Divorcio por el contrato

Capítulo once.

Me digo a mí mismo que no importa tanto

pero siento que muero hasta que siento tu toque.

-Only love can hurt like this.

 

Capítulo 11.

Arthur Müller. 

Tiempo actual,

Londres.

No concibo la razón por la que no la sacaba de mi cabeza.

No, sí sé la razón. Admitirlo no era lo que me detenía.

Decírselo y que ella no me correspondiera era la jodida bala en el entrecejo que temía que disparara.

¿Qué hago con ella? 

Me vuelve loco.

—Señor —la miro—. Tiene una reunión en una hora.

Asiento.

—Gracias, Teresa —maúllo con lentitud.

Mis ojos vuelven a clavarse en su rostro, la foto que yace en mi escritorio que por impulso coloqué ahí. En ella se encuentra sonriendo con los ojos brillosos mientras sostiene un libro cerca de su rostro, sentada en el sillón de la sala con los pies estilo indio. La tomé con mi celular sin que ella se enterara y aquí estaba. 

Muerdo mi labio inferior con la mirada fija en su rostro y cabello.

Tengo meses sin verla y las ganas de ir tras ella me están matando, joder.

—Señor —frunzo los cejas—, ¿necesita algo más? 

Trago en seco, su preocupación es evidente en sus ojos. Y con justa razón, mi aspecto es desastroso y todo por culpa del insomnio.

Son pocas las noches en las que puedo descansar cuatro horas seguidas. 

—No, puedes retirarte —intento sonreírle.

Es más una mueca. Dejo salir un suspiro frustrado, sintiendo la necesidad de verla. De escucharla. De sentirla.

Y una jodida foto no era suficiente.

Relamo mis labios, desconcertado. 

Creía que esto que comenzaba a sentir no sería tan fuerte. Qué iluso, en el momento que vi ese jodido papel con su firma supe enseguida que perderla no estaba en mis planes. A pesar de que el contrato era separarnos y cada quien irse por su lado.

Me di cuenta que un año no me era suficiente con ella.

Convencí a mi padre de que si me casaba era mucho para que la empresa permaneciera con nosotros, él mismo llegó a la conclusión de que con el tiempo tendríamos un hijo. Estaba de lo más equivocado.

Si él llegase a enterarse de la verdad, no sé qué será de mí.

Saco mi celular soltando un resoplido, mis dedos van a su número. El apodo que le proporcioné brilla junto a su foto.

La extrañaba de una manera incontrolable.

Las yemas de mis dedos arden queriendo pinchar ese icono de llamada, aprieto la mandíbula, echando mi cabellera hacia atrás y luego dejar estrepitosamente el celular en el escritorio. Controlo mi respiración, cerrando los ojos con furia.

Odiaba que quisiera poner distancia entre nosotros. 

Pero no quería ser egoísta con ella. Si no era feliz conmigo podría hacerlo con alguien más, aunque me jodiera la idea de verla con otro.

 “Te quiero lejos de mí.”

Sus palabras me hieren muchísimo.

“Estoy cansada de esto. De lo nuestro.”

¿Lo estaba? ¿Realmente estaba cansada de nosotros? 

“No soy importante para ti, estoy segura que si algo llegase a pasar conmigo, te alegrarás.”

¿Cómo puede pensar eso? Si algo llega a pasar con ella, terminaré loco.

Mucho más de lo que estoy ya. 

“Que espero que seas feliz.”

¿Ser feliz sin ella? No lo veo posible justo ahora. 

Los minutos se me pasan entre tragos de agua, distracción como el trabajo de Teresa para no dormirme, y sus palabras hiriendo mi corazón y haciendo estragos en mi paz.

Media hora después, mi celular vibra encima. El número de mi hermana aparece en pantalla y no hago más que sonreír ante esto.

Sœur —exhalo, pasando mi mano por mi cara.

Oh, doux imbécile. 

Carcajeo con una sonrisa pequeña en mi cansado rostro, demonios, hasta sonreír se me hace jodidamente difícil. Trago en seco, levantando mi trasero de la silla para luego ir al ventanal que me deja una gran vista de afuera.

—¿Cómo estás, cariño? 

Extrañándote. ¿Todo bien? Te escuchas realmente mal.

Rasco mi nuca, haciendo tronar mis huesos de la espalda.

—No he estado descansando como debería.

De repente, su tono de voz deja de ser suave y preocupado. A uno más preocupado pero a la vez serio, cierro los ojos con pesar, incapaz de no imaginar su rostro redondo justo ahora.

Arthur, ¿estás durmiendo bien? 

—No desde hace meses —sacio su curiosidad.

Ella no sabe de Michelle, solo mis padres. Al decirle que me casé me regañaron por no invitarlos a la boda que nunca existió, suspiro dejando mi palma en mis bolsillos finos con pereza.

»Quiero a una mujer —le comunico.

El silencio se hace esperar, para luego escuchar como maldice entre un chillido feliz que me deja sordo. Suelto una risotada por su inocencia, si sólo supiera cómo se dieron las cosas.

¡Dime todo! ¿Cómo es? ¿Qué hace? ¿Cómo te trata? ¿Es linda? 

Trago en seco, negando con diversión. Mi hermana ha conocido todas mis facetas y esta no es la primera vez que me escucha decirle que me gusta alguien. 

Pero sí sería la primera vez después de ella.

—Es hermosa, aunque...

Ahogo un gemido, muerdo mi mejilla pasando mis dedos por mis cejas despeinándolas en el proceso.

¿Aunque, qué?

—Es complicado.

Y una mierda. Dile lo que sientas, tonto, sabes qué pasa cuando te callas las cosas.

Y sí que lo sé, de la peor manera. Me muevo en mi propio eje de manera consecutiva, pensando y balbuceando lo que digo.



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En el texto hay: romance, drama amor mentiras, grumpy y sunshine

Editado: 13.05.2023

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