Alara no veía a Shin desde hace unos meses y lo estaba extrañando, más que nada porque no había nadie que la molestara como él. Iba a encontrarlo en la sala de meditaciones, donde estaba entrenando con Vatse. Ella había estado ocupada con algunos asuntos de la Orden y un seminario en Tython. Su padawan, en cambio, había estado trabajando con Syo y Kysho por varios rincones de la República. La puerta se abrió para encontrar a su alumno rodeado de drones. Estos daban vueltas a su alrededor mientras Vatse hablaba en voz alta.
“No basta con detenerlo con tu telequinesis, tienes que… detenerlo por completo, desde adentro, desde la Fuerza.” Decía con autoridad Vatse. “Imagina que… su interior es el motor de uno de esos camiones que arreglabas con tu padre, para detenerlo por completo tienes que detener todas sus partes, cada una de ellas para que tu padre no pueda repararlo. Cada pistón, cada válvula, cada junta, cada parte…”
Shin estaba tan enfocado en lo que hacía que no notó su presencia. Saludó con la mirada a Vatse para sentarse en el suelo a espiarlo por un rato. Su padawan aplastó un dron con un gesto de su mano.
“Eso es telequinesis, Shin.” Dijo con firmeza Vatse. “No tienes que agarrarlo, tienes que detenerlo.”
Shin cerró los ojos mientras juntaba las palmas de sus manos frente a él. Todos los drones a su alrededor empezaron a volar más lento.
“Eso está mejor… Ahora tienes que enfocarte en uno, es difícil detener varios objetivos al mismo tiempo.” Dijo pensante Vatse.
Shin apretó las manos para que uno de los drones empiece a brillar en un tenue violeta. Al cabo de unos segundos se detuvo el aire por completo.
“Buen trabajo, recuerda esa sensación, esa conexión con el dron.” Dijo contento Vatse.
Shin abrió los ojos para ver lo que había hecho, pero al cabo de un segundo todo volvió a la normalidad.
“¿Estás bien? Afectar a los drones es más difícil que usarlo con algo vivo.” Dijo pensante Vatse.
“No te preocupes, es más cansador de lo que parece…” Dijo al aire Shin.
“Tienes visitas…” Dijo divertido el rodian.
Shin se dio vuelta para ver a su maestra. Saltó rápidamente para acercarse a saludarla.
“¡Maestra!” Dijo sonriente Shin.
Alara notó que estaba más grande que antes. Su espalda era más ancha y estaba segura de que había crecido unos cuantos centímetros. Su cabello estaba atado en una hermosa cola de caballo.
“No vayas a ningún lado, tengo algo para ti.” Dijo contento para marcharse corriendo.
Alara lo siguió con la mirada sin poder decir nada.
“Buenos días…” Dijo mirando a Vatse.
“Caballera, Shin te estaba esperando.” Dijo pensante Vatse. “¿Cómo está todo en Coruscant?”
“Muy bien, Kysho te estaba buscando.” Dijo pensante Alara. “Yo no le traje nada…”
“No creo que le importe demasiado.” Dijo divertido el rodian. “¿Es cierto lo que escuché?”
“¿Acerca de él? Sí, vengo a darle su primera misión en solitario.” Dijo divertida Alara. “Yo todavía tengo algunas cosas que hacer con mi maestro… ¿Cómo sabes eso?”
“Puede que Aola hable conmigo como si fuera uno de ustedes.” Dijo pensante Vatse.
“Es normal, es fácil hablar contigo. Siempre tienes opiniones maduras y respetables…” Dijo divertida Alara.
Shin entró corriendo con algo en sus manos.
“Nos vemos luego, Shin.” Dijo Vatse para dejarlos a solas.
Shin le mostró su chaqueta. Estaba limpia y parecía pulida, ya que su cuero negro brillaba bajo las duces de la sala.
“¿Para mí?” Preguntó avergonzada Alara.
“Te dejé algo en tu habitación también, pero esto…” Dijo sonriente Shin. “Ya no me queda y no quiero que quede olvidada en un guardarropa. La última vez que nos vimos te quejaste de tu falta de bolsillos, así que aquí tienes unos cuantos más.” Agregó mientras la ayudaba a ponérsela. “Te queda perfecta.”
“Gracias…” Dijo apenada Alara.
La chaqueta olía a su aprendiz.
“De nada.” Respondió sonriente Shin. “Estaba por enviarte un mensaje…” Agregó mientras se rascaba la cabeza. “Pero no sabía si te molestaría…”
“Siempre puedes contactarme, padawan… Deberías usar ese holo que tienes.” Dijo Alara mientras se acomodaba la chaqueta. “Ahora siento que te debo algo.”
“No me debes nada, Alara…” Dijo divertido Shin. “En un momento pensé que me estabas esquivando…” Agregó mientras empezaban a caminar.
“¿Qué te hizo pensar eso?” Preguntó avergonzada Alara.
Una de las razones por la cual se había separado de él era esa. Necesitaba un tiempo para entender lo que sentía en su corazón.
“No sé, es raro que me llame Syo para decirme que hacer cuando tú eres mi maestra.” Dijo pensante Shin. “Pero, bueno, solo te estaba extrañando. Estoy acostumbrado a pasar mi tiempo contigo.” Terminó sonriente.
Alara se sonrojó al instante.
“Yo… yo también te extrañé… un poco.” Dijo apenada. “No tenía a nadie que me moleste como tú…”
“Eh, hasta sueno como una molestia.” Dijo divertido Shin. “La próxima vez voy a cambiar de piloto…”
“Gracias por llevarte a Lyrian…” Dijo sonriente Alara mientras entraban al comedor.
El bullicio los envolvió rápidamente.
“¿Cómo te fue en Coruscant? ¿Ya tenemos algo para hacer?” Preguntó sonriente Shin mientras la ayudaba con la comida.
“Sí…” Dijo pensante Alara. “Ya hablaremos de eso. Alguien me dijo que debería regañarte por no seguir las órdenes de un maestro…”
“No fue mi culpa, Syo me dijo que tenía que custodiar a esa espía…” Dijo divertido Shin. “Ella empezó a moverse por todos lados y terminó en problemas…”
“Custodiar es observar desde la distancia, Shin… No pelear con una docena de criminales de poca monta en Nar Shaddaa.” Dijo ofuscada Alara mientras se sentaban.
“Yo…” Dijo apenado Shin. “No voy a disculparme, alguien tenía que salvarla y se supone que nosotros somos ese alguien.”
Todo el tiempo que había pasado lejos de él no había cambiado lo que sentía. Su pena y esa pequeña rebeldía eran parte de lo que amaba.
“Lo sé, Shin. Mi maestro me contó la historia para alardear de tu heroísmo…” Dijo al aire Alara. “Todo terminó bien, solo recuerda que todas tus acciones tienen reacciones. Podrías haber desatado una guerra de pandillas o algo parecido al afectar el balance en un lugar tan sórdido como Narsh.”
“Puede ser, es difícil tomar decisiones de ese tipo cuando le están apuntando con una docena de pistolas a una mujer…” Dijo pensante Shin. “¿Qué escuchaste de mí?”
“Ah, Kysho me dijo que habías tenido problemas en los pantanos de Naboo.” Dijo jocosa Alara.
Shin cruzó los brazos detrás de su cabeza.
“No me gustan los pantanos…” Dijo ofuscado el joven.
“Pero también me dijo que salvaste su nave.” Dijo pensante Alara.
“Siguen sin gustarme los pantanos.” Dijo sonriente Shin.
El padawan sintió un poco distante a su maestra.
“¿Hice algo más?” Preguntó con curiosidad.
“No… que yo sepa.” Dijo confundida Alara. “¿Por qué preguntas?”
“No lo sé…” Dijo pensante Shin. “Siento que no me quieres en la mesa…”
“¿Por qué no te querría en la mesa?” Preguntó divertida Alara para cambiar de tema. “Extrañaba almorzar contigo…” Agregó sin cuidado.
“No lo sé… Syo dice que suelo leer demasiado a las personas…” Dijo pensante Shin. “Supongo que me falta entrenamiento todavía.”
“No digas eso.” Dijo sin querer Alara. “Eh… lo que quiero decir, es que es normal que leas mejor a las personas que nosotros. Tú tienes más… experiencia en no ser un jedi.”
Shin se rascó la cabeza.
“Puede ser… ¿Cómo te fue en el seminario?” Preguntó con curiosidad Shin.
“Ha sido interesante. Shura quiere cambiar un poco lo que estudian los aprendices y creo que quieren empezar a ampliar un poco los trabajos de la Orden. Por lo que estaban diciendo quieren que los Buscadores y los Vigilantes empiecen a viajar en grupos más variados. Ch’Chok quería reinstituir a los Exploradores también. Supongo que falta un poco de debate todavía…”
“Leí sobre ellos…” Dijo pensante Shin mientras para luego terminar su comida. “¿Quieres meditar un rato?”
“Por supuesto.” Dijo pensante Alara mientras el padawan se marchaba con las bandejas.
Alara caminó junto a su padawan por los pasillos del templo para llegar a una de las salas de meditación. Shin se sentó a su lado para luego cerrar los ojos. Alara, en cambio, se quedó mirándolo, ya que ahora parecía una persona nueva. Su postura era excelente y su cabello ordenado. Su túnica estaba limpia, cosa que era extraña, y tenía su blaster en el cinturón. Su espada estaba bien mantenida y parecía que le había cambiado el activador. Alara notó que podía mirarlo todo el día, pero decidió que lo mejor era meditar un rato a su lado.