꧁dipsomanía꧂

Capítulo 39

𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 39

𝒰𝓃𝒶 𝓋𝑒𝓁𝒶𝒹𝒶 𝒸𝒶𝓈𝒾 𝓅𝑒𝓇𝒻𝑒𝒸𝓉𝒶 

________! CC ¡__________

 

Ya había pasado dos meses desde el matrimonio de Vivian y Roxan. Lo único que ahondaba en mi mente estos días eran: los reportes semanales de Amber, ella me había comentado que el lunes próximo irían finalmente al nuevo local, se habían retrasado por la poca demanda del burdel estos días; el examen de admisión de la universidad que presenté hace una semana, había estado tan nerviosa en ese momento que sentí que vomitaría por toda la sala de Miranda, ya que ella me había prestado su computadora para poder dar el examen. Arti y Gal eran mi único consuelo en realidad, el poder estar relajada al volver a casa en su auto era gratificante.

Pero ahora…ahora estaba tarde. Buscaba debajo de mi cartera la brocha que perdí, mi cabello caía sobre mi rostro dificultándome la visibilidad. Ahogué un grito que hizo saltar a mi amiga.

–CC cálmate no es tan tarde…– intentó consolarme 

–Mi jefe es el amo de la puntualidad Miranda, nada se le escapa. Y aparte es mi amigo no quiero hacerlo esperar– rebusqué en el bolso de maquillaje junto mío.

–Si me preguntas a mi…no le va a importar porque le gustas– Ángel mordía la manzana sostenida por su mano.

–Pffff…claro que no– agité la mano– solo somos amigos– 

–Un amigo que te invita a una cena elegante en el restaurante más caro de esta parte de la cuidad– arqueó una ceja

Los nervios me carcomían y el no encontrar la estúpida brocha de maquillaje no ayudaba en nada. Mi celular vibró en anuncio de un mensaje 

 

|Mario Cock18:55 pm

CC, ya estoy abajo. Sal por favor

 

No puede ser. Y yo ni siquiera me he puesto el calzado, suspiré haciendo que Ángel se levantara y me tomara de los hombros.

–Escucha. Te va a ir bien ¿Sí? – hablaba serio– porque eres incredible y no dejaras que un tonto restaurante elegante te incomode ¿de acuerdo? – asentí con decisión 

Tomé mi bolso con fuerza y giré la perilla de la puerta. Regresé a ver a mis amigos despidiéndome con un ademán y bajé las escaleras.

Toda la tarde me pasé arreglando en el departamento de Miranda. Ella vivía cerca de la constructora, por lo que aún no me explico porque suele llegar tan tarde al trabajo. 

Mario me invitó el martes a esta velada, lo tomé como una invitación casual hasta que me dijo el lugar de encuentro. Estaba aterrada de que esa gente estirada con vestidos caros me quedara viendo raro. No tenía nada en contra de ellos, pero simplemente sentía que podría no encajar.

 

 Un hombre recargado en el vehículo rojo levantó la mano para que pudiera dirigirme a donde se encontraba. Vestía un elegante terno azul con corbata negra, hacía juego con mi vestido celeste y tacones negros.

–Vaya…–me vio de pies a cabeza 

–¿qué? – pregunté desconcertada creyendo que había algo malo con mi atuendo 

–Te ves hermosa– sonrió ofreciendo la mano para poder subir en su auto 

–Gracias– me subí al vehículo

 

Condujo a velocidad tranquila por un tiempo, en el reproductor de música sonaba: Stayin’ alive de Bee Grees. Movíamos la cabeza con emoción al ritmo de la canción.

Well now, I get low and I get high And if I can't get either, I really try– canté soltando el aire de sus pulmones

Got the wings of Heaven on my shoes I'm a dancin' man and I just can't lose–continuó con entusiamo

You know it's alright, it's okay I'll live to see another day We can try to understand–Alcé un poco mis manos para moverlas a ritmo

The New York Times' effect on man...nanana no me se lo demás–confesó con gracia a lo que ambos reimos. Bajó un poco el volumen del aparato y continuó– ya llegamos 

Delante del auto pude ver un restaurante de tres pisos azotea descubierta iluminada por un cartel enorme. Bajé del auto para poder entrar al establecimiento.

–¿qué te parece? – sonaba algo nervioso

–Elegante…– comenté al ver al resto de comensales por las ventanas del local– muy elegante–

Tragué saliva armándome de valor y entremos. La mesa que mi amigo reservó estaba junto a un ventanal alto apartado del bullicio de la gente, las telas que adornaban colgadas del techo me recordaron a la cena de navidad de la constructora, cuando lo conocí. 

Hizo mi silla para atrás, me senté en ella y él también se dirigió al otro lado de la mesa para poder ocupar su lugar. El jazz clásico que sonaba apenas, me relajaba; el sonido de los cubiertos y el habla de la gente me ponían nerviosa en cambio.

Pasaron el menú y ordené lo mismo que Mario, en realidad no conocía los platillos que describía la carta, no tenían imágenes por lo que no pude ver lo que comería mas tarde. Lo único que comprendí de la orden fue una especie de vino y la lasaña.

Dios, amo la lasaña.

Dos copas relucientes fueron llenadas con el fino licor que el mesero había traído, se veía costoso. Tomé un poco para probarlo y en efecto, era el mejor vino que probé hasta ahora. Y eso que durante todo este tiempo he ingerido mucho alcohol. Puse la servilleta de tela en mi regazo y apoyé mis codos en la mesa.

–Gracias por aceptar venir– dijo él

–No es nada. Es un lugar genial– contemplé a mi alrededor 

–Me recomendaron este lugar y no quería venir solo– quitó las manos de la mesa, haciendo espacio a la comida que estaba siendo servida

–Pues venir a cenar con mi jefe es divertido– bromeé. Claro que era mi jefe, pero antes de eso era mi amigo.

Río dejando a la vista sus blancos dientes y la expresión amistosa que reflejaban sus ojos grises. 

Vi en la mesa y me encontré con una crema de champiñones acompañado de piezas perfectamente cortadas de pan. Tomé la cuchara y me deleité con el sabor del platillo.



#7616 en Novela romántica
#1024 en Joven Adulto

En el texto hay: millonario, vida dura, burdel

Editado: 19.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.