CAPITULO 33
CASSANDRA
- ¡para de reírte!
- es que a ti nada más, puede ocurrirte algo así
- ¡fue muy bochornoso!, no te imaginas las ganas que tenia de matarlos en ese momento – Sandra se reía a no más poder mientras yo arreglaba mis cosas – ¿y como se lo tomo Sebastián?
- se lo tomo muy bien, aparentaba estar cabreado, pero lo conozco y en el fondo se estaba riendo de la situación ¡el muy malnacido! – en la noche había intentado hablar pero al ver mi enojo prefirió callarse
- ¡no es su culpa!
- lo sé, pero aun así tiene la culpa de no haberme avisado que venía con sus amigos – suspire cansada recostándome en el sofá, no sabía si seguía irritada por lo de anoche o porque era otro día más sin saber qué hacer con mi vida
- ¡ey! ¿has hablado con mamá del trabajo?
- por ahora Lucero es la prioridad, no puedo creerme que sea nuestra prima ¡ay, Dios por que me castigas así! – Sandra volvió a reírse de mi ocurrencia
- pues tengo que volver al trabajo, así que te dejo con tus que haceres de ama de casa
Me despedí de ella y contemple por un momento el techo, me levante sorprendida al comprobar que me había memorizado cada grieta, estaba segura de que podía señalar cada defecto.
- ¡tengo 25 años y mi vida no tiene sentido! – dos pares de orejas apuntaron a mi dirección – ¡y estoy hablando con dos conejos!
Esta situación tenía que cambiar, me di un largo baño y me aliste para ir en busca de un trabajo, ¡no podía seguir esperando que mi madre me devolviera el trabajo!, después de ingresar mi CV en tres pequeñas editoriales solo quedaba esperar que me llamaran.
Ingrese a una cafetería para mi buena dosis de cafeína, la empleada era una señora muy amable y divertida que al verme un poco desanimada intento levantarme el ánimo.
- a tu edad la gente tiene 2 tipos de problemas: amor o trabajo ¿Cuál de ellas es jovencita?
- trabajo – confese sinceramente
- de repente ahí encuentres algo que te sirva – dijo señalando un pequeño tablón en la esquina del local – ahí puede estar lo que necesitas
Agradecí a la amable señora, y me acerque a curiosear, había un monto de ofertas para todo tipo de trabajo, una en especial llamo mi atención. El papel de rosa chillón me invitaba a darle una ojeada, sonreí al leer la pequeña nota ¡era justo lo que necesitaba!
Tres horas después llegue al pequeño bar, la melodía del ambiente me envolvió, la voz me cautivo. Había un hombre cantando, tan ensimismado y metido en el momento que parecía perdido del ahora, él estaba en un lugar, ajeno de la gente; transmitía dolor, si tuviera que averiguar en donde estaba en su mente, apostaría que estaba en el pasado.
Me acerque a la barra y pregunte por el anuncio, espere un momento hasta que se me acerco una joven, parecía tener la misma edad que yo.
- hola, soy Cassandra – dije educadamente y extendí la mano
- hola, yo soy Evie – contesto, me percate que no me miraba a la cara
- y yo Emir – contesto un hombre que apareció de la nada y acepto mi mano – pequeña, yo me encargo
- claro que no, tú la vas a espantar – contesto - Emir es el que dirige el negocio pero yo soy la dueña
Se notaba muy orgullosa de ese hecho, nos acercaron unas bebidas y me percate que Emir ponía con cuidado el vaso frente a Evie, me quede quieta un instante al percatarme que Evie era ciega, estaba claro que era una idiota por no percatarme de ese hecho antes.
- el que canta es mi hermano Adrián además toca el piano muy bien, él se va a tomar un descanso – dijo – así que necesitamos que alguien lo cubra
- yo he cantado antes en un bar – conteste un poco nerviosa, ese tal Emir me miraba y evaluaba cada uno de mis movimientos como halcón
- pues cerramos a las 2 de la mañana y abrimos a las 6, así que decide en que horario quieres mostrarnos tu talento – dijo Emir
- ¡Emir! – dijo enojada Evie
- ¡¿Qué?! No la vamos a contratar sin haberla odio y ahora no hay tiempo – me miró fijamente, revise la hora y faltaban 5 horas, lo pensé y decidí quedarme ¡total no había que hacer en casa! Y Sebastián estaría de turno hasta tarde.
- me quedo – conteste decidida, Evie me sonrió; pero el tipo solo frunció el ceño, después de decirme que después de escucharme decidiríamos los términos del contrato, se fue llevándose a Evie.
El hombre se mostraba muy protector con la dulce Evie y podía imaginarme porque tenía tanto recelo de personas extrañas, la gente podía a llegar ser muy mala y desagradable; y eso lo sabía por experiencia.
Me senté en un rincón oscuro y espere, la música era triste, el hombre de verdad sabia transmitir dolor y sufrimiento, Evie había venido en dos momentos para comprobar que no me había ido, cuando poco a poco el bar se fue vaciando, ella regreso pero acompañada de Emir, se sentaron en silencio conmigo escuchando las ultimas melodías del piano.