Hace millones de años, para ser exactos el principio del tiempo tan sólo existían inmensas masas de aguas turbias cubiertas por absolutas tinieblas, una oscuridad que no era la noche, pues ésta no había sido creada todavía, era el océano infinito conocido por los egipcios como el océano primordial Nun, que contenía todos los elementos del cosmos.
Pero aun así no existían ni el Cielo ni la Tierra, tanto los hombres como los dioses aún no habían sido creados. No había vida ni muerte. El espíritu del mundo se hallaba disperso en un caos inmenso, hasta que, tomando conciencia se llamó a sí mismo; así nació el dios Ra el dios del Sol.
Ra se sentía solo y por su egoísmo decidió crear a Gueb y Nut, antes de ser separados por los celos infundados dieron a luz a Isis y a Osiris, quienes hermanos decidieron casarse, y así empezaron a crearse varios dioses, y cada dios tenía una responsabilidad, todo era armonía, hasta que Seth una deidad "malvada", encargada del desierto, las sequías y las guerras amenazo con regresar para acabar con la armonía del pueblo Egipcio, con la promesa fundada por Seth, varios dioses decidieron hacer lo mismo para poder derrotar la maldad por más fuerte que sea.
Cada dios, decidió guardar un pequeño recuerdo de su vida pasada en algo que su futuro yo, usaría para recordar su pasado, todos expectantes quienes serían los voluntarios para importante misión.
El primero en acercarse fue Anubis, no se esperaba menos del patrón de los embalsamadores para dejar un collar tan brillante a pesar de su color oscuro.
—Yo Anubis, facilitador de la ascensión de nuestros muertos, le otorgó a la persona que será mi yo del futuro, mi fuerza y racionalidad para llevar a cabo la derrota de Seth — con voz autoritaria declaró y lo dejó caer en un abismo donde solo el destino lo fuera capaz de llevar para que su portador pueda encontrarlo.
El siguiente en pasar con paso un poco decido fue Horus, con una daga con un ave en su mango que era tan hermosa, el detalle en oro contrastaba perfecto con el blanco de la empuñadura, simplemente bello.
—Yo Horus, hijo de Isis y Osiris, señor del cielo y dios de la realeza, le otorgó mi fuerza y destreza al que ocupará mi lugar en el futuro — toma un segundo más en sus manos para después deshacerse de ella.
Jonsu miró a su alrededor y dudaba en hacerlo, pero sabía que era un riesgo que debía de correr, se acercó y de la nada sacó un brazalete color verde jade, con detalles en oro y la dejó caer.
—Yo Jonsu dios lunar te otorgó el poder de proteger y curar a tus aliados enfermos, la necesitarás — no quiso, pero su voz sonaba en una preocupación, ya que pobres almas futuras fueron destinadas a tal trabajo.
Osiris miró a Anubis y este le asintió, lanzó un suspiro y caminó hacia el centro con un collar tan grueso y dorado que era difícil no mirarlo y sobre todo se veía pesado, pero no dejaba de ser bello.
—Yo Osiris el señor del mundo subterráneo, te otorgó lo más importante del mundo la fe, no importa que siempre ten fe y protege a los difuntos en el más allá — sabía que esto sería lo que más iba a necesitar la fe, ya que nadie creería lo que se estaba por venir.
El idólatra dios de la creación, Harsomtus se acerca y deja caer un anillo dorado con una inscripción, que nadie pudo alcanzar a leer.
—Yo el hijo de Hathor y Horus, el dios de la creación, la fertilidad y los alimentos, te otorgó la confianza y la destreza en la toma de decisiones — deja caer sin importancia el pequeño objeto.
El señor de la magia se acerca con algo extraño para cualquiera de los presentes, un bastón, color azul y verde con detalles dorados, nadie sabía la utilidad, pero eso no era lo importante.
— Yo Ptah, arquitecto por excelencia, patrón de los arquitectos y artesanos, te otorgó el poder de crear cualquier cosa que te sirva a ti y a tus aliados para esta lucha— deja caer en el abismo y es el único que le atrae la idea de ver lo que hay más allá.
Una ráfaga de viento azotó todo el lugar, eso significaba que el dios de los vientos estaba cerca, con gran estilo y entre sus manos traía una pulsera.
—Ya se lo saben, soy Amón el dios del viento y protector de Tebas, le confiero a mi futuro portador esta pulsera, y el poder de manejar las situaciones con gracia y fuerza, como también manejar el viento— deja caer con mucha gracia la pulsera y se hace un lado, ganándose las malas miradas de varios.
El siguiente en pasar fue Thot, en sus manos tenía una placa sencilla color marfil donde tenía unas escrituras que él esperaba que entendieran cuando fuera necesaria.
—Yo Thot, señor de la escritura sagrada, los textos que serán conservados en los templos, te otorgó el poder de analizar y descifrar cualquier cosa que propongas —dijo seguro de sus palabras arrojando la pequeña placa, un sonido lo alertó.
Unos pasos se hicieron escuchar, para después un rugido, la gran diosa madre estaba acercándose.
—Yo voy a participar — dice en tono autoritario.
—Gran diosa usted no puede — menciona Anukis, gobernante del Nubia que ayudaban a la fertilidad del río Nilo.
—¡No estoy pidiendo tu autorización soy Sejmet! ¡La hija de Ra! — gritó poniéndose al frente y dando a entender su poder.