꧁dipsomanía꧂

Capítulo 38

𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 38

𝒰𝓃𝒶 𝓅𝓇𝑜𝓂𝑒𝓈𝒶 𝑒𝓈𝒸𝓇𝒾𝓉𝒶 𝒸𝑜𝓃 𝓈𝒶𝓃𝑔𝓇𝑒 

__________! Gal ¡_____________

 

Llegamos a la habitación de hotel pasados de la una de la mañana. Al abrir la puerta lo primero que nos recibió fue un perro saltarín con una de mis corbatas en su ocico. El lugar era un desastre, orina en la cortina de la ventana y una de las dos camas casi destendida. Me quedé parado en el marco de la puerta por demás molesto. CC solo se acercó a abrazar al animal y preguntarle retóricamente como había estado.

Dormimos tan solo cuarto horas ya que nuestro vuelo salía muy temprano. Quería regresar a casa lo más rápido posible y cerrar el cuatro de hotel esperando a que ninguno de los empleados lo viera hasta que estuviéramos fuera de este.

Pero mi cabeza solo estaba invadida por el recuerdo de lo que pasó ayer, poder escuchar su respiración y tenerla entre mis brazos meciéndonos en el sin sentido de la canción de fondo, estaba agradecido de poder haber vivido para conocer tan fascinante sensación.

Me hubiera gustado que nos quedáramos así más tiempo, o que en definitiva nos detuviéramos indistintamente ahí. El haber podido rodear mis brazos en su cintura me electrizaba la nuca solo de recordar. Pero ahora seguíamos indiferentes a la situación

Como si nunca hubiera pasado…

Pero para mí fue la más grata sensación

Que pude tener hasta ahora.

Que mi corazón pudiera latir, no solo para vivir, sino también para sentir.  

 

Antes de salir del hotel una suave mano me detuvo, agarrándome por el hombro. La sonrisa blanca de mi hermana de ojos verdes me impidió avanzar

–Vivian…– 

–Gal. El fotógrafo me entregó estas fotos que tomó de ti– me extendió un sobre blanco– las reveló ayer en la tarde antes de que terminara la fiesta. Necesito entregar las demás fotos a los otros invitados así que me retiro. Buen viaje– 

Le di un fugaz abrazo felicitándola por su matrimonio y deseándole lo mejor en su viaje de luna de miel. Guardé el sobre, aún sin abrirlo, en el bolsillo interior de mi chompa. 

Suspiré y subí al taxi en donde también estaba CC. No hablamos durante todo el trayecto, ni en el vehículo, ni en el avión, ni en el auto conducido por Gary. Solo miraba a la ventana.

Supongo debe de estar triste por regresar tan rápido a casa, talvez le hubiera gustado quedarse más. Pero yo tenía trabajo y ella también. 

 

 

Metí la llave en la cerradura de la puerta y la giré para poder dar paso al interior. Pasé dentro con las maletas y me percaté de que CC seguía en el lumbral de la puerta mirando triste un punto aleatorio.

–¿Pasa algo? – pregunté desconcertado 

–No– negó con la cabeza– solo que la casa se siente vacía sin Judith ¿No cree? – 

–Desde ahora tendré que limpiar por mi cuenta. Que molestia– 

Pero no era solo eso en realidad. No se trataba del trabajo que Judith ejerció, sino de su actitud. No quería otra ama de llaves, la quería a ella. Sus sonrisas amables y los ricos platos de sopa que preparaba los miércoles por la tarde. Me harían falta las reprimendas por enfermarme antes de una reunión importante o lo bien que conocía mis gustos en películas para dejar una sobre la mesa de la sala todos los sábados.

 

Abrí la mochila de carga para que el feliz perrito pudiera salir a corretear dentro de la casa. Subió a los muebles saltando y mordiendo los cojines.

El ruido del dije que tenía en la correa sonaba con cada movimiento que hacía. La placa escrita con: Arturo XXIII. La mayoría de dueños pone nombres comunes a sus mascotas como Tommy, Toby, Jack o demás. Ya saben, nombres para perros. 

Pero el tan atípico nombre de nuestra mascota reflejaba la poca cordura que traíamos entre CC y yo.

 

Subí mis maletas y me recosté sobre la cama bien tendida, bufé y tiré mi saco lejos a lo que hizo un ruido de peso en el piso. Me volteé y lo recogí para recordar el paquete de fotos de Vivian me entregó. 

Rompí el sobre blanco dejando a la vista alrededor de unas quince fotos. Una en la iglesia sentado junto a CC, otra en el vals con mi hermana y las demás de la recepción.

Pero una en particular 

La foto del jardín con la pileta de fondo, CC arrimaba su cabeza en mi hombro y los débiles rayos de luz invadían mi cara sonrojada haciendo menos notorias mis ojeras. No lo pensé dos veces y busqué por mis gavetas algo en donde enmarcar esa foto vertical.

Tenía un montón de portarretratos de diferentes medidas y me tardé un poco en encontrar una en donde calzara justo. Coloqué el marco de madera negra sobre mi mesa de noche 

No hay duda

Esto dará color a mis días

Solo quería pensar en eso mientras sonreía tontamente a la foto enmarcada a lado de mi cama.

–Creo que ahora estamos solos…– la delicada voz proveniente de la puerta de mi habitación.

–Aunque Judith se haya ido aún nos tenemos el uno al otro…– no la miré

 Por el tiempo que dure su compañía, la gozaría. No desaprovecharía ni un solo instante. Creo que desde que ella llegó muchas cosas han cambiado. Había estado acostumbrado a mi cómoda burbuja de siempre hacer lo mismo que nunca imaginé que las situaciones dieran un giro tan brusco.

–¿Quieres ir a ver a Amber? – pregunté con entusiasmo percatándome que no era tan tarde– aún estamos a tiempo–

–Creo que mejor vamos a…– el timbre de la puerta nos distrajo antes de que ella pudiera terminar su oración

Bajamos las gradas antes de que abrieran la puerta para evitar que Arti saliera corriendo. Tomé al cachorro con mis dos manos y CC abrió la puerta

–TE DEJÉ MIL MENSAJES– reprochó la pelinegra entrando en mi casa con expresión de furia

Su novio la seguía por detrás girando las llaves de su auto en el dedo índice.



#7616 en Novela romántica
#1024 en Joven Adulto

En el texto hay: millonario, vida dura, burdel

Editado: 19.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.