Dioses: Los elegidos

CAPÍTULO 15: El guardián de las tumbas.

Ambos se quedaron un rato más en el cuarto. Adeline trataba de dormir un poco, mientras que Dylan estaba solamente en el celular. Mira el reloj que daba las ocho de la mañana, se pone de pie, negando con la cabeza el hecho de lograr dormir. Tenía muchas cosas sobre la cabeza.

—Te miras bien con el cabello corto — Él estaba siendo amable con ella después de todo.

—Lo sé — Ella le hace una seña para que se voltee mientras se cambiaba.

—La humildad ante todo eh — Ella se ríe apresurándose. No sabía desde cuándo había empezado esta confianza entre ambos. Dylan no se voltearía, aparte de que no le causaba curiosidad, no quería faltarle el respeto de esa manera a ella.

—Listo.

—¿Cómo le haces para cambiarte tan rápido?

—Tengo una hada mágica que me ayuda — Bromea un poco mientras se pasa las manos sobre su pantalón de modo que intenta disimular un poco las arrugas de este.

—Si me lo hubieras dicho hace unos días no te creería. Pero ahora con todo esto lo veo muy, pero muy probable — A la chica le causa risa. Este luchaba contra su cabello rebelde.

Adeline se acerca para despeinarlo. Su cara de molesta valía oro para la castaña, pero este se enojaba cada vez más que ella lo intentaba peinar. Entonces iba su contraataque, este le detiene la mano, tomándola del cachete, mientras que ella se pone roja al instante, en eso un recuerdo en tercera persona de como esta lo besaba hace que se arrepienta de despeinarla.

Se queda inmóvil un segundo, mirándola a los ojos. ¿Desde cuándo sus ojos tenían esa forma singular? El sentimiento de querer estar con Leslie, se sobrepone ante esos ojos.

—Tenías el maquillaje mal difuminado — Adeline ni siquiera tenía maquillaje por lo que este se apresura a remediar su error —. Ah es baba seca.

Ella golpea su hombro en modo de respuesta.

—Te espero abajo para desayunar — Dylan toma la tablilla para ponerla en su mochila y bajar. Al cerrar la puerta Adeline no evita revisarse para darse cuenta de que todo era una mentira.

El desayuno sucede con normalidad para Dylan, pero para Adeline tenía muchas dudas. ¿Acaso había hecho algo mal?

No podía evitar pensar en que fue lo que hizo que él se portará distante. Al tratar de preguntarle nota como él está sonriendo al celular, mientras mordía una manzana, está sonríe.

—Después de la escuela ¿Te parece ir con los demás?

No había respuesta por parte de él. Así que Adeline lo patea.

—¿Qué decías? — Ella solo le sonríe restándole importancia.

—Nada. Estás muy contento con el celular — Dylan le sonríe, mientras le enseña algo que ella no quería ver. Él estaba hablando con una chica, y era de una manera en la que ella esperaba que si se esforzaba lo suficiente le llegará a hablar a ella.

—Ayer me iba a ver con ella para pedirle salir — Adeline se le atora la comida en la garganta —. Y con lo que pasó, no quiero perder más tiempo. Quiero estar con ella.

—Te deseo la mejor de las suerte — Adeline se muerde el labio. Ella bien sabía que esto algún día iba a pasar. Lo peor de que te guste tu mejor amigo, es que bien sabes las posibles variables y lo único que puedes hacer es aplaudir que venga el golpe como le pasaba a Adeline.

Ella se pone de pie, para ir al baño. Pero en camino de este se pone a llorar. Le dolía demasiado no ser ella. Su madre quien la miraba desde la puerta olía la situación, pero no podía hacer nada más que ser observadora de como a su hija le hacían trizas el corazón.

Adeline vuelve a la habitación fingiendo que nada pasó, después de todo era mejor así. No tenía que pensar en esas cosas, pues tenía algo más importante que era convencer a su madre.

—Buenos días — Saluda la madre de Adeline, dejando a Robert en el portabebés quien estaba más dormido que despierto —. Tu cabello… Se te ve muy bien hija.

—Yo se lo dije — Adeline respira para iniciar con el plan.

—Madre, quisiera llevar a mis amigos al evento de caridad.

La madre de Adeline, no se lo esperaba. No sabía qué clase de personas eran o qué podrían hacer.

—¿Qué dijiste? Creo que escuche mal cariño — Sin duda le molestaba eso. Pero en realidad era el hecho de que sabía que tan despiadados podían ser las personas de ese entorno que lo que menos quería era exponerlos a eso.

Su hija era diferente, era suya. Los demás no, por lo que no sentía el mismo deber.

—Se trata de un evento de caridad. Entre más personas haya más apoyo es.

—No me sirven si no tienen nada que aportar.

—La presencia tal vez sea más que suficiente.

—Adeline no.

—Madre, no siempre me mencionas que quisiera que estuviera más involucrada en sus cosas… — La mujer estaba realmente en duda, voltea a la puerta para ver a Adeline, pero en lugar termina viendo a su esposo, quien solo con la mirada la invitaba a que le diera una oportunidad a Adeline.

—¿Cuántas personas?




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