Dioses: Los elegidos

CAPÍTULO 22. Las cosas cambian.

Ninguno del grupo estaba bien, no habían caído en cuenta de que tal vez esta sería la última vez con los seres que los querían. Las salidas entre todos se acabaron, Adeline y Anthony en los recesos se encargaban de practicar el baile después de todo, ellos solo lo abrirán, el hecho de que se quedarán dependía de ellos.

Por unos momentos ellos olvidaban lo que se avecinaba, pero no evitaban que el miedo los carcomiera todas las noches al cerrar los ojos. Adeline se había hecho adicta a tomar café y pastillas para dormir, su madre notaba que le hacía falta, pero lo acuñaba al hecho de que tal vez estaba tomando más pastillas de lo normal, o que su esposo también las estaba consumiendo.

La señora Mercy ajusta por última vez el vestido de Adeline a unas doce horas exactas para el evento su hija había estado enflacando demasiado.

—Adeline — La mirada de su hija estaba perdida —. ¿Estás bien?

Su hija era incapaz de decirle que sí, por lo que solo le sonríe. La mujer mira el cuarto de Adeline, nunca lo había mirado tan austero, era como si su hija hubiera estado viviendo al día. No quería pensar mal, por lo que su idea se borra cuando mira dos flores en el muro de su hija.

—¿Y esas rosas?

—Me las dieron… — La reacción de su hija es ponerse roja.

—¿Un nuevo galán?

—Mamá eso es demasiado antiguo — Había logrado hacer sonreír a su hija.

—¿Entonces quién es y por qué no lo ha presentado?

—Porque solo es un conocido… — Esta trata de no hacer mucha platica de con su madre, pero está ya se había obsesionado.

—Un conocido no le regala flores a una conocida Adeline — La señora ciñe al cuerpo lo más que puede para preservar la caída —. No está mal lo que estás haciendo Adeline, eres joven.

—Hace menos de una semana que Dylan me rechazó. No sería justo.

—¿Para quién? — Le dice su madre, quitándole las cosas, ya había terminado su trabajo —. Solamente tú decides a quién entregar los trozos de tu corazón.

Eso marcó a Adeline, su madre sale a continuar su trabajo. Mira la rosa preguntando dónde es que estaba Malek, ya había sido el día, y ni siquiera se había aparecido. 

Malek estaba dentro de una caja de arena, él estaba cansado y agotado. Seth lo había estado consumiendo cada vez que tenía una pizca de esperanza él se encargaba de esfumarse, no sabía cuánto había estado allí, pero sabía que ya había tenido suficiente, cuando pensaba en hacer algo la caja se abre cayendo junto con toda la arena.

Había un plato de comida delante de él, este se apresura a comer. ¿Cómo es que su hermana ni siquiera se había preocupado por él?

Este camina hacia las voces, eran tres mujeres delante de Seth, estaban de rodillas.

—Malak, mi hija más devota — Habla el dios, estaba completamente recuperado. ¿Qué había pasado en estos días que el pobre chico no se había dado cuenta? —. Tu hermano es un infiel. ¿Qué le aconsejas a este padre afligido?

—Seth, mi padre. No puedo tomarme tal atrevimiento — Nunca había escuchado a su hermana tan doblegada —. Usted dígame y yo misma castigaré a mi hermano infiel, protéjame con su gracia.

No era su hermana. La chica que tenía delante de él no era su hermana, pero qué podía hacer él, no era nada contra tres mujeres, no podía hacer nada. Este aun adolorido, se pone de rodillas ante Seth sorprendiendo a todas las mujeres presentes.

—Magnifico Seth, poderoso dios… Le pido que me perdone… — Él ya estaba sumido en la locura, no le quedaba duda de que nadie lo iba a salvar. Había alucinado tantas veces con Adeline, pero esta siempre le daba la espalda.

—¿Tus disculpas son sinceras? — Este era incapaz de mostrarle su lealtad, así que toma una navaja que había tirado, este la pone en su brazo cortando gran parte haciendo que la sangre caiga. Su hermana no se inmuta, Seth la tenía demasiado controlada.

—Si no lo son déjeme morir — Se arriesgaba demasiado. Pero el dios parece creerle, porque lo cura al instante, una ola de frescura se siente en el chico.

—Chicas, curen a su hermano. Necesito que esté listo para mañana.

Estas no dudan en hacerlo, Malek estaba cansado de ser bueno. Estaba cansado de ser él.

La casa de Adeline se estaba llenando de personas, ella estaba demasiado cómoda con todos. La madre de James junto con su hermana había mandado un par de refrigerios para la noche, eran personas maravillosas, justo como James.

Todos van a la cama de Adeline a seguir con la pijamada. Estaban jugando Monopoly y esos juegos para pasar el tiempo, ninguno quería pensar en lo que se avecinaba, eran nueve personas la partida estaba tomando más tiempo de lo normal, por lo que estaba aburrido se ponen a jugar delante del escritorio donde sin querer Noah tira las rosas.

—Chicos tengan cuidado — Los regaña Adeline cuidando las flores. Dylan la ayuda a secar el agua.

—¿Por qué tienes dos rosas? — Pregunta James.

—Ambas me las dio Malek — Dice ella poniéndose roja.

—¿Ambas? — Eso no le había contado a Dylan, está solo lo empuja sin querer hablar de ello.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.