Shin se despertó con la cara de Lira sobre él mientras sentía dolor en sus hombros. Las tibias piernas de su amiga lo estaban sosteniendo cómodamente en el suelo mientras ella discutía con Athos. Se sentó de golpe para ponerse de pie y revisar sus alrededores. El mercado era un desastre. Lo primero que hizo fue mirar fijamente a Athos, quería decirle unas cuantas cosas, pero sabía que no iba a escuchar sus palabras.
“¿Estás bien?” Preguntó Lira mientras se acercaba a él.
“Nada que lamentar…” Dijo con seriedad Shin.
Los tres sintieron las miradas de los mercaderes que habían perdidos sus pertenencias culpa de ellos. Shin sintió culpa.
“Athos, recuerdo haberte dicho que no hicieras nada estúpido.” Dijo Shin mientras se sacudía la arena de encima. “Como no escuchas lo que te digo, vas a tener que ayudar a estas personas a recobrar el orden de este lugar.”
Athos lo miró sorprendido mientras Lira sonreía divertida.
“No quiero escuchar nada de ti hasta que termines con esto.” Dijo con seriedad Shin mientras lo revisaba con la mirada. “Esperaremos por ti en la taberna…” Agregó para empezar a caminar.
Lira miró a su hermano por un rato para luego correr hacia él. Athos tenía mucho trabajo para hacer. Shin caminaba con cuidado y parecía un poco más lastimado de lo que esperaba. Lira tomó su túnica para detenerlo, pero alguien más los estaba siguiendo. Mirabella los llamó a un rincón de un callejón, donde pudieron conversar con tranquilidad.
“¿Qué rayos fue eso?” Preguntó ofuscada Mirabella.
“Me disculpo en nombre de mi equipo, Mirabella. Encontramos a uno de los mercenarios y nos pareció apropiado seguirlo. Nos debe haber detectado y tuvimos que pelear con él.”
“Nadie debería poder detectarte, Shin.” Dijo ofuscada Mirabella.
“No soy el único integrante de mi equipo.” Dijo con seriedad Shin. “¿Pueden ayudar a estas personas?”
“No te preocupes, nos viene bien para infiltrar a alguien entre estos mercaderes… ¿Con quién se cruzaron?”
“QI-07…” Dijo pensante Lira. “Necesitamos ocuparnos de tus heridas.” Agregó con firmeza mientras enfrentaba a su amigo.
“Síganme.” Dijo con seriedad Mirabella.
La mujer abrió una puerta para meterse en una casa y salir por el otro lado de la calle. Un callejón los llevó hacia el lugar donde la había encontrado cuando llegaron a la ciudad. Una puerta los dejó en un ascensor para terminar en el mismo hangar que habían visitado más temprano. Lira sentó a Shin en lo que parecía ser una enfermería para buscar un botiquín. Mirabella lo miraba con curiosidad.
“Puede que no te guste, pero ahora tenemos un problema menos.” Dijo de pronto la espía.
“Es cierto, pero podríamos haber pagado muy cara esta distracción.” Respondió con seriedad Shin.
El jedi sabía que no estuvieron muy lejos de una masacre.
“Pueden quedarse aquí todo lo que quieran…” Dijo distraída Mirabella, que estaba distraída con el cuerpo del jedi.
Lira se acercó para dejar el botiquín a su lado y quitarle la túnica de las manos. La dobló con cuidado para luego quitarle la camiseta que tenía debajo. Mirabella miró por última vez el torso desnudo del jedi para luego marcharse y dejarlos a solas. Lira empezó a limpiar sus heridas con mucho cuidado.
“¿Cómo sabías que tenías que salvar a mi hermano?” Preguntó para hacer conversación.
“No lo sé, sentí que lo iban a lastimar y lo moví…” Dijo con seriedad Shin. “A veces siento un poco más allá de… mí. No voy a permitir que nada los lastimes.”
Lira lo miró con ternura, pero apretó su herida para distraerlo un poco.
“Ya te dije que no necesito un guardián.” Dijo divertida la jedi.
“Deberías decirle eso a tu hermano…” Dijo pensante Shin.
“Gracias por salvarlo…” Dijo apenada Lira. “Yo sé que es un estúpido, pero es mi hermano.”
“No hay nada que agradecer…” Dijo con seriedad el jedi.
“No sé si me gustas cuando estás tan serio…” Dijo divertido Lira mientras revisaba su costado. “Tienes un par de quemaduras… ¿Te dolió mucho?”
“Es poco comparado con los relámpagos de Rohus.” Dijo pensante Shin. “No quiero estar serio, pero…”
“Te entiendo, es una de las cosas que me gustan de ti.” Dijo divertida Lira mientras le daba una vuelta para revisar su espalda.
Lira se dejó llevar y limpió con cuidado la espalda de su amigo. Seguido tomó unas vendas para cubrir sus heridas. Terminó frente a él, mirando a sus preocupados ojos. Sus manos estaban acariciando sus hombros, terminando en su cuello.
“Lira…” Dijo apenado Shin.
“Perdón…” Dijo sonrojada Lira. “Te amo, Shin…” Agregó con decisión.
“Yo…” Dijo Shin mientras bajaba la mirada.
“No digas nada…” Dijo apenada la jedi. “Necesitaba decirlo…”
Sus manos nunca lo habían soltado. Shin las movió con cuidado mientras se ponía de pie.
“Eres demasiado alto ahora…” Dijo divertida Lira mientras lo apretaba hacia ella. “Gracias por salvar a mi hermano.”
“Me gustaría ser lo que necesitas, Lira…” Dijo apenado Shin mientras apretaba a su amiga.
“Lo sé… Siempre tan gentil.” Dijo divertida la jedi. “Voy a encontrarte algo para comer y después meditaremos. Necesitas estar recuperado para mañana.”
Shin vio a su amiga marcharse a toda velocidad mientras apretaba su holo, pensando en lo que habían hecho. Tocó el botón para llamar a su maestra. Esta no atendió. Shin solo quería escuchar su voz.
El camión que estaba atravesando las dunas se sacudía para todos lados. Athos no le había dicho una palabra desde que lo había hecho trabajar en el mercado y Lira estaba sentada frente a él. Mirabella estaba a su lado, mirándolo de vez en cuando. El calor sería insoportable para cualquier otra persona, pero ellos tenían la Fuerza. Mirabella estaba cubierta de pies a cabeza y estaba leyendo algo en su holopad. La sombra era un lujo en Tatooine y no podía ver nada más que dunas por la ventanilla. El conductor era uno de los espías de la República, el cual lo había saludado con mucho más respeto del que esperaba.
“¿Crees que hay más de esos androides?” Preguntó de la nada Mirabella.
“No lo sé, ahora que sabemos que son más de uno, puede ser que sean muchos más…” Dijo pensante Shin.
“O puede que sean solo esos tres.” Dijo divertida Lira. “Los tres tenían armas diferentes y me parece que sus habilidades deben ser útiles en distintos contratos.”
“Tendría sentido.” Opinó con seriedad Athos. “Aunque ambas hipótesis podrían ser verdaderas.”
“Eso es lo que estoy temiendo.” Dijo pensante Mirabella. “Deberíamos asumir que hay más de esos androides en la galaxia.”
Shin estaba extrañando a su maestra cuando notó a Mirabella escuchar con atención lo que le llegaba por el comunicador.
“Cambio de planes, jedis. Nuestros exploradores nos informan que esa mujer está en la mina.” Dijo ofuscada Mirabella. “¡A toda máquina!” Gritó mientras golpeaba la división en el camión.
Shin cerró los ojos para meditar un rato más. El camión se detuvo frente a su destino. Mirabella sacó unos binoculares para revisar la meseta que estaba a su lado. Un destello cayó de las alturas. La mina estaba en una de las caras de la meseta, la entrada estaba custodiada por maquinaria y un pequeño puesto de vigía. Todo estaba chamuscado.
“Mis tiradores dicen que la mujer ya está dentro. Incendió las afueras para que corrieran hacia adentro.” Dijo al aire Mirabella.
“Nosotros nos encargamos del resto.” Dijo con seriedad Shin mientras empezaba a caminar.
“¿Cómo vamos a hacer esto?” Preguntó con curiosidad Lira mientras lo alcanzaba.
“Seguiremos las habilidades de Athos.” Dijo pensante Shin. “El resto vamos a tener que improvisarlo, ya no tenemos sorpresa alguna que aprovechar.”
Shin dejó pasar a Athos para caminar a su lado mientras entraba en la cueva. Había un par de guardias rostizados en la entrada. La sombra que había en lugar no calmaba ni un poco las altas temperaturas. Los túneles estaban bien iluminados y parecían un laberinto. Athos nunca se detuvo y eligió el camino sin pensar demasiado. El pasillo era bajo y angosto, el suelo parecía rocoso y había arena por todos lados. Había pisadas en el suelo y Shin sabía que los tres estaban sintiendo algo raro en el ambiente.
“¿Soy la única que está sintiendo esa presencia?” Preguntó al aire Lira.
“No.” Respondieron sus compañeros al unísono.
“¿No tienes nada para decirnos de esa mujer?” Agregó la jedi.
“Lo que me dijo mi maestra. Puede usar relámpagos y puede que sea difícil de sentir, ya que yo nunca lo hice.” Dijo pensante Shin.
Llegaron a una sala, allí había otro par de guardias rostizados. Shin los revisó con prestancia para seguir a Athos de cerca. Este se detuvo por unos segundos para luego elegir uno de los túneles laterales. Lo que vieron llamó la atención del grupo. Una extraña puerta bloqueaba su camino, esta era antigua y estaba hecha de piedra. Los tres miraban desde una saludable distancia a las extrañas estatuas que custodiaban la entrada. Sus cabezas eran alargadas y sus ojos escapaban de su cráneo. Ambas criaturas tenían una lanza y parecía que estaban ahí hace un milenio.
“Athos… ¿Dónde estamos?” Preguntó sorprendida Lyra.
“Donde la Fuerza nos ha guiado.” Dijo con seriedad Athos.
Todo empezó a temblar de pronto para que las gigantescas puertas de piedra se abrieran por completo. Entre el polvo apareció la mujer con tatuajes y poca ropa. Su extraño báculo en una mano y un holocron en la otra. Sorprendida, se detuvo frente a ellos para mirarlos con curiosidad.
“¿Tres jedis?” Preguntó sorprendida la mujer. “¿No les parece demasiado?”
Athos y Lira saltaron directamente hacia ella, como si hubieran percibido algo que él ignoraba. Los hermanos estaban parados entre él y la mujer.
“Nosotros nos encargaremos de esto, Shin.” Dijo con firmeza Lira.
“Eh, tus aprendices son bastante irrespetuosos, hermoso.” Dijo divertida la mujer.
Lira cambió su postura al igual que Athos. Shin no había sentido agresividad en la mujer.
“¿Qué clase de jedi está lleno de ira?” Preguntó divertida mientras Athos se lanzaba el ataque.
La mujer sacudió su bastón para que un golpe de telequinesis sacudiera todo el túnel. Athos rodó por el suelo mientras Lira pasaba sobre él. Su sable chocó con contra el bastón, iluminando en azul a su oponente. La mujer dio un rápido giro mientras el holocron flotaba a su lado. La punta del bastón se detuvo frente a Lira, que dio un paso hacia atrás rápidamente. Una explosión telequinética la mandó a volar hacia atrás. Cayendo cerca de su hermano. Ambos se pusieron de pie de un salto. Shin camino hasta interponerse entre ellos.
“¿Por qué la están atacando?” Preguntó sin mirarlos. “Lo único oscuro ese ese holocron.”
“Esa es la cordialidad que me esperaba de un miembro de su Orden.” Dijo sonriente la mujer mientras se quitaba la capucha.
Sus cabellos eran oscuros y tenía peculiares tatuajes en la cara. Estos parecían formar una máscara con algunas palabras que no podía leer.
“Me disculpo.” Dijo con seriedad Shin mientras intercambiaba una mirada con la mujer. “Nuestra información decía que estabas detrás de nuestros nuevos amigos.”
“Esa información es correcta, hermoso, pero encontré estas ruinas Rakata y no pude ignorarlas.” Dijo pensante la mujer. “¿Cómo te llaman?”
“Shin, mucho gusto.” Respondió con seriedad.
“Iana, estoy encantada de conocerte.” Dijo divertida. “Tus padawans son muy maleducados.”
“Los tres somos padawans.” Dijo con prestancia Athos.
“Aunque sea este hombre es bonito, muchacho.” Dijo divertida Iana. “¿Cómo haremos esto? Tres contra uno no parece algo que un jedi haría.”
“Ya detuvimos a QI-07, Iana. Deberías rendirte y alejarte de ese holocron.” Dijo con seriedad Shin. “Solo va a traerte problemas.”
“Ustedes son los amantes de los extremos jedi, esto es solo información.” Dijo pensante Iana mientras daba un paso hacia él. “Podríamos hablar de esto, ya no estoy interesada en los créditos del Imperio y si pudieron detener a QI-07 yo no tengo oportunidad contra ustedes.”
La ropa que tenía debajo de la capa apenas la cubría y Shin sabía que tenía algo oculto detrás de ella. Cuando dio el último paso, su cuerpo le dijo que tenía que moverse del lugar, pero no tenía tiempo de salvar a sus compañeros. Shin hizo un gesto con sus manos, como si estuviera atajando algo por atrás para golpear con su telequinesis a Lira y Athos. Estos salieron disparados hacia el túnel por el cual habían venido. Al mismo tiempo, el suelo se desmoronó bajo sus pies mientras el techo caía sobre ellos a toda velocidad. En el aire perdió de vista a Iana, pero sus sentidos todavía estaban activados. Pateó la pared para moverse un poco y rodar contra la otra. Raspándose contra todo lo que chocaba, Shin todavía estaba en peligro. Su técnica para detener la caída no iba a funcionar con semejante altura, pero iba a tener que intentar hacer algo. Su velocidad se redujo mientras se volvía a mover contra la pared. Su cabeza golpeó algo y solo quedó en oscuridad.