganó mayor influencia.

Adeline se sienta en la mesa para ver como su medio hermano, Robert estaba lleno de comida.

—Adeline, querida. Ayúdame con tu hermano ¿Quieres? — Le pasa un trapo de cocina mientras sigue hablando por teléfono de su itinerario. La mujer estaba bastante ocupada, pero aun así hacía su esfuerzo para pasar tiempo con su familia.

Ella juega con las manos de su pequeño hermano. Cuando por fin se anima a cargarlo la presencia de su padrastro hace que retroceda, su aura no le causaba miedo, pero sí hacía que sacara su lado más introvertido.

—¡Es estúpida! — Exclama la madre de Adeline molesta —. ¿Acaso no sabe hacer bien su trabajo? 

—Hablando de trabajo. Es algo que a mí me gustaría hacer — Esta comenta sin recibir mucha atención —. Mamá. Quiero trabajar.

—¿Estás bromeando, Adeline? — Pregunta el padrastro riéndose, era un intento demasiado absurdo de su parte por hacerla reír, haciendo que solo consiguiera una mirada de desagrado de la chica.

—Creo que sabe que no hago bromas, Arthur — Recurre a hablar formal para poner la barrera entre ellos.

La señora Mercy deja su celular de un lado, para voltear a ver a ambos.

—No — Le responde de manera tajante —. Yo te doy todo lo que ocupas para que no tengas que sudar por ello. Solo dime que es lo que quieres y lo compraré en cuanto pueda.

—No se trata de eso — Ella trata de replicar.

—No — Le dice sin mucho pensar. Ella estaba decidida a que Adeline no trabajara, no era porque en verdad no quisiera que ella fuera independiente, pero ella quería que no se preocupara de otras cosas que estudiar, cosa que no hacía lo suficientemente bien. Adeline en un intento de ganar esta discusión con su madre, voltea a ver su padrastro quien creyó que era una mirada de ayuda.

 

—Mercy — Toma la mano de su esposa. Adeline suspira pensando que la batalla estaba perdida —. Adeline pronto va a cumplir 17, es una chica demasiado introvertida. ¿No crees que eso la va a ayudar?

Adeline se sentía ofendida, pero apreciaba mucho que la intentara defender.

—Es un señor mayor madre. Quisiera ayudarlo — Su madre parecía que iba cediendo, así que decidió usar una estrategia algo sucia —. Hay cosas antiguas, cosas que me recuerdan a mi papá.

Adeline odiaba hablar de su papá como si estuviera muerto, su progenitor era un gran arqueólogo, había descubierto grandes cosas antiguas cambiando el flujo de la historia varias veces, pero en una de sus expediciones de rutina este jamás apareció, ya habían pasado algunos años y ella seguía creyendo que seguía con vida.

—Dios, está bien — Dice su madre. Arthur levanta su mano para chocar con su hijastra, pero ni siquiera ella se da cuenta —. Pero hay condiciones.

—¿Eh?

—Primera condición: En unas semanas hay un evento de caridad, donde ocupo que estés allí. Asistirás sin reproche — Ella voltea los ojos —. Y sin esas caras, Adeline.




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