Divorcio por el contrato

Capítulo tres.

La peor manera de dejar a alguien es en silencio,

el silencio fue tu adiós.

Capítulo tres.

—Aquí tienes —agacho la mirada enseguida.

—Gracias —susurro.

Saco del bolso el pequeño cepillo y la pasta dental que siempre tengo conmigo. Enjuago mis dientes bajo su atenta mirada, suspiro cerrando la llave y guardando todo. Cuando estoy a punto de salir del baño, me detiene con su brazo en mi cintura. 

—Sé sincera, por favor. ¿Estas enferma? A ti te encantan los camarones —lo miro.

—Estoy bien.

Ignoro su comentario sobre los camarones.

Suelta el aire, su agarre se afinca, una de sus manos va a mi espalda baja y me empuja a su cuerpo. Gimo de sorpresa al estar a centímetros de su rostro de nuevo, el olor de su fragancia hace que todo malestar a causa de las náuseas se esfuman.

Tenerlo cerca me aliviaba todo, al igual que como me destruye.

—Por un momento creí que... —se calla.

Quito la mirada de sus labios, se encuentra batallando consigo mismo por algo que no sé.

—¿Creíste qué?

—Si alguna vez llegase a pasar algo contigo, ¿me lo dirás? 

Frunzo los labios ante su repentina pregunta. Intento alejarme, pero no me lo permite. Exhalo dejando de luchar en este escenario, solo porque tenerlo cerca lograba calmarme.

Por esta vez, bajaré la guardia.

—¿Tendría porqué hacerlo? No soy importante para ti, estoy segura que si algo llegase a pasar conmigo, te alegrarás.

—No digas eso —ordena.

Me remuevo levemente furiosa por lo que siento ahora, lo quiero cerca, pero sé que si lo tengo cerca terminaré hecha nada por su indiferencia.

Y no está en mis planes ser destruida por él. 

—Es la verdad, Arthur —le digo a la cara gruñendo, niega apresándome, pese a eso, mantengo la postura—. ¿Sabes por qué vine? Porque temí que si no venía tú harías algo en mi contra, si ya no lo hiciste antes.

—No haría nada contra ti, Michelle —gruñe molesto por mis palabras, acerca su rostro al mío, bajo la mirada a sus labios—. A ti no puedo destruirte.

—¿Y eso es lo que te molesta? ¿No poder hacerme lo mismo que haces con tus contrincantes? —trato de empujarlo.

Termina resoplando ante mi atrevimiento, toma mis brazos y los coloca hacia atrás de mi espalda, cruzados levemente. No es molesto, sin embargo, me enoja que maneje a mi cuerpo como le dé la gana. Mi pecho sube y baja con lentitud, sus ojos van a mi escote y su mirada se oscurece.

Relamo mis labios, pendiente a esos mechones castaños, tirando a caoba como mi cabello. Vuelve a poner la mirada en mis ojos, tiene que agacharse bastante para mirarme a la cara.

Su altura fue lo primero que me impresionó. 

Ça me fait chier, ça me met en colère mais en même temps j'aime ça parce que tu es le seul qui peut me rendre fou comme ça —susurra en ese idioma, ruedo los ojos al no entender un carajo de lo que dice—. No me hagas ese gesto.

—Haré lo que me dé la gana —le digo furibunda, con las cejas fruncidas por el enojo—. Ya suéltame.

Vuelvo a moverme, mi cuerpo está todo tembloroso entres sus brazos, un bufido sale de su boca a la par que me deja en libertad. Lleva sus manos a su cabello y lo hala lentamente hacia atrás con exasperación, verlo totalmente fuera de su seriedad me causa gracia, a él nunca nada parece alterarlo.

—¿Sabes qué? Yo también haré lo que me dé la gana —deja dicho con furia en sus ojos.

Frunzo los labios a punto de preguntarle a qué se refiere, sin embargo, ya me ha tomado de las mejillas para halarme a su cuerpo y besarme con anhelo. Anonada y con los ojos abiertos, pienso en qué hacer.

Segundos luego mis labios se mueven por sí solos al estar unidos con los de él, suelto un gemido que es callado con su boca, percibo sus manos dejar mi rostro para bajar a mis piernas. Se apodera de ellas para alzarme y obligarme a cruzarlas por sus caderas. Ladeo el rostro a la derecha para profundizar el beso de alguna manera mientras acaricio sus cabellos.

Siento que me sienta en el lavabo del baño, enderezo mis espalda entreteniéndome con su cabello y sus mordiscos en mi labio inferior, mis piernas se abren por sí solas y se colocan a los lados de su cadera posicionando a Arthur en medio de ellas.

El beso sube de tono en instantes, sus manos no pierden tiempo y se escabullen para tomar mis sensibles senos y apretarlos, un gemido cargado de deseo y excitación amenaza con salir de mis labios; lo dejo salir solo cuando tengo la piel expuesta de su cuello a mi merced, en donde dejo varios besos y lamidas.

Siento que chupa cerca de mis clavículas, las cuales besa hasta llegar a la piel de mis senos. Se encarga de alejar el tirante de mi hombro derecho y dejarlo a su vista, lo observa unos minutos, hasta que se decide en tomar piel entre sus besos y chupar hasta llegar al pezón. 

Mi respiración se vuelve nada cuando sus dedos se introducen con agilidad por mis piernas, hasta llegar a mis bragas de algodón recientemente húmedas . Acaricia por encima de ella en mi punto sensible, entreabro los labios soltando aire.

—Arthur —jadeo alejando su rostro de mis pechos—. Tengo que...

—No lo digas —pega sus labios a los míos—. Quédate. Quédate toda la noche. Quédate conmigo, Michelle.

Su petición acelera mi corazón, el ruego de sus labios cálidos y húmedos acompañados con las ansias y anhelo de sus ojos me hace perder la cordura. Aquella cordura que es la única que puede hacer que actúe con dignidad ante él.

—No puedo —susurro entre el beso.

Acaricia mi clítoris provocando que arqueé mi espalda. Pese a el deseo tan arrebatador que sentía, pese a las jodidas ganas de tenerlo entre mis piernas, de permanecer con él. De quedarme toda la noche. Pude hablar con firmeza y actuar.



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En el texto hay: romance, drama amor mentiras, grumpy y sunshine

Editado: 13.05.2023

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