Divorcio por el contrato

Extra #2.

Francia.

Michelle.

No puedo creer que haya durado tanto para venir a Francia. Es tan hermosa y romántica.

La navidad en Francia es algo increíble, es muy diferente a como había pasado navidad a lo largo de mi vida.

Nunca hubo mucha comida, regalos y afecto. Solo noches frías y hambre hasta que ese par de abuelitas me encontraron.

Las cuales estaban encantadas con Irina. Dios, ¿había alguien que no estuviera encantado con ella?

Tiene un don.

—¿Qué quieres hacer ahora? —sonrío.

Permito que me abrace mientras acaricio sus brazos con vellos en ellos, descanso mi cabeza en su pecho agradeciendo que sea tan alto. Solo en algunas ocasiones.

—¿Irina?

—Con mis padres —deja un beso en mi sien—. Estamos libres por al menos unas dos horas.

—Por tus padres serían semanas. Es difícil quitarle la niña cuando la tienen —carcajeo.

Arthur deja escapar una risilla juvenil que me hace sonreír, estos días con él han servido de mucho. He conocido más de su vida. 

Y ahora sé todo lo que le costó decirme cuánto me amaba desde un principio, tenía esa culpa en su ser por lo que había hecho su ex novia en un pasado.

La idea de que todas esas veces que se negaba a dormir era por miedo a despertar en medio de la noche...

Me da escalofríos pensar en lo atormentado que se encontraba.

Dejo salir un suspiro tomando su mano para dejar un beso en esta, acaricio sus nudillos, los cuales en su mano derecha se encuentran tatuados cada letra que conforma el nombre de Irina. Mis ojos fijos en la vista que tenemos desde nuestra habitación. 

—¿Ese suspiro por qué fue? —sonrío.

—Por ti. 

Lo siento gruñir confundido, de repente lo tengo delante de mí mirando desconcertado. Le muestro una sonrisa contemplando su rostro. Una barba de tres días descansa en su barbilla, lleva las mismas ojeras que seguramente tengo gracias al tiempo que demanda cuidar de Irina.

Sin embargo, ninguno se quejaba porque esa pequeña era nuestra fuente de felicidad.

—¿Qué hice ahora? —bufé.

—Nada. Solo estaba pensando en ti.

—¿Y pensar en mí te pone triste? —esta vez pareció preocupado—. Michelle, te juro que si hice algo lo puedo arreglar y...

Lo detuve tomando sus mejillas y plantando un beso en sus labios que logra callarlo, aún de puntillas le muestro una sonrisa al alejarme. Exhalo acariciando mi nariz con la suya.

—Deja de creer que cada cosa que hagas o digas puede alejarme, Arthur —le pido en un susurro—. Sabes todo de mí, sé todo sobre ti. Te amo, Müller. Y cuando amo a alguien no lo dejo ir fácilmente, ¿no te lo advertí?  

Acaricio sus mejillas mientras lo observo sonreír. Suelta un suspiro abrazándome a él en un segundo. Cierro los ojos sintiéndome en paz en su brazos y y feliz respirando su perfume.

Me costaba en ocasiones hacerle ver lo mucho que lo amo,  él parecía tan decidido en hacer cada cosa bien para no alejarme. 

No quiero eso, quiero que se equivoque y que al hacerlo tenga la confianza de ir conmigo en busca de ayuda. No quería un príncipe, solo al verdadero Arthur Mϋller.

—Te amo —asegura.

—Lo sé.

Duramos varios minutos en esa estado, solo nosotros sabíamos lo que ese abrazo significa. Últimamente, cada segundo en el que estábamos sin el otro es como si tuviéramos desperdiciando demasiado.

Después de todo este tiempo sin estar juntos, supongo que es justo sentirnos así.

—Quiero otro bebé —confieso sintiendo mis mejillas calientes.

Sus manos acarician mi espalda y cintura, provoca un sonido con su garganta diciéndome que me escucha indirectamente.

—Michelle, cada vez que recuerdo tus gritos en esa sala de parto...

—Lo sé —suspiro—. Pero quiero un mini tú. No podemos dejar a Irina sin un compañero —intento un puchero ganándome un suspiro.

—No quiero verte sufrir.

Me parecía tierno la manera en la que me cuidaba incluso para embarazarme, luego de nacer Irina se ha comportado de esa manera. Como si él fuera la persona que quedará embarazada.

Muerdo mi labio inferior.

—¿Sabes que es algo biológico, no? 

—Jodidamente, sí —bufa—. ¿Pero sabes que si pudiera cambiar de lugar lo haría, no?

—Sería raro verte embarazado —bromeo aguantando la risa.

—En cambio, tú luces hermosa —deja una cadena de besos en mi boca—. Radiante, preciosa, rellenita y sensible.

Le sigo el beso con la misma lentitud, acaricio su labio con mi lengua para luego dejar una pequeña mordida obteniendo un gruñido. Gimo en su boca cuando aprieta mi cuerpo contra el suyo, su erección acaricia mi barriga provocando algo más fuerte en mí.

Sonrío encima de sus labios en cuanto toma mis caderas y las alza, me obliga a rodear mis piernas por su cintura mientras camina conmigo hacia la cama. Sus besos son húmedos y suaves, embriagantes.

Cada toque provoca que una de mis prendas se vaya junto con las suyas.

Dejo descansar mis manos en su cuello y espalda mientras se introduce lentamente en mi interior. Jadeo al sentirlo completo, disfruto de sus caricias en mis pechos mientras me acostumbraba a su tamaño para luego sentir el vaivén de sus caderas.

Sus labios dejan besos en mi cuello que logran hacer que el orgasmo no tarde mucho, luego de unos cuántas estocadas lo hace él llenándome por completo. En cuanto su respiración se calma un poco, tomo su barbilla besándolo, está vez con algo de rudeza.

Luego de la tormenta siempre llega la calma, en nuestra caso es al revés. La tormenta llega después de que la calma se ha disipado.

—Gracias por hacerme el amor, Müller —susurro acercando mis pechos hacia el suyo de manera premeditada, suelta un jadeo ante el toque de piel con piel—. Ahora necesito que me folles.

Suelta un suspiro a la par que toma mis caderas con brusquedad, su respiración acelerada golpea con mi cuello mientras me deja caer encima de él. Gimo enterrando mis dientes en su hombro, gruñe en cuanto comienzo a mover mis caderas de forma lenta luego de unos segundos.



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En el texto hay: romance, drama amor mentiras, grumpy y sunshine

Editado: 13.05.2023

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