“No le digas tu nombre. No abras la puerta. No lo mires a los ojos.
— Mateo”
Irina llega al viejo pueblo de San Lucas Sombrío tras recibir una carta sin remitente, escrita a mano, con la siguiente frase:
Movida por el miedo y la nostalgia, comienza a investigar qué fue de su amigo de la infancia, solo para encontrar su casa clausurada, y el pueblo prácticamente deshabitado. La gente duerme en las iglesias. Los moteles están cerrados. Hay cámaras apuntando a las camas y bolsas de café colgadas como talismanes.
En la antigua habitación de Mateo, encuentra su cuaderno de sueños. Está escrito con tinta roja, con anotaciones como:
“NO recordar el rostro”
“Sueño compartido: ¿puente dimensional?”
“El olvido es defensa. La conciencia, castigo.”
“La entidad crece cuando se le nombra.”
Pero el cuaderno termina de forma abrupta. La última página solo dice:
“Ya está en mi cabeza. Me mira con mis propios ojos.”