Disfrutando el dulce néctar de tus labios

Capitulo IX

Natalia

Mi madre es una arpía, como se atreve a decirle esas cosas a Robert, amenazarlo para que no esté conmigo, es el colmo, desde que salí de casa no puedo parar de llorar, trato de respirar profundo pero no funciona, con solo recordar toda esa conversación me agobia una rabia interminable.

-Llegamos señorita— me avisa Paul.

-Gracias Paul, dame un momento— inhalo y exhalo hasta calmar mi llanto.

Salgo del auto y voy directo a clase sin mirar a nadie. Llego a clase y mi amiga Ally está conversando con un grupo de chicos, la saludo con la mano y tomo asiento.

Paso el día distraída, sin ánimos de nada, no preste atención a la clase, no probé el almuerzo y mucho menos quise hablar con mi amiga. No deseo ir a casa, voy camino al parque del instituto ida en mis pensamientos, de repente siento que alguien choca conmigo.

-Lo siento, yo…—se disculpa y trato de ignorarlo—oye tu… eres la chica que preguntaba por mi hermano—alzo la vista y es el hermano de Robert.

-Hola, si, disculpa debo irme— me toma de la mano para detenerme.

-¡Espera! Hablemos— trato de soltarme de su agarre.

-Suéltame, no quiero hablar— me suelta, pero no me da espacio para seguir.

-Oye, ¿te ocurre algo?— pregunta interesado.

-Te dijo que la dejaras hermano— volteo y trago en seco, saberlo aquí quiere decir que me está buscando.

-¡¡Oh!! El príncipe vino a rescatar a su princesa— se burla.

-¡¡¡Cállate y vete ya!!! Debes tener entrenamiento— le dice amargamente.

-Si claro, adiós chica— se despide.

Siento los brazos de Robert rodearme y suspirar sobre mi cabeza. Se queda así un rato y me siento protegida.

-Te quiero preciosa, aunque tengamos poco tiempo juntos siento que no puedo vivir sin pensar en ti— me voltea y me mira a los ojos— no quiero verte llorar.

-También te quiero— las lágrimas salen descontroladas y me abrazo a su pecho.

-Shh… estoy aquí mi chiquilla, todo está bien— me retira y toma mis mejillas para luego besarme.

Después de un rato me lleva a un lugar detrás de los árboles del parque y saca unas mantas, las coloca en el suelo y me invita a sentarme.

-Nadie nos va a separar chiquilla, ni tu madre— advierte.

-Quiero estar siempre contigo— me abraza con fuerza.

-Y yo también— mi cuerpo tiembla de deseo por tal cercanía, creo que me estoy volviendo adicta a él y a su manera de poseerme.

Me separo y quito mi blusa, se queda expectante viéndome y admirándome, tomo sus manos y lo hago tomar mis senos acariciándolos, me acerco y lo beso con ternura a lo que me recuesta sobre la manta acariciándome las piernas subiendo mi falda besándome con pasión. Besa todo mi cuerpo y quita mis bragas, se coloca de rodillas para bajar sus pantalones y se introduce en mi entrada, dando movimientos suaves y delicados, comienzo a moverme debajo de su cuerpo lo que lo hace gruñir y aumentar sus embestidas. Succiona mis senos y me estremezco, me encanta cada caricia, me siento segura y amada entre sus brazos; seguimos amándonos entre gemidos y suspiros, hasta llegar al punto en que nuestros cuerpos gritan de gozo.

-Me encantas chiquilla— dice con la respiración entrecortada por el cansancio.

-Y tú a mi extraño— se ríe por mi manera de llamarlo.

-Estaremos juntos, te lo juro, apenas cumplas tu mayoría de edad nos casamos- promete con decisión, me levanto y lo observo dudosa.

-¿Estás seguro de arriesgarte hasta ese punto?— pregunto con nerviosismo.

-Claro que si preciosa, hablare con tu padre y seremos uno solo, te lo prometo— me abrazo a él con fuerza, espero no sea un sueño y si lo es que nadie me despierte.

Nos despedimos con un hasta luego cargado de esperanzas e ilusión. Al llegar a casa me sorprende ver a mi madre en la puerta con cara de molestia, debería de estar viajando; camino hacia ella disimulando los nervios y bajo la mirada.

-Buenas tardes madre— hace una mueca y entra a la casa, la sigo.

-Tengo que contarte algo, ve a la sala con tu padre— asiento y me dirijo a la sala.

Veo a mi padre sentado leyendo el periódico y le doy un beso en la mejilla, me mira y sonríe, da palmadas a su lado para que me siente.

-Está decidido princesa— lo miro dudosa.

-¿Qué padre?— sonríe con tristeza.

-Te casaras con Robert, te espero mañana al mediodía en el tribunal, te recogerá Nicolás al instituto— susurra y lo miro asombrada.

-Pero padre, soy menor de edad— le explico.

-No hay problema, firme una autorización para que se casen, será algo sencillo porque no quiero que tu madre se entere, ella oculta algo y sé que no es nada bueno, quiero dejarte con alguien que pueda cuidar de ti y sé que el joven Peralta lo va hacer— me toma de las manos y me mira suplicante.




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