Distancia entre dos mundos (ae 2)

XXVIII.

… Todo comenzó cuando trajiste a Adrian al castillo …

-Madre, Padre -los miro sentado uno al lado del otro en la oficina principal -este es mi amigo Adrian, del que te hable hace unos días -susurro lo ultimo. Adrian quien era unos años mayor de Siwon los saludo como un caballero.

-Es un gran honor para mi conocerlo su majestad y mi Rey -se arrodilló.

-No hace falta tanta formalidad -sonrió el Rey -mi hijo me ha comentado que tu hermana ha sido desterrada de Kepler, una orden de los superiores, lo lamento mucho -él solo se limito a sentir -también me ha comentado que es huérfano.

-Así es señor.

-Te conocen como el mejor espadachín de Kepler, a pesar de ser bastante Joven -interrumpió la reina -por eso le hemos pedido a Siwon que trajera.

-Sería un honor para mi servirle a la realeza, especialmente ser maestro del príncipe -hizo una venia.

-También lo sería para nosotros, pero lamentablemente no será a Siwon a quien enseñes -dijo la reina.

-Sabemos que también eres uno de los maestros estrictos que existen en nuestro reino -el rey se acercó a ellos - y quiero que seas maestro de mi hermano, Corban.

-Estaría complacido de enseñarle al hermano del Rey.

-Déjame decirte algo, Corbán es casi de tu misma edad, así que no te dejes intimidar por él y se igual de estricto con él como con tus estudiantes -puso su mano en su hombro -es una orden.

-Si, señor.

En las caballerizas hacía presencia un hombre alto, vestido con un pantalón de tela, un polo de mangas y botas, con su cabello recogido en un moño bajo dejando caer algunos de sus cabellos en su cara. Adrian se fue acercando mientras detallaba al hombre que peinaba con delicadeza al unicornio negro, segun Siwon era el favorito del principe.

-Así que tu eres el siguiente que intentará domarme -hablo con cierta burla sin siquiera mirarlo.

-Soy Adrian -se presentó, Corban alzo su mirada despreocupada, para enseguida seguir peinando a su unicornio.

-Escucha -dejó de peinar al unicornio y se apoyó del mismo -no quiero hacer perder tu valioso tiempo, ¿cuando oró quieres? Te puedo dar el doble del que te paga mi hermano -abrió sus brazos despreocupado.

-No se trata de oro -Corban lo miro confundido -te espero en zona de entrenamiento en quince minutos, recuerda llegar en el tiempo establecido -Corban lo miró con desprecio y luego soltó una sonrisa burlona.

-Espera toda la tarde.

Su cama estaba lo bastante cómoda para ponerse en marcha en su día a día, aunque aun no sabia que hora era, afuera se escuchaba caer las gotas de lluvia, una excusa más para no levantarse, pero algo le molestaba, una luz se prendía y apagaba frente a su cara, abrió finalmente sus ojos mientras fruncía su ceño, se sorprendió cuando vio a Adrian parado al pie de su cama con una sonrisa carismática alumbrado hacia su rostro con una lámpara.

-¡¿Qué haces aquí?! -dijo exaltado.

-Buen día, príncipe -habló sin borrar su sonrisa -es una hora perfecta para levantarse.

-¿Qué hora es? -pregunto confundido.

-Las cinco de la mañana.

-¡Estas loco! -se acostó tapándose con su colcha hasta su cabeza.

-Estoy aquí porque escuche que Boss, su unicornio, se escapó -dijo con una voz serena.

-¡Que! -se levantó rápidamente de la cama y se puso una camisa deportiva, unas zapatillas y una pantaloneta.

Cuando llegó a las caballerizas su unicornio descansa plácidamente mientras comía algo de pasto seco y ahora él se encontraba haciendo ejercicios en la zona de entrenamiento bajo la lluvia, mientras su padre lo vigilaba a lo lejos del palacio real y Adrian mandaba para realizar sus prácticas. Tres horas después del entrenamiento y que a la primera hora cesará la lluvia, Corban secó su rostro y le tiró la toalla a uno de los sirvientes del palacio con tal fuerza que lo hizo tambalear y se fue con pasos firmes y pesados al palacio. Adrian se acercó al sirviente asegurando que estuviera bien, luego lo miro a Corbán con mucha seriedad hasta que desapareció de su camino.

-Será un largo y duro camino -susurro para si mismo.

Durante la primera semana fue igual, Corban mantenía su mirada enojada y no mencionaba palabra alguna durante su entrenamiento mientras su padre lo vigilaba desde lo lejos. El sábado por la mañana se paró en el campo a la misma hora de siempre pero le pareció extraño no ver a Adrian en el campo ni a su padre en el balcón. De repente a lo lejos observo a Adrian que venía hacia él, Corban sonrió.

-Se te hizo algo tarde, no crees que mereces un castigo -alzó su ceja, desafiando al arcángel.

-No lo creo -sonrió -vamos, Amalia nos está esperando -Corban frunció su ceño y borro su sonrisa.

-¿Amalia? La cocinera -Adrian tomó la mano del príncipe sin esperar más reproches del mismo.

-Buenos días joven amo -hizo una venia la noble señora, enseguida sus ojos mostraron sorpresa, Adrian no pudo evitar ese gesto y bajo su mirada soltando la mano del príncipe enseguida.

-Lo siento -Corban desvió su mirada y fingió no darse cuenta.




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