Distancia entre dos mundos (ae 2)

IX.

Había pasado una semana desde que salió del hospital, no sabía nada acerca de su mejor amiga, había desaparecido sin dejar rastro, como si la tierra se la hubiese tragado. Y ¿Mateus?, sentía un inmenso dolor y enojo hacia él; dolor por haber desaparecido de su vida sin decir adiós y casi matar a Anzu por su naturaleza, y enojo porque no se dio la molestia de al menos borrarlo de su memoria.

Alice salió de la universidad con pasos pesados y su mente en otro mundo, parecía querer organizar todo en su mente e intentar entender lo que sucedía. Se sentó en la última mesa de la cafetería que estaba visitando últimamente, tomó un sorbo de su taza lo mantuvo en su boca como si lo saboreara y de repente lo escupió.

-¿Qué pasa contigo Alice …? Tu no eres así, deberías estar buscando a tu amiga -escuchó a su subconsciente, haciéndola sentir culpable.

Con el ceño fruncido, Alice miró el menú que estaba a su lado - ¿Fallen Angel? -susurro y se sorprendió cuando recordó aquella tarde en la biblioteca, que miro ese nombre por primera vez. 

-¿Sucede algo, señorita? -ella alzó su mirada encontrándose con un chico alto y encantador, luego miró a su alrededor, se sonrojo cuando observo las miradas curiosas y confundidas encima de ella.

-Lo siento -se disculpó con los de su alrededor para que dejaran de observar y al parecer funcionó -lo lamento tanto.

-Soy Adrian -respondió con una sonrisa.

-Adrian -sonrió -es solo que, no me gusta el café.

Él frunció su ceño confundido -pero es lo que ha estado pidiendo esta semana. Alice se quedó anonadada, de repente se dio cuenta que todo este tiempo había parecido ser un ser sin alma, había estado saliendo y entrando a lugares sin siquiera saber qué hacía ahí. Toco su frente con la mano y soltó un pesado suspiro mientras bajaba su cabeza.

-Señorita Alice, ¿le sucede algo? -ella alzó su mirada, confundida.

-Nada, no lo entendería -él frunció su ceño.

-Creo que debería ir a casa, a descansar -ella negó enseguida.

-No, debo encontrar a mi amiga, debo buscar a Anzu -de repente se puso ansiosa.

-Calmese -Adrian llamó a otro camarero, ordenando una aromática y se sentó frente a ella -bebala, ayudará a sus nervios -ella no se negó. Dejó que se calmara y luego habló -mencionó a una tal Anzu, ¿verdad? -ella asintió.

-Es mi mejor amiga y desapareció hace algunas semanas -Adrian intentó disimular su sorpresa y actuó lo más normal que pudo.

-¿Has reportado su desaparición? 

-Mis padres lo hicieron, pero yo he informado que ha aparecido en casa de unos amigos y que está bien -bajó su mirada, triste -Anzu posiblemente no esté aquí, yo tengo la culpa, ella me lo advirtió… debí dejar a ese demonio -susurró lo último.

Adrian trago saliva, soltó un suspiro y miro a su alrededor -tal vez pienses que no te entiendo, pero … -abrió su mano frente a ella, un pequeño remolino rojo se formó en su mano, ella se sorprendió.

-¡¿Tu… 

-Shh -la interrumpió -no puedo ayudar mucho, pero hay quienes si -le paso una tarjeta plateada -los gemelos Yang pueden darte una pista de tu amiga.

-Gracias -sonrió, él asintió levemente. Ella se paró de su asiento, teniendo un poco de esperanza, pero antes que se marchara, Adrian le susurro.

-Ve, ve lo antes posible, pero cuídate, posiblemente también corras peligro. Ellos te ayudarán.

 

Alice se paró frente a la vieja casa, la miraba con atención de esquina a esquina, como si ahí fuera encontrar alguna respuesta, luego bajó su mirada y soltó un suspiro. Aún dudaba de lo que fuera a suceder y aunque no lo dijera, no era lo único que quería encontrar.

-Vaya, vaya -escucho una voz femenina que venía de una de las calles.

Alice miró con confusión a la chica que se acercaba a ella con una mirada feroz y pasos amenazadores, en cuanto estuvo cerca de ella, apretó suavemente una de sus mejillas, tomándola por sorpresa, ella se alejó de manera brusca, permitiéndole ver su rostro. Era una chica delgada y más alta que ella, su cara era alargada, sus ojos intensos de orbes gris, su nariz era fina y sus labios voluminosos, llevaba una maquillaje bastante marcado sobretodo en sus ojos y vestía ropa ajustada totalmente negra, su cabello era castaño, lacio y largo, que tenía algunos rayos anaranjados.

-Tienes un olor muy tentativo -dijo alzando una de sus cejas mientras sonreía. Alice estaba anonadada.

-¿Quién eres? -pregunto confundida.

-Un alguien, que existe para algunos y una fantasía para otros, pero que me temen por igual -sonrió mientras le guiño.

Alice la miró asustada cuando a su mente volvieron las palabras de Mateus -Una bruja, un jar, ¡demonios! -se sorprendió.

-Exacto, eres buena esto -chasqueo sus dedos -soy una jar, por cierto, muy considerada -hablo con confianza -¿te gusta la adrenalina, las sorpresas o la tranquilidad? En cualquiera vas a sufrir.

-¿De qué hablas? -se alejó unos pasos de ella.

-Tu muerte, no es obvio -frunció su ceño -tú ya debes conocer el procedimiento. Soy una jar que se alimenta de almas humanas para sobrevivir, donde elegiremos tu muerte la cual no se debía dar y bla bla bla -rodó sus ojos -tu me entiendes, entonces, ¿cuál eliges? -habló emocionada.




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