Distancia entre dos mundos (ae 2)

XXIII.

Cada 20 años Júpiter y Saturno se alinean en el cielo, permitirán abrir caminos y destinos frágiles. Los actos pecaminosos se verán a la luz y sangre se derramara por su injurio, perderán a los que aman y caminaran por la tinieblas por la eternidad.

Alice se levantó pasmada, su respiración era agitada y su cuerpo estaba cubierto de sudor. Se sentó en la cama y miró a su alrededor. Las cortinas de la habitación estaban cerradas y aun así, podía ver el sol que aún brillaba en el cielo, un cuadro de San Miguel estaba colgado al lado de puerta, lo miró por un largo rato y de repente unas cuantas lagrimas rodaron por sus mejillas. Soltó un pesado suspiro, aún se sentía cansada, eran cerca de las cuatro de la tarde, pero al menos su cuerpo había recuperado algo de energía. Tomó una de las toallas del hotel y se metió a tomar su largo y deseado baño de espuma. En cuanto terminó de arreglarse, Ellie llegó a la habitación para llevarla por algo de comer.

-¿Crees que vamos para algún lado? -dijo de repente mientras meneaba con delicadeza su malteada y miraba con ojos perdidos el atardecer -¿Estar lejos de casa ayuda a distraer a tu mente y a tu corazón?

-¿De qué hablas? Tu corazón aún no está roto.

-Tu que sabes -frunció su ceño. Cuando pasó su mirada a Ellie observó un toque de brillo en sus ojos que le causó escalofríos, se irguió en su asiento y aclaró su garganta -No quiero decir que podamos olvidar a la persona que amamos y que de cierta forma nos destrozó el corazón -frunció su ceño. Ellie soltó un pesado suspiro y le dio un sorbo a su té helado.

-Pero hay quienes podemos pegar aquello que destruyeron -Alice le dio un mirada tranquila y serena, como si intentara transmitir algo que Ellie no supo interpretar.

-No todos los corazones son los suficientes cálidos para reparar corazones destrozados -hizo una mueca -y algunos, como el mío, no buscamos quien nos repare, buscamos un explicación de aquel que lo destrozo, para así, poder reconstruirlo por mi misma -bajo su mirada, sintiendo un nudo en la garganta; por unos largos minutos se mantuvieron en silencio -¿Crees que debería descansar un poco más antes de entrar al Fontana di trevi? -pregunto con sinceridad.

-Alma de fuego.

-Perdón -frunció su ceño.

-La siguiente entrada es el Alma de fuego -le dio una mirada cálida -pronto lo conocerás. No creo que sea necesario descansar, al menos que lo necesites -miró su reloj de mano.

-Son las siete de noche -afirmó Alice -porque no recorremos la ciudad, no tendremos tiempo después de volver de dos largos días -ella asintió.

Por extraño que le pareciera Alice, siempre que entraban a uno de los hábitat de los demonios, por muy poco tiempo que permanecieran en ese lugar, significaban dos largos días en la tierra.

. . .

A sus ojos todo había cambiado en ese lugar, excepto la vieja casa de los Shinigamis, seguía tan intacta como la primera vez que había pisado la tierra con su hermano mayor, su padre los había enviado a Brick Lane en Londres donde encontraron la biblioteca Shin, el hogar de la familia Shin, a entregar la primera carta de asociación entre arcángeles y Shinigamis. El padre de Elián era un hombre alegre y amable, al igual que su hijo, a diferencia de su madre que era una mujer de carácter fuerte y mirada penetrante, siempre le había causado escalofríos.

-Señor, ¿sucede algo? -Hann interrumpió sus pensamientos, él negó levemente enseguida.

-Entremos -ordenó, el arcangel guardiano hizo una venia y avanzó para ser seguido por Corban.

La jornada había sido pesada, tener por fuera al dueño principal de la biblioteca sin una fecha exacta de su regreso alteraba un poco las cosas en la biblioteca Shin. Pero esta vez, Mabi sentía que llevaba la carga de la biblioteca, aunque Kilian y los gemelos estuvieran ahí la mayoría del tiempo, ellos estaban concentrados en el asunto de Alice y a veces trataban asuntos de Blamon. De repente sintio un escalofrio cuando una rafaja de viento entro por la entrada principal, haciendo que algunas hojas se desordenaran. Mabi empezó a apilarlas rápidamente y alzó su mirada hacia el pasillo con una sonrisa amable, como solía hacerlo con frecuencia. Las hojas se arrugaron bruscamente y su sonrisa desapareció por completo, sus ojos mostraron sorpresa y miedo, haciéndola tragar saliva. Dos hombres vestidos elegantemente con unos abrigos, habían cruzado las puertas de la biblioteca Shin.

-Buenas tardes -su voz gruesa hizo que volviera a la realidad, por un momento sintió que se desvanecerá -¿se encuentra bien? -frunció el ceño uno de los hombres, el otro hombre se intentó acercar a ella con cierta preocupación en su rostro.

-Lo estoy -fue una respuesta rápida y violenta que hizo al hombre detenerse, aclaró su garganta y dio un paso atrás de su escritorio.

Corban observó a la mujer con curiosidad, no le convenció su respuesta, la mujer estaba pálida y se veían algunas gotas de sudor en su frente, quiso asegurarse de la respuesta de Mabi, pero Hann le hizo una señal de que lo mejor era creerle.

-¿En qué puedo ayudarlos? -su voz se oyó débil pero más tranquila.

-Buscamos al propietario de este lugar, el señor Shin Elián -respondió Hann.

-Él no se encuentra… -tartamudeo.

-¿Cual es el honor de tener al rey de Kepler en mi humilde morada? -un hombre alto y robusto de aspecto joven apareció por el pasillo acercándose a ellos. Corban sonrió.




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