Divorciada y con remolque

Capitulo 7

Yasmina

— ¡Mi pequeña princesa! — Atesh levanta a Lale en sus brazos, una admiración genuina brilla en sus ojos.

Mi niña caprichosa ya ha olvidado que iba a casarse con Damir, se abraza al cuello de Atesh, ríe. Y la mirada penetrante sigue perforando agujeros en mi nuca.

Pero eso no es problema mío en este momento. Me acerco a Atesh y abrazo al chico, estoy realmente feliz de verlo. No sé, tal vez cuando inyectan tu sangre a otra persona, realmente eso influye en las relaciones de alguna manera. Pero yo experimento un sentimiento especial por Atesh.

No es amor, al menos no es lo mismo que yo sentía por Damir. Y no un respeto mezclado con agradecimiento, como en el caso de Emir Deniz.

Quiero mucho a Atesh Deniz, para describirlo brevemente. Nunca olvidaré la primera vez que nos encontramos. Me invitaron a la habitación del hospital, entré y vi a un chico guapo que, a pesar de su piel morena y bronceada, estaba demasiado pálido.

Atesh es dos años más joven que yo, entonces tenía dieciséis años. Me acerqué, me senté a su lado y tomé su mano. Emir se paró a mi espalda.

Al verme, los ojos negros del niño brillaron, su rostro se animó, quiso levantarse, pero su padre lo detuvo.

— Acuéstate, hijo, te traje a Yasemin, ella te salvó la vida. Ahora es tu hermana de sangre.

— Merhaba, Atesh-bey, — susurré, tragándome un nudo que se me había hecho en la garganta.

— Hola, Yasemin, — respondió Atesh en un inglés muy puro, — no sé cómo expresar mi agradecimiento y admiración por la hermosa hermana que tengo ahora.

Sus ojos realmente brillaban con admiración, después de todo, me eché a llorar. Y por las hormonas, y también porque me imaginé lo que hubiera sucedido si yo hubiera pasado de largo.

Quizás hubieran traído el tipo de sangre requerido en helicóptero, pero todos los médicos repetían a una voz que todo era cuestión de segundos. Y si no hubiera ido al hospital por culpa de Zhanna, este chico hermoso no tendría a mi Lale en sus brazos con tanta ternura. Y no estaría atento a cada palabra de ella. Resulta que incluso las perras como Osadchaya a veces son útiles cuando se trata de salvar vidas humanas.

— Yasemin, tú ya eres una beldad, es un misterio para mí cómo consigues estar cada vez más hermosa... — Ateesh me mira con una mirada ardiente, y mi intuición me da algunas señales sutiles.

Antes, yo siempre para él había sido una hermana. Para él y para el hijo mayor de Deniz, Dogan. Esto no significa que sea importante para mí, pero últimamente he sentido cambios.

— ¡Son inventos tuyos, hermano Atesh! — me río, pero un sentimiento incómodo no me abandona. ¿O es porque Batmanov no quita su mirada sombría de nosotros?

Pero los sentimientos de Damir son lo que menos me interesa.

— ¿Qué haces aquí? — le pregunto al más joven de los Deniz.

— Las echaba de menos y quería verte a ti y a esta florecilla, — Atesh lanza al aire a mi hija, que se ríe alegremente.

— No, Atesh, ella pesa mucho, — tomo al chico de la mano.

— ¿Quién, Lale? ¿Esta plumita? — Deniz se ríe y la vuelve a lanzar.

Lale chilla de placer, y yo, de la mirada ardiente de Damir ya debería revolcarme en el suelo como un tizón ardiente. Para sé más precisa, Atesh y yo.

— ¿Quieres cenar conmigo, Yasemin? — Atesh sujeta a Lale con una mano y me rodea la cintura con la otra.

— ¿Y yo? — Lale, ofendida cruza las manos sobre el pecho.

— ¡Tú también! ¿Cómo podemos cenar sin ti?

To tenía planes muy diferentes, pero por supuesto que estoy dispuesta a cambiarlos para complacer a mi hermano de sangre.

— ¿Te alojaste en un hotel?

— No, vine directamente del aeropuerto. Tengo una reserva en el hotel.

Así es, los Deniz suelen venir aquí frecuentemente por asuntos de negocios y tienen apartamentos reservados en el hotel todo el año.

— ¿Viniste por mucho tiempo? — Lale lo toma por las orejas y vuelve su cabeza hacia ella.

— Mañana por la mañana regreso, — responde Atesh y agrega ya para mí, bajando la voz: — quisiera hablar contigo, Yasemin.

Una vez más me convenzo de que la intuición no me falla.

— De acuerdo, — asiento, — por supuesto, hermano Atesh.

Inclina la cabeza, claramente quiere decir algo, pero luego cambia de opinión. Y la intuición grita como una sirena que esta conversación no será del todo fácil para mí.

Nos subimos al auto. Atesh conduce él mismo, a pesar de que lo persiguió el miedo a los autos durante mucho tiempo. Pero ahora, al ver con qué confianza este joven sostiene el volante, experimento un inesperado sentimiento de orgullo.

También juega su papel el hecho de que fui una de las personas con las que Atesh compartió sus temores. Incluso me contó que tenía miedo de quedarse lisiado y que las chicas no le prestarían atención.

No me cansaba de repetir que para un hombre tan guapo como nuestro Atesh siempre habrá colas de chicas deseándolo en cualquier estado. Nurai, la esposa de Emir, una vez admitió que fue mi apoyo lo que ayudó a Atesh a recuperarse. Pero creo que la terapia postraumática y el cuerpo joven del chico jugaron un papel mucho más importante.




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