Nadie entendía cómo funcionaba.
No era un virus. No había una fuente biológica.
Y sin embargo, la plaga se expandía como un incendio silencioso.
El insomnio se convirtió en defensa. La cafeína en adicción.
Las farmacias se vaciaron. Los hospitales colapsaron por crisis nerviosas.
Dormir era una sentencia de muerte… o algo peor.
Al distritono le quedabaotra opcion, que extenuar sus preocupaciones al exterior,pedir ayuda al mundo.
Y esperar que un alma caritativa, o un suicida, se adentraseal area y "ayude" aldistrito.
Mateo, un neurocientífico, fue asignado a una unidad de investigación del gobierno.
Su hermana menor, Luna, había muerto una semana antes.
Su cuerpo fue encontrado con la mano aún extendida hacia su despertador.
Ella dejó una nota, escrita a mano temblorosa:
No lo mires a los ojos. No abras la puerta. No le digas tu nombre