La cara de satisfacción del viejo es tan grande, mientras los demás me ven aturdidos, voy hacia Daarick y lo abrazo, él me corresponde, necesitaba un abrazo de unos de mis amigos, volteó y miró a los demás, estaba un poco nerviosa y emocionada, tenia mas o menos la idea de que hacer.
—No les voy a pedir que me ayuden, por qué simplemente esta idea es de locos, pero si no hacemos algo, no sé qué pasará— todos nos miramos, pero nadie dice nada.
—Estoy contigo Sejmet, siempre y ahora no será la excepción— dice Noah, la viva reencarnación de Ptah y agradecida de que sea el primero en apoyarme.
—Gracias Noah, dios de la arquitectura— le digo mientras él se ruboriza, le agradaba este nuevo sufijo.
—Yo también estoy contigo, soy Osiris— me dice Owen, a lo que le sonrió.
—Enserio creen que los dejaría con toda la diversión, ¡estoy dentro! — sonríe James, algo me dice que él es Amón, el dios del viento, su personalidad quedaba perfectamente.
—¡Soy Horus claro que estoy dentro! — dice Albert emocionado, me alegra verlo así.
—Suena loco, pero estoy dentro— dice Samuel, Harsomtus, sabía que él sería el dios de la creación, fertilidad y los alimentos, aunque la idolatría no va con él.
—¡Claro que estoy dentro! — dice Anthony, vaya ironía, él es dios protector de los enfermos y era el más enfermo de nosotros, todos nos reímos y volteó a ver a Daarick, que está fuera de lugar.
—Tu eres Anubis, ayudas a los muertos con su ascensión a la región celestial, no lo recuerdas por no tienes tu collar, pero si estás dentro te ayudaré, es una promesa— me acerco a él y le ofrezco mi mano.
—Claro que estoy dentro, por ti, lo estoy— me dice mientras toma mi mano y me sonríe.
De la noche a la mañana todos somos dioses, y eso me aterra.
El viejo se acerca con mi copa y esta vuelve a tener cerveza roja, tomó la copa entre mis manos y miró hacia arriba antes de dar un gran trago, a lo que todos voltean a verme y por su mirada sé que ya saben que es.
—¿¡Tú abuelo está loco !?—dice un Owen alarmado, que se acerca a sostenerme junto con Noah.
—Estoy bien— me puse otra vez de pie, no era la primera vez que lo tomaba pero aun así me mareaba, creo que con el tiempo me podría acostumbrar.
—Sabes qué es lo que buscas— me dice Samuel, mientras saca de su mochila una botella de agua.
—No importa, lo...—no puedo hablar más porque otra vez me desconectó.
Veo como el collar de Anubis pasa por muchas manos, desde un vendedor hasta un rey, y nuevamente un vendedor, e incluso por el mercado negro, hasta que llegó a un museo, allí se encontraba el collar, tan negro como la noche, pero tan brillante como el sol, volteó y miro un cartel de caridad, donde está la foto de mi madre, y el olor de putrefacción está en el aire.
Seth busca esto, me obligó a despertar, pero no puedo, hay algo que estoy ignorando, en un aparador veo a un chico castaño mirando unas monedas de oro, nota mi presencia y se acerca a mí.
—Adeline ¿Cierto? — me dice, noto que realmente es guapo, pero su cabello es rojizo y tiene una cicatriz, que no le quita lo lindo.
—Sejmet— cuando van a parar los encuentros de esta manera, me pregunto a mí misma, estaba un poco fastidiada.
—Seh, lo escuché— atraviesa la mano sobre el cristal y se roba una moneda— perdona, soy pobre, por eso robó.
—¿Eso es una excusa? — le digo mientras lo sigo con la mirada.
—No te preocupes linda, solo le robo a los ricos— me sonríe mientras me guiña un ojo, quería reírme por que eso fue sexy, pero debía de mantenerme seria.
—Sigue siendo robar, Robín Hood— me acerco a él, pero una chica me toma del cabello.
—No tan rápido— me susurra al oído.
—Malak, suelta a la Diosa— dice el chico, estaba alarmado.
—Ella no es una diosa, solo tiene sus recuerdos— me jala para después soltar donde me tenía sujeta— me llevó unos cuantos de recuerdo.
—¡¿Quiénes son ustedes?!— les gritó, siento la impotencia y el mechón de cabellos restantes.
—Perdona, sentimos blasfemar contra usted "diosa"— se ríe la chica, me estaba haciendo enojar...— Soy Malak y él es mi hermano Malek, somos los aliados de Seth.
—¿Él los mandó? Vaya cobarde— me encuentro molesta.
—Señora cuide sus palabras— me dice Malek, sus ojos mostraban algo raro, su mirada no concordaban con sus palabras.
—Si no que?— noto el calor recorrer por mi mano derecha, está en llamas, me asusta, pero no quiero mostrarme débil, les mantengo la mirada.
—Vámonos Malek— se voltea a su hermano, para pegarle unos golpecitos con la mano extendida en el pecho.
El chico me mira y deja caer un papel antes de irse tomado de la mano de su hermana, una vez sin señales de ellos, corro a tomar el papel.
Vuelvo a la realidad y mi cabeza da vueltas y me duele el cabello esa maldita, los ojos de todos se centran en mí, estos están alejados y lo veo, tengo quemada parte de la blusa y la falda, y james tiene un roseador, como si fuera un gato.