Dioses: Los héroes de Egipto

CAPITULO 29

Unos mes después...

Despierto de una pesadilla, me había quedado dormida mirando una película de terror con Dylan, me levanto sin pisarlo para lavarme la cara, pues sentía como las lágrimas caían por su cuenta, era como si llorará por algo, la mayoría de las noches despertaba con los ojos llorosos, pero no entendía la razón.

—¿Estas bien? — Me pregunta una voz tras de mí.

—Si, Dylan, ve a dormir — Me volteo y no era Dylan, era una mujer que no podía ver, esta se acerca a mí, y lo único que hago es retroceder lo suficiente para poder tomar un destapa caños, era la única arma posible que tenía en mi baño, quería gritar pero no podía, me sentía amenazada.

—Olvide, que me olvidarías... Lo siento — Me dice la mujer, esta era una mujer preciosa, que me deja paralizada, toca mi cara, y abro los ojos.

Tuve un sueño dentro de un sueño, al tocar el piso, siento que mi cabeza me va a explotar, como si fueran pájaros miles de recuerdos golpean mi mente, cosas que siempre habían estado allí, veo a mi madre entrar asustada, por mis gritos, mientras no distingo la realidad de mis recuerdos, solo siento como mi madre me pone de lado, mientras sigo recordando, había luchado con Noah y Dylan, sus ojos estaban cristalinos, sangre derramándose en mis manos, era demasiado para procesar, era demasiado.

—Dylan, una ambulancia — Grita mi madre, mientras recuerdo que no es la primera vez que mi madre dice esa frase, pero ahora había otro nombre como sujeto de la oración, la piel me comienza a arder, mientras comienzo a llorar, Dylan me sujeta.

—¿Adeline? ¿Adeline? — Me habla mientras me limpia la cara. Sus ojos están brillando, el nunca murió... Entonces que es ese recuerdo de que mire sus ojos marrones perdiendo su brillo.

"¿Ahora me recuerdas?" Me dice una voz dentro de mi cabeza, el escucharla hace que el ardor vuelva, tapo mis oídos, y pierdo la conciencia de la realidad.

Estoy en la ciudad donde estuve con mis amigos, pero a diferencia estoy sola, y la arena está demasiado brillante, que me cala y sentía el calor recorrer mi cuerpo, camino hacia el centro recordando los momentos, que ahora tenía en claro no eran productos de mi imaginación, si no era revivir momentos, camino por la ciudad vacía antes la recordaba rodeada de personas, pero a diferencia era una ciudad vacía, la soledad se hacía presente y yo me encontraba maravillada, quería grabar todo para dibujarlo después, me sentía emocionada.

—¿Ahora me recuerdas? — Me dice Sejmet, mientras me sonríe plácidamente, extiende sus brazos para que me acerque.

—Diosa madre, ¿Que está pasando? — Le pregunto mientras ella me guía.

—Te dije que nos veríamos pronto... Aunque te juro que pense que no seria tan pronto — Me extiende su mano para que caminemos por la vieja ciudad —. ¿Por dónde iniciar? Me da lástima tu destino.

—¿Por qué madre? — Esta me lleva a dentro de una de las casas, donde veo como esta más amplio y espacioso de lo que parecía.

—Se avecina una gran tormenta, podría decirse que es más grande de lo que jamás hemos visto — Las copas comienzan a llenarse de agua, para que bebamos juntas, pero yo ya conocía esa maña, no quería caer de nuevo en ese juego —. Adeline Allen, te necesitan. Nadie más que tu podría hacerlo y lo sabes.

—Diosa madre, ¿Por qué yo? — Le pregunto mientras me indica que beba, tomo mojando mis labios un poco, el agua sabía dulce y refrescante.

—Naciste para ser un recipiente, lamentablemente eres un recipiente de dioses... Tu vida siempre estará rodeada de estos incidentes, y tendrás que enfrentarte una y otra vez a dioses porque naciste para esto, naciste para ser nuestro canal de comunicación con el mundo "normal" — Me dice mientras veo en su cara la tristeza, ni como ocultarlo —. Algunas culturas los llaman "mesías"...

—¿Mis amigos también? — Pregunto serena, pues no era momento de romperme, ella niega con la cabeza, tomo más del agua para dejar caer unas lágrimas. Quería llorar pero sabía que no era el momento, pero mi corazón hablaba por su cuenta, me limpio la cara, con ambas manos, pero la hermosa mujer me da su pañuelo.

—Nathan... Nathan Wayne es un recipiente pero el es diferente a ti — Me dice calmada.

—¿En que sentido? — Le pregunto.

Esta me da una explicación, sobre como los dioses son seres superiores que están conectados con otros dioses, e incluso algunos son los mismos pero bautizados de distintas maneras por los humanos de distintos lugares, y todo esto nos llevaba a los aztecas.

La existencia de los aztecas estaba firmemente atada a sus deidades, entre las que resaltaban Huitzilopochtli (dios de la guerra), Quetzalcóatl (la serpiente emplumada, un héroe cultural, descubridor del maíz), Tlaloc (dios de la lluvia) y Coatlicue (diosa tierra, madre de Huitzilopochtli). Siendo este primero el que debíamos preocuparnos pues hace unos miles de años después de su muerte nació un varón que si no fuera poco el destino los ligo por un lazo invisible, y una parte de Huitzilopochtli quedo grabada en este chico, no me imaginaba que debía de estar sintiendo, pero la historia se veía manchadas con tonos rojos.

—Este chico esta en peligro, pues el dios de la guerra va a ir por el tarde o temprano — Mi pregunta era por que me lo decía ella, respiro hondo —. Es un año más chico que tú. El escucha voces, todos en algun momento de su vida lo hacen pero el esta demasiado ligado a su alter ego... 

—Lo haré... pero no podre sola... — Le digo y ella sonríe.

—Claro que no lo harás sola, ¿Pero te refieres a tus amigos? — Asiento, aunque sea egoísta quería a mis amigos devuelta, pero no podría hacerlo —. Te daré a la primera persona que creyó en ti, y si encuentras a Nathan te daremos lo demás.

Asiento con la cabeza mientras bebo lo que resta del agua, me sentía listo.

—Ahora debes de volver — Cuando me dice esto, empuja mi cabeza hacia atrás sin darme tiempo otra vez de reaccionar.




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