1
Hoy pasó Papiro por casa. Qué curioso: tengo la intención de decir "mi casa" cuando hablo del lugar donde vivo, de decir "mi tía" cuando hablo de la tía de Abigail, de decir "mi amiga" cuando hablo de Silvina.
Pero nada es mío; yo no pertenezco a esta familia, y sin embargo, siempre estuve, a través de los tiempos, unida a ellos, por alguna razón que no comprendo.
2
La tía Pupe le preparó varios tuppers a Papiro para la abuela. Él se quedó un rato; no hablamos mucho, porque es evidente que no le resulto agradable. Me mira como si fuera la causante de todos los problemas de sus amigos. Creo que se quedó un rato más porque quería saber algo de Silvina, pero no preguntó, y yo no mencioné nada sobre ella. Cuando se cansó, se fue, cargando la bolsa de retazos y la comida.
¿Si me cae bien? Pues sí. A mí la gente no me cae bien o mal solo de acuerdo a cómo les caigo yo. Él me parece un chico sincero y resolutivo, sin dobleces; un poco oscuro, pero ¿quién no lo es en este mundo tan bizarro en el que vivimos? Su amistad con Pablo es rara; por momentos se detestan, y estoy segura de que, si tuvieran una discusión, terminarían a las piñas por muy poco. Pero en momentos puntuales están juntos, y se comparten sus ideas y pensamientos sin tapujos. Fue Pablo quien le consiguió trabajo a Papiro, y creo que él lo valora.
3
Ya se han despertado los demás, confundidos, pero como pasa siempre, solo tendrán retazos de lo vivido. La reunión se suspendió; no quedaba otra. No sé qué lo provocó, pero cuando el hermano de Pablo salió decidido a interrogar a la tía sobre mí, me preocupé. No sé si quiero saber de mí misma, si quiero recordar todo lo que olvidé, si quiero saber qué será de mí, quién soy, de dónde vengo, a qué lugar pertenezco. Así que este… este… vacío en el que caímos todos me vino bien; es una pausa, hasta que piense qué hacer.
4
Ya es de noche. La tía se prepara para dormir; estoy lavando los trastes. Me gusta dejarlos muy limpios y brillantes en el secaplatos. Tengo una sensación en el estómago, una urgencia, y esto no es habitual en mí. ¿Es miedo? No sé. Yo no le tengo miedo a nada. Corrijo: sí temo, temo cuando alguien va a lastimar a las personas que protejo o cuando ellas mismas se hacen daño, como me pasó con Abi.
Tengo calor; necesito aire, viento, brisa, algo que me saque esta sensación… tengo que salir.
Bambi acomoda el delantal, lo cuelga del calefón. Está agitada, el corazón le late a mil por hora. Afuera, la luna se recorta detrás del limonero. Abre la puerta de calle con cuidado y se va; camina hacia la estación… otra vez.
—Alguien va a llegar… —dice mientras cruza la puerta.
La tía la ve salir, pero esta vez no la detiene. Retener a la niña es retener que el destino suceda, y esta vez ella no va a impedirlo.
Editado: 31.10.2024