Distinction

03

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—¡¡Leah!! —una voz hostil me llama desde la distancia— No estamos jugando a las escondidas, sal de donde estés.

El miedo me tiene paralizada, no sé quién es, pero su voz tiene una fuerte reacción negativa en mí. Solo puedo ver esa alarma en mi cabeza que grita peligro mientras escucho sus pisadas aproximarse cada vez más a mi escondite. Me deslizo suavemente hacia atrás chocando mi espalda contra la pared, en un vano intento de adherirme a ella, y gotas de sudor frío corren por mi frente.

—Vamos, pequeña, no te haré daño —sigue pronunciando sus vacías palabras.

No soporto escucharlo por lo que cubro mis orejas intentando acallar cualquiera de sus palabrerías. Los sollozos hace acto de presencia, simplemente no los puedo detener, intento calmarme para hacer el menor ruido posible, sin embargo ya era tarde.

—No es necesario llorar, prometo no lastimarte esta vez —vocifera y las lagrimas salen de mis ojos como balas— Te aconsejo no hacerme molestar —advierte— sabes muy bien que sucede cuando me enojo.

Cubro mi boca buscando no revelar mi escondite, estoy tan asustada que tengo un ataque de hipo, el pánico me consume. Solo me queda aguardar a que el extraño se vaya y no pueda encontrarme, siento que puede escuchar hasta mi débil respiración o el fuerte latir de mi corazón queriendo salirse de mi pecho.

—Te tengo estúpida mocosa, ¿pensaste que no te encontraría?

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«¡Qué buena manera de levantarse!», pienso al notar mi respiración acelerada por la reciente pesadilla. Me siento posando mi mano en mi pecho y calmándome del susto que pasé, es raro despertar con estos pequeños fragmentos que parecen muy reales, a veces hasta llego a pensar que son pequeños recuerdos por la manera en que mi cuerpo reacciona.

Alejo todos esos pensamientos y me levanto de la cama preparada para empezar con mi rutina del día a día, tan cotidiana y a la vez diferente. Según google map estoy en Inglaterra, aunque no sé de qué me serviría si no quiero salir a conocer.

Llevo varios días, desde Irlanda, que no salgo solo me limito a leer el libro. Por los momentos no he leído nada relevante, solo la introducción explicando un poco de la teoría de Platón “Lo que llamamos aprender es el recuerdo de nuestro propio conocimiento”, aunque lo que más llama la atención es el hecho de que no se enfoquen en el conocimiento, sino más bien en la evocación de nuestros recuerdos.

Te explican todo el proceso que hace el cerebro para almacenar nuestros recuerdos, la memoria a corto y largo plazo, entre otras cosas que no llaman mucho mi atención. Lo que en verdad quiero saber es la relación del dije con el libro, lo poco que he leído no me ha llevado a comprender como se conectan los dos objetos.

3 días leyendo y solo me ha enseñado biología, materia que por cierto no me gusta, pero ni una pista que me lleve a la verdad. Estoy frustrándome, por unos días creí estar cerca de algo grande, y por lo visto solo fue pérdida de tiempo. Esto me pasa por estar creyendo en que estas simples casualidades significaban algo más. 

Tal vez si debería salir un rato y aclarar mis ideas y llevarme el libro para leerlo en algún lugar tranquilo, tal vez y pueda encontrar algo, solo debo enfocarme. 

Con la idea en mi cabeza me baño y pido un desayuno, y así solo comer el almuerzo en un restaurante que encuentre en mi paseo. Casi lista para salir  veo mi atuendo por el espejo largo de la habitación; una falda más arriba de las rodillas, una simple camisa, una cazadora de mezclilla y unos botines marrones.

Salgo a caminar por las abarrotadas calles de Londres y entonces pienso: «¿Por qué siempre camino? No es que sea malo circular sin rumbo, pero siempre estoy sin un destino aparente». Necesito cambiar no sé tal vez ir a un café, un cine o cualquier otro lugar. Hay tantos cosas que hacer y yo solo me limito a pensar y caminar, si sigo así me crecerá la cabeza como megamente.

Son tantos los sitios que me interesaría visitar que terminé comprando un boleto para un recorrido en autobús sube y baja por 12 horas, ¿qué mejor forma de conocer una ciudad?

Me concentro en disfrutar el recorrido por muchos lugares interesantes, comiendo hasta perder la cuenta, y sin contar que conocí a cierta señora muy agradable que se encargó de hacerme reír durante todo el trayecto. 

Una vez que termina me dispongo en acompañar a Doña Florencia hasta su casa, la verdad no creo que a su edad debería estar saliendo sola a las calles. 

—Ay mija si supieras —empieza a chismearme doña Florencia— Esa que ves caminando allí es vecina mía —señala a una mujer de unos 35 años a lo sumo—, pobrecita la muchacha el marido la tiene cundida en cachos y ella ni se da cuenta.

Le echo otra rápida ojeada a la mujer que camina sin preocupación y me río al ver la cara de lastima con que la ve Florencia. Lleva un buen rato contándome los chismes de sus vecinos, desde que llegamos al edificio, mientras yo me río por lo forma tan dramática en que cuenta los casos.

—Y ese que va allí se llama Ignacio —señala a un hombre cuarentón— no tiene esposa y vive desde hace tiempo solo, aunque dicen las malas lenguas que la mujer lo dejó por el entrenador de spinning, pero no la critico el hombre se ve que tiene mala mano —culmina y no puedo aguantar las carcajadas. 



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En el texto hay: experimento, suspense, suspense amor

Editado: 13.09.2021

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