Alara y Satele entraron a la bóveda luego de pasar las pruebas que los jedis habían dejado para ellas. Solo tuvieron que resolver un enigma, responder unas preguntas sobre el código y saltar sobre un abismo con la ayuda de la Fuerza. La primera sorpresa fue que la bóveda resultó ser una tumba sith, la segunda fue encontrar a un sith en trance dentro de un ataúd de cristal. El amuleto que buscaban estaba sobre su pecho y ambas intercambiaron una larga mirada sin saber qué hacer.
“Es un sith…” Dijo asombrada Satele.
“Solo he leído sobre esos contenedores de estasis.” Dijo sorprendida Alara.
El ataúd era de cristal y se ajustaba perfectamente al tamaño de su ocupante, que incluso estando en estasis emanaba una densa oscuridad.
“¿Estarán buscando al sith o al amuleto?” Preguntó sin cuidado Satele. “Esto se está complicando, Alara.”
“No lo sé…” Dijo pensante la gris. “Tendremos que ocuparnos de esto más tarde…” Agregó mientras sacaba el holo de su cinturón. “Aseguramos este… lugar. Artemios y Vatse, los necesito aquí.”
“Estamos un poco ocupados, maestra.” Dijo divertido el sith.
“Lo dice el sith que mira la pelea desde lejos.” Dijo jocosa Shia. “Ve con ellos, nosotros terminamos con esto.”
“En camino.” Dijo divertido el sith.
“¿Cómo está todo por ahí?” Preguntó con cuidado Alara.
“Xaos y Umbra están peleando con los siths, el ritual ha sido detenido con éxito.” Dijo por el comunicador Vatse. “Ahora mismo estamos yendo hacia ustedes.”
“Chicas, si necesitan ayuda estamos listas.” Dijo pensante Alara.
“No te preocupes, Erdos y Lura ya están encerrando a los soldados. Miri derrotó a uno de esos siths y por lo que veo Xaos y Umbra están haciendo gala de sus títulos sith.” Dijo divertido Shia. “No te preocupes, te mantengo informada.”
Satele estaba revisando el lugar sin saber qué pensar.
“¿Por qué estaban manteniendo este lugar? No tiene sentido…” Dijo pensante Satele.
“Tal vez era tan poderoso que solo pudieron dormirlo para derrotarlo.” Dijo al aire Alara.
“No lo creo, podrían haberlo desconectado de la Fuerza.” Dijo con seriedad Satele. “Esto tiene sentido si un sith lo encerró para… no sé, usarlo para un ritual o leer su mente por información.”
“Eso tiene más sentido.” Dijo pensante Alara. “Sea cual sea la razón, no quiero ver a este hombre despierto… Su aura es pesada y horrenda.”
“Ese ataúd parece estar sosteniéndolo a través del tiempo.” Dijo pensante Satele. “Dejemos ese amuleto con él, no podemos saber qué pasaría si lo abrimos para removerlo.”
“Lo importante es que no caiga en las manos de Malgus.” Dijo al aire Alara. “Gracias por ayudarnos.”
“Es mi deber, Alara. Además… ustedes no parecen ser lo que Shura dice, están haciendo nuestro trabajo con valor y dignidad.” Respondió con seriedad Satele. “Creo que la Orden necesita nuevos líderes.”
“Ahora suenas como mi Shin.” Dijo divertida Alara. “Espero que esté bien…”
Artemios y Vatse aparecieron por la entrada para acercarse al ataúd. Artemios no lo podía creer y estaba esperando a que Vatse lo mirara.
“Eso es el Amuleto de Muur.” Dijo asombrado Vatse. “No conozco al sith.”
“Esto tendría que haber sido destruido en las guerras mandalorianas…” Dijo al aire Vatse.
“Parece que no.” Dijo pensante Artemios. “¿Quién ese sith?”
“Deberíamos estudiar el templo.” Dijo entusiasmado Vatse. “Este lugar debe estar abandonado desde la época del Triunvirato.”
“Tus archivistas son extraños, Alara.” Dijo divertida Satele.
“Así son…” Dijo pensante Alara. “No van a quedarse aquí a estudiar, ya estuvieron demasiado tiempo en este planeta.”
“Solo unos días, maestra.” Dijo jocoso Artemios.
“No necesitamos más, mientras tanto puedes poner en orden el planeta.” Dijo divertido Vatse.
“No puedo con ustedes ahora… Tengan cuidado, iremos a ver cómo están los demás.” Dijo cansada Alara. “Dos días, luego vamos a buscar a Shin… Si es que Mirabella no tiene más problemas para darnos.”
“Dos días.” Dijeron al unísono.
Satele la siguió de cerca mientras ella pensaba en cómo iba a rescatar a su prometido sin perder a la galaxia en el proceso.