Disfrutando el dulce néctar de tus labios

Capitulo VI

Robert

No puedo creer que me haya quedado hipnotizado con esa chiquilla con quien torpemente tropecé, quería ser un arrogante con ella pero me salió mal la jugada; probar sus labios ha sido mi perdición, parecía ser la primera vez que alguien la besa y me entusiasma pensar en eso ¿Acaso será virgen? Niego con mi cabeza, no lo creo, una chica tan hermosa como ella... no puedo dejar de pensar en ella.

La verdad metí la pata en volver al instituto solo para verla, no me contuve en besarla y por eso nos vio el Señor Fuentes, no había nadie más en la parte trasera del instituto, solo nosotros y aproveche mi oportunidad de acariciar su delicado cuerpo; la quería cerca de mí, la quiero pegada a mi… No sé qué es este deseo incontrolable de verla, besarla y abrazarla, sus ojos azules me hacen sentir vivo ante todos mis demonios.

El celular suena sacándome de mis pensamientos, desde hace una semana que paso lo del amargo encuentro con el señor Fuentes no he tenido tiempo de ir a ver a mi chiquilla, me estoy volviendo loco con la universidad y mi trabajo de medio tiempo en la empresa del amigo de mi padre; el señor del Villar es un gran jefe, no necesito el trabajo, solo lo hago para demostrarle a mi padre que puedo hacer ambas cosas: trabajar y estudiar, así confía en mí y me deja hacer lo que yo quiera.

El insistente sonido me desespera, descuelgo la llamada viendo que se trata de mi hermano gemelo Rick.

-¿Qué quieres?— respondo desinteresado.

-¿Así saludas a tu hermano favorito?— dice indignado.

-Dime que se te ofrece Rick, estoy algo ocupado— digo con cansancio.

-La verdad es que alguien ha estado preguntando por ti en el instituto, pensé que te interesaría, pero veo que te molesta mi llamada— finge estar triste y entro en curiosidad.

-¿Quién ha preguntado por mi querido hermano?—pregunto emocionado a la expectativa de que sea ella.

-¡Ah! Veo que has cambiado de actitud, así me gusta— bromea.

-Déjate de payasadas y dime de una vez— insisto.

-Una chica no muy agraciada, con cabello castaño…

-¿Y ojos azules?— interrumpo.

-Sí, ¿Acaso tienes algo con ella? Sabes lo que dijo papa acerca de las chicas en tu vida— me molesta que me recuerde, es una de las condiciones de mi padre para dejarme trabajar “nada de novias”

-Lo prometí— pero no puedo cumplir con semejante chiquilla que me enloquece con solo pensar en ella y el dulce néctar de sus labios.

-Y lo estas cumpliendo, ¿no?— suspiro.

-No es mi novia, solo hablamos y ya— miento, pero no tiene que saberlo.

-Te gusta esa chica tan…— se queda callado como pensativo.

-¿Tan qué? Habla— le repico.

-Es algo desarreglada y anticuada a simple vista— no me fije en su forma de vestir, sino en su dulce y hermoso rostro, su cuerpo parecía delgado al tocarlo.

-Nada es lo que parece hermano— se ríe.

-Ya hablas como nuestra madre— ruedo los ojos aunque no me ve.

-Sí, ya cuelga estoy haciendo mis tareas para salir del trabajo temprano— escucho un resoplo y cuelgo.

“Mi chiquilla me extraña, iré a verla al salir”. Con ese pensamiento ordeno todos los documentos en el archivador, organizo la lista de quehaceres en el computador y voy a la oficina de mi jefe a ver si se le ofrece algo.

-Buenas tardes señor—saludo al ver la puerta de la oficina abierta.

-Buenas tardes joven Peralta, pase por favor— me indica que me siente en la silla frente a su escritorio.

-¿Se le ofrece algo señor?— pregunto con cautela, me mira y sonríe.

-Sí, me gustaría que se casara con mi hija— lo miro con el entrecejo fruncido, lo dice de una manera melancólica.

-Lo siento señor, pero no creo que eso se pueda hacer, soy muy joven para casarme, lo apropiado seria que yo terminara mis estudios y tuviera un trabajo estable para cuidar de ella—sonríe complacido y se levanta de su asiento abrazándome, me parece algo extraño.

-Me gusta como piensas muchacho— me da palmadas en el hombro y carraspea— bueno si prefieres puedes hacer todo eso de estudiar, convertirte en un profesional para hacerte cargo de mi empresa y casarte con mi hija, ¿Qué te parece?— lo miro asombrado, ¿Por qué insiste tanto en casarme con su hija?

-Tendré que pensarlo señor— me mira y sonríe algo triste.

-La vida es dura joven Peralta, a veces quisieras tener tiempo para vivirla a tu manera y disfrutarla, pero sabes que tienes un límite, cuando te casas debes velar por el bienestar de tu familia; lo peor es que no sabes que corta puede ser sino sabes disfrutarla con las personas que amas, sientes que se te escapa de la mano eso que tanto anhelas en mantener a salvo— lo escucho con atención y lo miro con pena.




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