Distancia

9 - Alara – 4

Alara nunca tenía buenos recuerdos de Tatooine, más que nada porque odiaba como la arena se metía en todos lados sin importar lo que hiciera para evitarlo. Su holo no había vuelto a sonar y ya estaba bastante preocupada por su padawan. Anchorhead estaba repleta de vida como siempre y parecía que estaba conociendo a alguien importante, ya que se cruzó con un gigantesco hutt y su séquito en el puerto mientras descendía de su nave. El hutt estaba subiendo a un elegante crucero rodeado de su gente y custodiado por unos cuantos guardias. Su mensaje por el intercomunicador no tuvo respuesta. El mercado estaba hablando sobre algo que había pasado el día anterior, se detuvo entre un par de puestos para escuchar con cuidado. Alguien había peleado con un asesino a sueldo y habían destruido el lugar. Sus padawans eran los culpables de todo, pero por suerte el maestro había hecho justicia y había puesto a trabajar al culpable. Alara supuso que Shin era el que había trabajado, preocupada, siguió su camino a la taberna. El lugar estaba atestado mientras se acercaba a la barra. El rodian la miró con curiosidad, para luego saludarla.
“Sus compañeros se fueron temprano, jedi.” Dijo mientras seguía con lo suyo.
Alara nunca había visto a alguien servir tantos tarros en un par de segundos.
“¿Sabe dónde puedo encontrarlos?” Preguntó con prestancia.
“No sabría decirle, han estado ocupados por lo que escuché. El maestro castigó a uno de los padawans y el otro día detuvo una pelea con uno de los capitanes…” Dijo distraído el tabernero. “Ese tal Lyrian parecía ser su amigo.”
Lyrian apareció sonriente entre la multitud.
“¡Alara!” Gritó contento. “Es un placer encontrarte en la taberna, ¿Quieres tomar algo?”
La jedi se sorprendió por cómo había dicho su nombre, además, el capitán no había besado su mano.
“Lyrian… ¿Sabes dónde puedo encontrar a Shin?” Preguntó preocupada Alara.
“En el medio del desierto por lo que me contaron ayer, estaban trabajando con alguien de la República, así que me mantuve alejado.” Respondió pensante el capitán. “¿Solo Shin?” Agregó con malicia.
“Estoy preocupado por esos tres…” Dijo ofuscada Alara.
“Claro… Shin tuvo que poner orden por lo que escuché. El muchacho con cara seria se fue a perseguir a un mercenario sin la autorización de tu padawan. Tuvieron que pelear en el mercado y destruyeron todo a su paso, por lo que la pequeña me dijo, Shin tuvo que salvar a su hermano un par de veces. Cuando terminaron le ordenó que ayude a los comerciantes a reparar todo…” Resumió divertido Lyrian mientras caminaban hacia afuera. “Hace ya como mediodía que se fueron.”
Alara estaba feliz por lo que había escuchado.
“Gracias por la información, Shin… Voy a tener que contactar a Mirabella.” Dijo pensante.
“O puedes pedirle ayuda a tu capitán favorito.” Agregó jocoso Lyrian. “Estoy seguro que entre tus habilidades de Jedi y mi nave podríamos encontrar a Shin en un instante.”
Alara tenía que aceptar, ya que Mirabella podría estar con su alumno.
“Está bien…” Dijo pensante Alara. “¿Dónde tienes tu nave?”
“Sígueme…” Dijo contento el capitán.
“¿Ya no soy preciosa?” Preguntó con miedo Alara.
“¿Estás celosa?” Preguntó divertido Lyrian.
“Para nada.” Respondió al instante la jedi mientras caminaban hacia el puerto.
“No sé entonces, creo que no quiero molestar a Shin.” Dijo mientras le guiñaba un ojo.
“Claro… Espero que no estés hostigando a Lira…” Dijo ofuscada Alara.
“La pequeña es muy intensa… y parece que ya tiene sus ojos en alguien más.” Dijo con malicia el capitán.
Alara sintió celos otra vez.
“¿Celos?” Preguntó jocoso mientras cruzaban por un callejón. “No lo puedo creer.”
“Cierra el pico.” Dijo ofuscada Alara.
Con la sonrisa maligna de Lyrian a su lado, la jedi caminó por Anchorhead hasta llegar a uno de los puertos cercanos al suyo. Lyrian sorprendió a Chup con su presencia y pronto estaban volando sobre el mar de arena. Alara estaba probando algunas frecuencias en la radio cuando sitió algo en la Fuerza. Shin estaba en peligro. Sin pedir permiso, corrió a Lyrian de su asiento para guiar la nave entre las dunas y las mesetas. El Cóndor Dorado encontró la mina en pocos minutos, una columna de humo los anunciaba y terminaron aterrizando sobre la meseta, ya que Alara había visto a los tiradores del SIS. Poco tardó en tirarse por la escalera de metal para bajar a toda velocidad hacia la entrada. Corrió lo más rápido que pudo, ya que su corazón sabía que algo había pasado. Un grupo de gente salía de la mina guiados por Mirabella. Alara se detuvo en busca de los padawans, pero solo había civiles con ella.
“Alara, llegas tarde.” Dijo con seriedad Mirabella. “Tus padawans nos ayudaron a rescatar a los refugiados. Shin cayó en una trapa y salvó a esos hermanos, ahora mismo estaban ayudándolo.”
Alara no se detuvo a escuchar el resto de lo que Mirabella tenía para decir. Tampoco necesitaba las direcciones que gritaba detrás de ella. Con toda su velocidad de caballera, Alara terminó detrás de los hermanos Waltz. El pasillo que había frente a ellos no tenía piso y dos estatuas rakata estaban protegiendo una gigantesca puerta piedra.
“Alara…” Dijo sorprendida Lira.
La jedi se agachó en el borde del lugar para intentar ver el fondo. Solo pudo ver oscuridad.
“¿Qué pasó?” Preguntó sin mirarlos.
“Encontramos a la sith con un holocron saliendo por esa puerta.” Dijo pensante Lira.
“Intentamos detenerla, pero sus habilidades eran mucho más de lo que esperábamos.” Agregó con seriedad Athos.
“Shin se interpuso a hablar con esa mujer y cuando se acercó todo colapso. Incluyendo el techo…” Dijo ofuscada Lira. “Obviamente nos salvó antes de que eso pasara…”
“Como no podíamos hacer nada por él rescatamos a los civiles junto a la agente del SIS.” Sumó con prestancia Athos. “Ahora mismo estábamos pensando que hacer.”
Alara estaba preocupada, ya que la sensación que tenía en su pecho no había cambiado.
“Deberíamos bajar, pero…” Dijo pensante Lira.
Cuando iba a responderles, todo el pasillo empezó a temblar mientras la gigantesca puerta se abría en la distancia. Con el movimiento de la piedra pudieron escuchar lo que estaba sucediendo del otro lado. Disparos, muchísimos disparos venían de la otra sala. Podían ver los destellos verduscos que cortaban las penumbras que los separaban. La cadencia de los disparos empezó a bajar al igual que el de las luces. Al cabo de segundos todo había terminado. Ensangrentado, Shin apareció con el holocron en su mano para mirarlos en la distancia. Unos setenta metros de abismo los separaban. Shin dio unos pasos para atrás para saltar de manera diagonal hacia la pared. Ninguno de los tres había visto algo como eso antes. El jedi llegó a mitad del camino para rebotar en la pared y saltar directo hacia ellos. Se detuvo con la Fuerza para aterrizar con cuidado. Alara reconoció el azulado brillo que rodeaba a su padawan, como así también sus serios e indiferentes ojos. Su corazón se calmó al instante solo por la paz y tranquilidad que Shin emanaba. La mitad de su túnica estaba roja, marcando una diagonal es sus ropas. El joven dejó el holocron en sus manos para desmayarse al instante. Poco le importaba el objeto a Alara, que dejó caer para atajar a Shin. Su padawan estaba pálido y estaba volando en fiebre. Lo apoyó en el suelo para desnudar su torso y encontrar una herida punzante a ambos lados de cuerpo. Sin ayuda de nadie, Alara levantó a Shin para moverse lo más rápido posible hacia la entrada. Lira venía junto a ella mirando a Shin mientras Athos las guiaba con el holocron en sus manos.



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En el texto hay: aventura y romance, starwars, star wars

Editado: 22.02.2023

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