Disfrutando el dulce néctar de tus labios

Capitulo XVIII

Natalia

Son muchos días los que llevo sumergida en esta oscuridad, solo le pido a Dios que cuide de mi bebe, que nada malo le pase yo hare mi mayor esfuerzo para soportar cada día, solo un milagro puede salvarnos y tengo la esperanza que tarde o temprano pasara. 

No sé cuanto tiempo ha pasado pero estoy agotada, mis piernas siguen acalambradas y mis ojos duelen por querer ver algo de luz, sigo igual desde el día que me trajeron acá, amordazada, mis ojos cubiertos y en la misma posición, acostada en un mullido colchón, solo destapan mi boca para comer e ir al baño, ya que últimamente solo me dan pan y agua, además de las náuseas inmensas que he sentido estos días, sé que es por el embarazo, pero no se los hago saber, mis secuestradores solo vienen a jalonear mi cabello o tirarme agua helada, algunas veces escucho a una mujer gritar histérica decir que todo es mi culpa, pero la verdad no me dan razones de por qué estoy aquí.

Extraño mucho a mi pequeña Azucena y los dulces besos de Robert, al principio lo odie porque me recordaba cómo fue su trato hacia mí el último día de vernos, el hecho de no tener la seguridad de decirle de nuestro bebé fue culpa de su arrebato cuando nuestra hija le dijo que quería un hermanito; sin embargo, lo excuso con la idea de que estaba estresado y preocupado por el bienestar de la familia, hay días en que recuerdo los momentos que disfrute junto a su lado, llenos de pasión y felicidad, esos momentos en que éramos uno solo y me siento con fuerza de continuar, pero esos mismos se desvanecen cuando llega esa persona a maltratarme, como ahora...

-Eres una perra, porque tienes que arruinarlo todo— me grita la mujer jaloneando mi cabello, solo puedo hacer leves quejidos porque estoy amordazada.

-¡Dejadla ya!— grita una voz masculina.

-Tiene toda la culpa de que mis planes se arruinen— dice tirándome al suelo frio.

-La culpable eres tú por no ser lo suficiente mujer para que ese hombre lo deje todo por ti muñequita— dice de forma burlona.

-Eso no me decías anoche perro— dice ella de una forma que no pude descifrar.

De repente siento una patada en mi espalda e inmediatamente me coloco de forma fetal para proteger a mi bebé. Sus risas me estremecen “¿qué quieren de mí, serán capaces de matarme?” me entra un escalofrío por ese pensamiento.

-Trata de no maltratarla tanto no será divertido cuando llegue la señora— la mujer se ríe de forma seca.

-Mi madre no quiere saber nada de este estorbo, solo quiere que me folle a ese papacito y lo tenga comiendo de mi mano, ya verás que lo hare olvidar de esta zorra y me quedare con su maldita empresa— dice de forma despectiva y entiendo su enfado.

-Vos sabes lo que haces, no me meto en eso— dice el hombre quitándole importancia.

-Sos el indicado de quitarme las ganas que me dejo el maldito e irresistible papacito empresario— se hizo un corto silencio y luego se escuchó como si se estuvieran besando, seguido de gemidos, jadeos y gruñidos por parte de ambos.

No puedo creer que lo hagan cerca, me empujan y siento como se acuestan en el colchón donde yo estaba, siguiendo con sus  sonidos morbosos,  siento una arcada que trato de controlar pues tengo la boca tapada y eso sería asqueroso, trato de pensar en otras cosas hasta que todo pase. 

Luego de un rato escucho abrir la puerta y varios pasos, parece que se van y me dejan aquí tirada en el suelo.

-La próxima vez hagamos algo divertido con tu estorbo— escucho decir al hombre— se nota que tiene lo suyo- susurra pero pude escuchar.

-Veamos que tiene de bueno la zorra, veo que te excita solo pensar las perversidades que puedes hacerle— escucho que se ríen y cierran la puerta.

Siento pánico al escuchar decir esas últimas palabras, solo rezo para que esto acabe de una vez por todas, sé que Robert no le hará caso, debe estar preocupado por mí buscándome, espero sea capaz de encontrarme, quiero volver a verlo y a mi pequeña, “por favor padre ayúdame” suplico en mis pensamientos. Escucho que vuelven a abrir la puerta y entro en pánico, siento que me agarran del brazo y me retuerzo para que me suelte, pero me agarra del otro brazo y me levanta, con un poco de fuerza me remuevo hasta soltarme, pero caigo en el colchón y pego un pequeño grito.

-Calma chica solo vine  darte de comer— esa voz...—ahora no grites, me mandaron a darte de comer— ¿dónde he escuchado esa voz?

-Tu... tu eres...

-Solo vengo a ayudar a que estés bien alimentada, aunque no debería estar hablando contigo, solo abre la boca—abro la boca y dejo que me alimente, pero no dejo de pensar que esa voz es la de aquella persona, la escuche esa vez, aun así no la he olvidado.

-Dime ¿Qué haces acá?— escucho que se ríe, pero no me molesta.

-Acá trabajo señorita, estaba fuera haciendo algunos quehaceres pero apenas llegue me mandaron a alimentarla—explica sin ser rudo.

-¿Cuánto tiempo estuvo fuera?— interrogo.

-Es muy curiosa y por sus rasgos se ve que es muy bonita, me recuerda a alguien especial...




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