𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 45
𝒰𝓃𝒶 𝒽𝒾𝓈𝓉𝑜𝓇𝒾𝒶 𝑜𝓁𝓋𝒾𝒹𝒶𝒹𝒶 | 𝒫𝒶𝓇𝓉𝑒 1
-Dos años antes
___________! Sharon ¡___________
Las guardias matutinas son un fastidio. Estar parada a las seis de la mañana no hará ninguna diferencia. De hecho, hay más posibilidades de que me maten antes de llegar al burdel, que esperar a obtener información de las bandas delincuenciales.
Abracé mi pecho esperando a que el calor de mis brazos aliviara el frio persistente, suspiré dejando ver frente a mí el aliento caliente expulsado por mi garganta.
–Toma…– la pelirroja me puso un saco de lana en los hombros
–Gracias Flach…– acomodé la prenda logrando cubrir todo mi pecho– ¿Tienes clientes? –
–Acabé con dos…– se sobó la espalda baja– esto me está matando enserio–
Apoyadas contra el duro cemento de la pared de la fábrica de víveres abandonada, intentábamos entablar una conversación normal hasta que preguntó insistente, como siempre
–¿Qué pensaste de lo que te dije? – no la miré
–Pienso que es estúpido…– comenté volteando mi rostro
–Seríamos solo las dos…– entrelazó sus dedos con los míos
–Já…– sentí su mano suave hacer contacto con la mía– No podemos simplemente irnos–
–¿Por qué? – frunció el ceño– ¿Aun tienes miedo de Rick? –
–Más que miedo, es pena– solté una risa nasal
–Como quieras…– se separó de mi lado, esperando a que la siguiera, pero no lo hice.
Mi mano quedó un poco elevada extrañando su calor, su sentir, su querer…ahora sin ella junto a mí, la niebla parecía más pesada y el aire más denso. Costaba respirar un poco sin que tus pulmones lloraran de dolor.
Vi por una de las ventanas de la fábrica una luz, seguro era una fogata de algún indigente borracho. Ignoré el hecho olímpicamente apretando mi cuerpo contra la pared para evitar sentir culpa.
…
Al día siguiente fue lo mismo, Flach insistiendo y yo dejando migajas de respuestas inciertas delante de ella. Me asustaba que un día se cansara y se fuera sola, prefería tenerla cerca y tranquila, que lejos y preocupada.
Acomodé mi vestido al salir de la habitación
–Son ochenta– extendí la mano esperando mi paga
–¿Qué? Me dijiste sesenta– el hombre lucía molesto
–Para los nuevos clientes son cien, estoy siendo amable– mentí
Refunfuñó sacando los billetes de su bolsillo y lanzándomelos groseramente, para después irse sin más. Que molestia.
No le vi la cara. De hecho, nunca veo ningún rostro, mi cerebro no guarda los rasgos faciales de las personas. Las diferencio por su voz, lo que hace menos desdeñable a este trabajo.
Volví a lado de la señal de “Pare” en la calle del burdel. Pasé mis dedos por mis labios hinchados y mejillas llenas de maquillaje barato. Cada vez me estoy poniendo más vieja.
Volteé al edificio a mis espaldas, y pude ver el fuego de una fogata encendido, ardiendo sin ningún resentimiento a través de esos tristes cristales rotos. Usualmente los vagabundos no se quedan en ese lugar por la cantidad de ratas que hay, así que me extrañó el hecho.
Mis ojos se abrieron mucho al ver una figura delgada al otro lado de la calle, estaba esculcando el bote de basura metálico buscando algo con desesperación. Me dio tanto asco que casi vomito ahí mismo.
–HEY! – grité esperando a que el individuo regresara a verme
No hizo caso y siguió con su trabajo. Me acerqué con las manos en mi cadera quedando a unos metros de él. Desprendía un olor putrefacto, por las ropas holgadas y sucias que vestía, llevaba un gorro de lana rojo con manchas de dudosa procedencia. Estaba descalzo, con las plantas de los pies llenas de tierra y raspones con heridas abiertas sin cicatrizar.
–Deja de hacer eso…– demandé cubriendo mi nariz para no desmayarme por el hedor– es repugnante. Lárgate–
–Tu eres repugnante…– su voz partida se hizo presente.
–¿Quién carajos te crees? Apestas, tu solo presencia me enferma– hice una mueca de disgusto
Se llenó los bolsillos con latas viejas y algunos retazos de tela. Volteó dejándome ver su rostro pálido y desnutrido, con el hueso de la mandíbula y los pómulos muy marcados. La ropa claramente le quedaba gigante, así que no me imagino como debe de estar su cuerpo.
–¿Qué? – preguntó mirándome con los ojos negros sin algún tipo de brillo en ellos
–Que mierda…– noté su cabello mal cortado y grasiento, su nariz rota y el lastimado de su cuello
Me ignoró y se fue a paso lento, cruzando la acera para llegar hasta las grandes puertas metálicas verdes de la fábrica abandonada. Los muros graffiteados sostuvieron su débil cuerpo antes de llegar dentro.
Es una chica…
Mis ojos expresivamente abiertos se quedaron pasmados en mi rostro confuso. Igual me da asco.
…
–¿No te dije ya que eso era asqueroso? – me apoyé en el marco de la puerta metálica
Ella estaba comiendo carne un poco cruda, esperando impaciente que me fuera para deleitarse con el sabor nauseabundo de la comida.
–¿Qué quieres, puta? – su garganta estaba seca dificultando su habla
–¿Qué te pasó? – pregunte hilarante
No me contesto, pero sus cejas fruncidas y mandíbula apretada, me dieron una clara respuesta. Que me fuera.
–Vaya…eso debe de saber horrible– reí un poco
Se sentó del otro lado del tronco dándome la espalda, el fuego seguía encendido. Noche y día desde hace unas semanas atrás.
–Esto hará que mi nivel de asco se reduzca…– hice rodar una lata de sopa instantánea en el suelo hasta que impactó con el barril en llamas.
Miró el ofrecimiento con el rabillo del ojo y chasqueo la lengua con molestia.
–¿Qué esperas? ¿Un “gracias”? Ya lárgate– agachó su cabeza.
Era una mujer lo bastante perceptiva para saber que debajo de esa capa grotesca solo se escondía una niña aterrada. Con sus extremidades débiles y el terror desbordando por sus acciones. Di un paso atrás haciendo que el sol inundase mi rostro.