My darling,
you will never be unloved by me.
You are too well tangled in my soul.
Capítulo 19.
Arthur Müller.
Sentía que me ocultaba algo, pero luchaba contra ese sentimiento porque la idea de Michelle mintiendo dolía.
Tanto como el hecho de que no confiara en mí.
Estaba decidido a contarle todo. La razón del contrato, el por qué de las reglas. Estaba decidido a mostrarle quién es el verdadero Arthur Müller.
Luego de que terminemos esto, sería completamente e indiscutiblemente sincero con ella.
Sin ninguna pizca de arrepentimiento.
¿Estaba asustado? Sí. Mierda, sí lo estaba.
Me martillaba pensando en cada posible respuesta negativa de ella, cada una peor que la anterior que me llevaban a solo una conclusión y final.
Yo existiendo sin Michelle Stone a mi lado.
Siento que camino en arena movedizas, que el mínimo movimiento terminarían hundiéndome.
No me importaba nada, no me interesaba la empresa, lo que dijera mi padre. La emoción de mi madre por creer que el hijo es mío, lo que más quisiera yo.
No me importa nada que no sea ella.
Tomé una larga y profunda inhalación antes de acomodar mi camisa y pantalones jeans. Vestimenta elegida por ella.
—¿Ves? Luces como una persona normal, y no un hombre que hace dinero con solo respirar.
Giré a su encuentro, encontrándola peinando su cabello. Su atención fija en el espejo delante de ella, relamo mis labios suspirando.
Antes temía dejarme en evidencia por lo que sentía por ella, ahora temía no ser tan obvio y demostrativo.
¿Los roles cambiaron, eh? Ahora soy yo el que espera una mínima demostración de ella.
Aunque no lo necesitaba, sé que me quiere. No necesito escucharlo cuando ella lo demuestra permaneciendo a mi lado, cuidándome y dándome el apoyo que necesito.
Siendo mi sol.
—¿Necesitas ayuda? —suelta un suspiro.
—Odio cansarme —hago un puchero por su berrinche.
Me coloco detrás de ella, ganándole en altura. Con cuidado llevo mis manos a su cabellera caoba y tan solo acariciarla me relajo, termino la distancia y me agacho solo para depositar un beso en su cabeza. El olor a café despierta mi sentido.
Oh, Dios, la extrañaba tanto.
—Tienes ocho meses ya, ¿no?
Sus labios se estiran en una sonrisa que me roba el alma. He visto esa sonrisa antes, la misma cuando lee. Ella es tan jodidamente feliz con esto que me sentí un idiota por no haberme dado cuenta.
¿Cómo pude privarle esto?
Peor aún, ¿cómo pude privarme yo de verla completamente e infinitamente feliz con un pequeño ser en su vientre?
Ella era mía. Su felicidad es la mía. Su tristeza es la mía. Su hijo es mío.
Aceptaría todo con tal de tenerla a mi lado.
—Sí —sonreí junto con ella—. Ya son ocho meses.
He sido espectador de sus momentos. De sus náuseas, antojos y demás. Mierda, era un fastidio.
Pero al final del día la seguiría eligiendo mil veces.
—¿Tienes antojos hoy? —averiguo comenzando a trenzar esas hebras onduladas.
Mientras lo hacía imaginé el mismo tono de cabello y las mismas mejillas redondas en otra carita. Una nena.
Una niña.
Moría de curiosidad por saber qué es, no creía que fuera normal está sensación de estar completo cuando hablamos de su embarazo, sin embargo, lo sentía.
Me sentía bien. Jodidamente bien respecto al tema, me dijo eso sobre que Axel no es el padre, cosa que me tiene pensando desde hace días.
Mierda, ¿sería posible que sea mío?
Un bebé nuestro. ¿La terquedad de ella junto con mi impaciencia? Por favor.
—¿Estás bien?
Pestañeo, la observo de arriba a abajo. Me adentré en lo que hacía mientras pensaba que ya terminé. Tragué en seco analizando las trenza flojas y con varios mechones afuera.
Relamo mis labios, observando esos ojos que tanto me encantaban. Llevé mis dedos a sus mejillas para luego besar y mordisquear esa zona, provocando varias risitas.
—Sí.
—¿Seguro? Luces algo pálido, si no quieres ir podemos...
—Quiero hacer esto. Es parte de tu vida. Es parte de ti —suspiro y antes de que la primera lágrima caiga la detengo—. ¿Crees que mentía ese día? Quiero una segunda oportunidad, Stone. Y cuando me la des, te prometo que haré todo para esta vez no arruinarlo.
Un pequeño sollozo arropó sus labios, me encargué de sostenerla mientras se aferraba a mí en un abrazo. Aspiré su olor y me recordé a mí mismo que la mujer que abrazaba justo ahora el puto sueño el cual sí pude cumplir.
Si despertaba, haría que todo haya valido la pena.
(...)
La casa era modesta y hogareña, parecía que alguien cuidaba bien de ella por el jardín y las flores de está. Fruncí las cejas mirando el jardín, hice una mueca pensativo mientras miraba.
Estábamos un poco retirados de nuestra casa, pero eso no parecía importarle.
—¿Estás listo?
—¿Me recuerdas quiénes son? —una sonrisa triste apareció en sus labios.
Acarició el dorso de su mano que se aferraba a la mía con fuerza. Tomó una gran inhalación y sin previo aviso acaricio su panza mientras me relataba lo dicho.
—Cuando era más joven, en el momento en que mi hermano tuvo que irse a la cárcel, vagueé un tiempo en las calles.
Sentí el aire de mis pulmones volverse frío. Todo en mi ser dolió ante la idea de Michelle sola y asustada en la calle sin nadie que la cuide de los peligros de la noche.
Oh, amor, he llegado tan tarde.
—Cariño, no tienes que...
—Sí tengo. Ellas me acogieron un tiempo, no podía quedarme porque podría traerles problema, pero estuve con ella por un tiempo. Hasta que conseguí el trabajo de bibliotecaria gracias a una de ellas, me ayudaron mucho.