Soy tan tuyo,
que nunca volveré a ser mío.
-Ron Israel.
Arthur Müller.
Lo que me esperaba en Londres no era de mi agrado. Los medios comenzaban a sacar sus propias conclusiones al notar la distancia entre Michelle y yo.
Sé perfectamente que era cuestión de tiempo para que las cosas se pusieran así, sin embargo, creí que podía solucionarlo antes de que todo estallara.
Entre papeles que Teresa me ha traído y su permanente mirada en mí, suspiro.
—¿Qué quieres? ¿Que te suba el sueldo? —inquiero ya cansado de su expectante mirada.
—Pues no me quejo —carcajea, la miro serio esperando—. Mmm, bueno, yo solo...
—¿Qué, Teresa?
Pareció arrepentirse al notar que no estaba de humor para titubeos. Tragó saliva mientras la miraba. No tengo tiempo para su silencio. Gruño volviendo a fijar la vista en los papeles y leer cada cosa antes de firmar.
—La señora Müller —me tenso ante la oración—. Ella...
Señora Müller. Suena jodidamente bien y quiero que siga así.
—Ella está bien. Es feliz.
Esas palabras eran más para mí que para ella. A pesar de que no estábamos juntos, seguía preocupándome por ella. Seguía queriéndola.
La amaba y lo haré hasta que mis huesos sean polvo.
Definitivamente entrar a esa biblioteca fue la mejor decisión de mi vida. Miro atrás y me pregunto cómo carajo pude vivir sin la dulzura, ocurrencias y espontaneidad de Michelle Stone.
Ella es lo que quiero y necesito ahora.
—¿Ya sabe que está embarazada? ¿Usted quiere al niño? —frunzo las cejas.
Dejo de lado los papeles para prestarle atención a mi secretaria y próximamente asistente. Aprieto la mandíbula completamente confundido ante sus interrogantes.
—Me enteré hace poco.
Sonrió.
—¡Entonces van a volver de nuevo! Oh, Dios, espero que sea así. Ustedes son la pareja perfecta —un suspiro escapa de sus rosados labios.
Ladeo la cabeza.
—Teresa, el bebé no es mío.
Es su turno de fruncir las cejas, sus labios muestran una mueca volviendo su atención a mí. Aprieto los labios ante su confusión.
Dios sabe que habría querido que sea mío.
—¿Ah, no? Oh, pensé que sí —traga en seco, sus manos temblando mientras remueve sus cabellos—. Es que si me pongo a analizar el tiempo que estuvieron juntos y...
Dejé de escucharla cuando mi teléfono sonó, el número de uno de los guardaespaldas que contraté para ella me hace tensar cada músculo de mi ser.
—¿Ella está bien? —interrogo enseguida.
Señor, hace unos minutos el chico con el que está salió con ella en brazos. Lo seguimos, están en el hospital.
Michelle y el bebé.
Me levanto enseguida mientras les doy una orden específica de que no se muevan de ahí. Los contraté para que la cuiden por los estúpidos periodistas sin límites, luego de investigar al chico no pensé en nada más que su seguridad.
Me pareció irónico que me haya dejado a un lado por la fama que tengo y que ahora se haya interesado en un actor estadounidense.
Pero no dije nada, no tenía derecho. Si su felicidad era con él, no entraría a ese terreno.
No sería egoísta con ella. Después de todo, él pudo darle algo que yo desde un principio le negué.
—No se aparten de ella, por un demonio, si algo le sucede a ella o al niño voy a matar a ese idiota —gruño.
Cierro la llamada saliendo a paso rápido hacia el ascensor, escucho los pasos apresurados de mi secretaria mientras camino.
—Señor, tiene una entrevista dentro de unos minutos y...
—Cancela todo.
—Pero señor...
Me giro a su encuentro luego de presionar el botón del ascensor. Me observa preocupada y nerviosa, mordisquea su mejilla.
—Cancela todo, Teresa.
Ante mi tono amenazante y rudo, asiente. La pierdo de vista cuando las puertas se cierran. Mis manos tiemblan mientras espero llegar al último piso, el corazón parece salirse de mi caja toráxica.
Trago en seco, mis ojos cristalizados y miles de ideas respecto a lo que sucedió alborotando toda mi paz.
Solo espero que estén bien. Que ella esté bien.
—No puedo perderte. No a ti —murmuro.
Absorto en los recuerdos que forman mis pesadillas en la noche. En donde luego de tenerlas está ella abrazándome, teniéndome en sus brazos.
Brindándome seguridad.
A pesar de que ese día se fue luego de dormirme, no fuí trás ella. Aprecié que se quedara cuando quería estar lejos de mí, la tuve en mis brazos esa noche de nuevo.
Y fue como si nada hubiera pasado. Como si solo fuéramos ella y yo.
Siempre somos ella y yo.
No puedo permitir que nos perdamos tan fácilmente, no cuando he luchado tanto para no quererla tan fuertemente como ahora.
No puedo dejarla ir.
Conduzco de una manera que no es permitida, en mi cabeza solo tenía pensamientos sobre ella y lo que sea que haya sucedido. No puedo pararme a pensar en el resto del mundo cuando el mío puede estar en peligro.
En cuestión de minutos estoy en la dirección que los chicos me mandaron, al llegar los encuentro afuera esperándome. Me acerco a ellos con la respiración acelerada y el pulso por igual.
—¿Dónde está?
—La están atendiendo —contesta.
Gruño acelerando el paso, esquivando personas que me miran asombrados. Llego a recepción dispuesto a tener respuestas.
—Michelle Stone, ¿dónde se encuentra?
Me observa confundida, no estaba de ánimos para escuchar las palabras de "si no es familiar no le puedo brindar la información" me importaba una mierda y estaba dispuesto a dejárselo ver.
—Arthur Müller —aprieto la mandíbula.
Lo encuentro con los ojos llorosos y la mirada perdida. Achino los míos acercándome a él.