𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 44
ℰ𝓁 𝒸𝓁𝓊𝒷 𝒹𝑒 𝓁𝑜𝓈 𝒸𝑜𝓇𝒶𝓏𝑜𝓃𝑒𝓈 𝓇𝑜𝓉𝑜𝓈
________! Gal ¡_________
–¿Te respondió? – pregunté a la par que conducía tranquilo
–No…lleva días que no me contesta– CC quitó el teléfono de su oreja– ¿Y cómo está Ángel? –
–Él dice estar bien, pero si te soy sincero lo dudo– me encogí de hombros– al menos no renunció–
Jugueteó con sus dedos bajando la cabeza. Está algo triste, ahora su amiga se había ido sin dejar rastro. Ayer fui a su departamento y me dijeron que se fue pagando la última cuota del alquiler.
–Creo que debería hablar con ella…– dijo en voz baja
–CC…es mi amiga. Creo que lo mejor por ahora es darle espacio–
–Es triste que hayan terminado– apretó los labios
–A veces así pasa, pero eso no nos incumbe a nosotros. Lo mejor será apoyarlos y ya–
Si me afectaba ya no tener a mis dos amigos juntos, pero creo que eso es lo malo de que los dos fueran pareja desde un principio. Cada mini discusión que tenían, me ponía en medio de los dos, y me obligaban a decidir a quién apoyar. Pero aun así no puedo creer que se haya acabado.
Una vez en la casa, cenamos y cuando estábamos a punto de subir las escaleras sonó el timbre. Bufé y fui a abrir.
Mi amigo estaba con los ojos y nariz rojos, la camiseta mal acomodada y una mirada perdida
–¿Miranda está aquí? – preguntó con la voz ronca
–No…– respondí y no esperó más para pasar dentro– ¿Qué haces aquí? –
No contestó y se acostó en el sofá poniendo su brazo para cubrir sus hinchados ojos.
–Ángel…– me acerqué
CC estaba a un costado y después de la llegada no se atrevió a subir a su habitación. Solo se cruzó de brazos esperando a ver que sucedía
–Soy patético…– por fin habló
–¿Cómo dices? – regresé mi mirada a él
–Que soy patético ¿de acuerdo? – me miró por el rabillo del ojo– dije que estaba bien, pero en realidad no lo estoy–
Topé su brazo, pero en seguida quitó mi mano enderezándose en el sillón
–Creo que hubiera sido peor si se quedaba conmigo…– limpió su nariz– nunca hubiera tenido la casa y los hijos que me había planeado para nosotros–
–Oye…– intenté que reaccionara
–Pero todo estaba perfecto…– frunció el ceño– ¿Por qué tenía que joderla proponiéndome eso? –
Se levantó de golpe y pateó la mesa de centro haciendo que los adornos cayeran al piso provocando un ruido estrepitoso
–Es una estúpida…– apretó los puños– no…yo soy el estúpido. Nunca me di cuenta que no podría darle eso–
–Escucha…– le quité los lentes ya que estaba haciendo mucha fuerza apretándolos contra su cara– Tú no tienes la culpa. Ninguno de los dos la tiene–
–Pero Gal…esto es diferente– suspiró– yo la amaba…No, todavía la sigo amando–
Apretó la parte de la camisa donde estaba su pecho poniendo una cara pareciendo que iba a ponerse a llorar en cualquier momento.
–La amo tanto que duele…–
–Seguro que ella también te ama así– lo hice volver al sofá
–¿No me escuchas? – frunció el ceño– Amarla duele. Me lastima. Y no puedo hacer nada al respecto–
Me quedé en silencio. CC se acercó para acomodar en su sitio la mesita y mover un poco los pedazos de cerámica rota.
–No puedo respirar sin que me duela…– soltó una risa– quiero desaparecer ahora, y volver cuando ella se haya ido de mi cabeza–
–Verás…– me enderecé, pero no me dejó levantarme. Apretó mi hombro con fuerza haciendo que me doliera la herida del brazo
–¿Qué harías si CC se fuera como ella lo hizo? – mis ojos se abrieron mucho ante la frialdad de las palabras
–No estamos hablando de eso…–
–RESPÓNDEME– insistió
–Me dolería…– lo miré poniendo un rostro firme
Negó con la cabeza recostándose de nuevo
–Pues si…duele…y eso es una mierda– confesó– Nunca podremos tener una boda, ni hijos a los que cuidar. Yo no quiero eso–
Vi a Arti acomodarse entre el espaldar y mi amigo embriagado por la tristeza, lleno de soledad interior y aura melancólica.
–Yo había planeado una vida junto a ella. Claro. Pero era una vida en donde conoceríamos lugares nuevos, probando platillos exóticos y viviendo cada día como si fuera el último– se le escapó una lágrima– ¿Por qué quiere hijos? Nada de eso se puede hacer si tienes hijos–
Tragó saliva tosiendo al instante por la resequedad de su garganta.
–¿Quieres ir a un restaurante aquí cerca? – propuse disponiéndome a ir por las llaves del auto
–Solo pide la comida para llevar– dijo desanimado
¿Qué? ¿Ángel sin querer ir a un restaurante? Eso era tan alarmante como una alerta sísmica. Miré a CC y ella entendió al instante. Pidió comida a domicilio, no importa lo que haya ordenado solo quería distraer a mi amigo por un momento.
–Quiero un perro…se ve que son adorables– comentó con desdén mientras acariciaba el lomo del cachorro– ¿Sabes que no me ha llamado? – me volteó los ojos
–Ni a nosotros– me senté en la alfombra
–Ni una sola vez– suspiró– y me da coraje pensar que algún día encontrará a alguien que le dé hijos y que ese no seré yo–
Se cruzó de brazos aun mirando al techo de la sala.
–Seguro que sus hijos serán preciosos…talvez a uno le ponga mi nombre– dijo con ironía
–No seas tonto– le di un golpecito en el hombro
–¿Qué nombres les pondrías a tus hijos? – Ángel tenía la mala costumbre de sacar subtemas distractorios para su mente, y eso no lo ayudaba
–Sabes que no soy bueno para esas cosas– hice una mueca
–Bueno creo que tus hijos deberían llamarse algo como Clara o Floreta– pensó
–Que nombres tan horribles–
–Esperemos que se parezcan a su madre. Porque tú con esa cara…espero que tus genes no sean dominantes– sonrió mirándome con burla
–Tu eres un duende de oficina– le sonreí de vuelta