Ya perdí la cuenta
de todos los besos que quiero darte.
Capítulo nueve.
Dos meses después.
Era inexplicable todo lo que una persona puede hacerte sentir.
Todo lo que puedes acumular y guardar por ella.
Todo lo que puedes terminar soltando de alguna manera en el momento que menos esperabas.
Y era inexplicable, la manera tan grande en la que hacemos el ridículo estando enamorado.
Las cosas marchaban bien, nos mudamos de departamento.
Y tengo más antojos y náuseas que antes. Aparte de que cumplí los cinco meses en Mayo, ahora tengo siete meses de embarazo.
Este niño no me lo ha puesto fácil últimamente.
En la última visita a Christine fui sola, no quise hacerle ese daño a Axel ya que sé que algo ocurre dentro de él cuando la ve. Le hice mis preguntas y dudas, como la razón por la que mi cuerpo no mostró algún cambio muy significtivo en mis cuatro meses de embarazo.
Según ella, es normal en algunas mujeres no parecer embarazadas ya que su cuerpo no sube de peso alguno. Como en mi caso yo no tenía un peso conciso, pues yo le atribuyo ese mínimo peso a algo normal y de rutina.
Ja, tremendo plot twist.
—Esta es la última caja —avisa dejándola en el piso.
Piso que forma parte de lo que sería mi habitación, la cual está curiosamente al lado de la suya. Solo espero que las paredes no sean tan delgadas.
—¿Por qué no dejas que te ayude? —bufo, preguntado por quinta vez en lo que resta de la tarde—. Me siento como un mueble.
—No lo eres, tarada. Pero recuerda que estás embarazada, Michelle. Ningún esfuerzo, dijo la doctora.
—Tu ex —canturreo con una sonrisa pequeña, rueda los ojos caminando a la salida—. ¡Oh, vamos, algún día tendrás que decirme qué pasó entre ustedes!
—¡Lo haré cuando le cuentes al imbécil que será padre! Te estás tardando, niña —me regaña, desapareciendo.
Como siempre hace cuando menciono a mi obstetra, a la cual cada día amo un poco más. Es la persona más dulce y dedicada que he conocido, y ni hablar de su trabajo conmigo. Todas las recomendaciones que me ha dado son realmente buenas. Y he llevado al pie de la letra todo lo que me pide que haga, no me pierdo ninguna cita.
Si soy sincera, entiendo a Axel. En los pocos meses que llevamos juntas puedo decirles que, si tuviera un gusto por las chicas, Christine tendría todos los requisitos para ser mi novia.
Suertudo Axel, espero que no la haya cagado tanto y que su relación vuelva.
¿Hay probabilidades?
—Axel —lo llamo cuando pasa por mi puerta.
Se detiene, introduce solo la cabeza revuelta de sus mechones despeinados y pegados a su frente por el sudor. Aunque son lacios, no dejan de parecer una esponja. Frunce las cejas ante mi rostro serio y preocupado.
—¿Pasa algo?
—¿Cuándo sabes que todo terminó con una persona? —curioseo
Dejo a un lado mi jugo. Trago saliva, sintiendo mis nervios tomar control de mi sensiblero cuerpo. El cual se encuentra más diferente debido a mi panza de siete meses.
Hace dos mes, fue la última vez que estuve en su casa. Cuando dormimos juntos luego de ver esa película, todos estos meses calando hondo en mi cabeza.
Tomando posición de mis pensamientos, de mis suspiros y muchas veces de mis momentos de placer.
—Lo tuyo con Arthur no ha terminado, si es lo que quieres saber —expone alzando los hombros—. Tienes un hijo suyo en el vientre, y lo quieres. Estás enamorada de él.
—Pero él no de mí...
—¿Alguna vez te lo dijo? —sonrío, tomando un sorbo.
—Su actitud...
—Niña, los hombres somos expertos en fingir. Él te pone atención, Michelle. Y si te soy sincero, me sorprende que no me haya cortado los huevos aún —resoplo.
Cruzo mis piernas todavía sentada en la cama, mi habitación es un desastre por las cosas que todavía no desempaco, pese a eso, no me molestaba tanto ver el desorden ya que Axel se encargará de ordenar todo, lo sé porque no me ha dejado hacer nada que parezca agotador luego de que mi panza se hiciera notar más.
¿A quién engaño? No me deja hacer nada desde que se enteró de mi estado.
Idiota sobreprotector.
—Es porque está ocupado haciéndole la vida imposible a Teresa —mi móvil nos interrumpe.
Lo recojo mientras lo observo adentrarse a la habitación, me mira con curiosidad, ansioso de saber quién me llama. Tomo la llamada, el nombre de Frida junto con “abogada” al lado me deja sin habla.
Su voz se hace escuchar por la bocina.
Michelle, tengo buenas noticias.
Me arrastro por la cama hasta dejar mis pies fuera de está, Axel se me acerca obligándome a permanecer sentada.
—Abogada, dígame todo, por favor —titubeo.
Ante la mención del apodo, Axel frunce las cejas. No tiene idea de mi hermano.
La escucho respirar entrecortado, me sorprende que me llame a esta hora, según me dijo tiene un caso muy importante justo ahora. ¿Será que todo ya está bien?
Se trata de tu hermano. Tenemos que vernos, y tranquila. No es nada grave.
Cuando se trata de mi hermano, todo es grave.
—¿Ahora qué pendejada hizo el muy tonto? —gruño bajito mirando de reojo a Axel. Muerdo mi labio, nerviosa—. Está bien, ¿cuándo nos vemos?
Me dice que dentro de tres horas, me mandaría la ubicación de un restaurante para hablar. Me aterraba salir y encontrarme con algún periodista, pero no podía vivir siempre dentro de estas cuatro paredes.
Termino la llamada, exhalo sin saber qué sentir respecto a lo que acaba de pasar. Una parte de mí desea con muchas fuerzas que sean noticias buenas.
Pero esta sensación de que todo va demasiado bien para ser cierto, me dice que espere algo malo.