Dlv (devuélveme la vida) (libro I)

Calor de hogar

Miro por la ventana mientras mi tía maneja rumbo a su casa, yo trato de memorizar el camino para no sentirme tan extraña cuando regrese de la escuela. Después miro su perfil y sonrío un poco, es tan parecida a mamá. Mientras veía a mi padre ir directo a su habitación seguido de un portazo tuve la brillante idea de huir, mi padre es hijo único y mamá solo tiene una hermana así que no tengo mucha familia a quien recurrir, además de que extrañaba tanto a la tía Anastasia. Ella es lo único que me queda de mi mamá. Me sonríe y aprieta mi rodilla.

—Te va a gustar estar aquí, es un pueblo pequeño pero muy bonito además de tranquilo. No extrañaras el ruido de la ciudad.

Le sonrío y regreso la vista hacia la ventana, me pongo los audífonos y pongo play a mi lista de reproducción favorita en mi mp3 y mientras escucho una canción cualquiera recuerdo lo maravillosa que era mi vida teniendo a mi madre conmigo, era tan feliz cuando la veía sonreír y lo que más me gustaba de todos los días era llegar a casa y que el olor de su comida entrara por mis fosas nasales. Es increíble como una sola frase puede cambiar y destruir tu vida en segundos: tu madre tiene cáncer. El proceso fue feo y doloroso, quisiera borrarlo de mi memoria, siempre la admiré y más cuando, estando tan enferma, no perdía la sonrisa. A veces quisiera un poco volver atrás y cambiar mi destino, tal vez no estaría en este momento en esta camioneta rumbo a la casa de mi tía y su familia, tengo ganas de tener una buena compañía y sentirme un poquito querida por alguien. En verdad necesito sentir el cariño que mi padre no puede darme. Aunque de algo estoy muy segura, en el momento en el que me sienta incomoda en este lugar voy a agarrar mis cosas y regresaré a Manhattan.

— ¿Te apetece un poco de música? —pregunta al cambio de canción y puedo escucharla, me vuelvo hacia ella y asiento con la cabeza.

Enciende la radio y me quito los audífonos, le pregunto sobre la familia y muero por saber sobre Hannah, somos de la misma edad y tengo muy pocos recuerdos de ella, pero estoy segura de que nos llevaremos muy bien, tal vez tengamos cosas en común y eso haga de nuestra convivencia la mejor. Mi tía me cuenta que Hannah estudia y está muy contenta estando en ese colegio, lleva un buen promedio y es una chica muy alegre. También me habla de Ariel; su hijo mayor. Hace muchos años cuando mi tía nos visitó en Manhattan yo era muy pequeña y no puedo acordarme de él, mi madre decía estar muy orgullosa de él cada que hablaba con su hermana por teléfono. En fin, tendremos mucho tiempo para conocernos.

El camino es un poco largo, deseo mucho descansar y una grande taza de café. Por fuera la casa luce muy bonita, es de dos plantas y tiene un lindo jardín. Sonrío y, no puedo negar que estoy emocionada después de tanto tiempo, en cuanto mi tía gira la llave y la camioneta deja de hacer ruido me bajo, me cuelgo mi mochila roja sobre el hombro y abro la parte trasera para bajar mi equipaje.

— ¡Déjame ayudarte! —alguien grita desde la puerta, es Ian. Baja los dos escalones y al llegar a mí me abraza—, estás enorme.

—Gracias —susurro con un poco de vergüenza.

Baja mi equipaje y cuando mi tía rodea la camioneta pasa el brazo sobre mi hombro y caminamos hacia adentro. Pongo un pie en esta casa y ya siento el calor de hogar que emana el espacio. Me doy la libertad de inspeccionar un poco a mí alrededor, frente a la puerta das unos cuantos pasos y está la escalera para ir a la segunda planta, a lado hay una puerta blanca con una media luna y del otro lado la sala de estar. Una chiquilla baja por las escaleras corriendo e interrumpe mi pequeño tour visual, se salta el último escalón y se monta sobre mí. Jamás alguien había estado tan contento de verme, y se siente bien. Tan bien que rio con ella y la abrazo como si fuéramos intimas amigas que tienen siglos sin verse. Pero a pesar de que es muy flaquita pesa un montón, la sostengo de la espalda lo más que puedo hasta que mis piernas empiezan a doblarse.

— ¡Prima, bienvenida a casa! —grita.

Pone los pies sobre el piso y lo agradezco demasiado, otro poco y hubiéramos caído las dos al suelo, y me gusta esta casa, pero no quiero besar el piso.

—A mí también me da gusto verte, Hannah.

Aplaude y brinca, es tan bonita. Tiene su cabello dorado como el de los elotes, su piel es blanca y tiene un lunar justo arriba del labio. Se parece mucho a su papá. Ellos nos miran muy divertidos y quiero adivinar que ya están acostumbrados a la efusividad de su hija. Me toma de la mano y me lleva hacia las escaleras, miro a mi tía pidiéndole un poco de ayuda, ella levanta los hombros y me muestra los dientes. Vengo de una pequeña familia en la que la comunicación no era el tema principal, por dios, no estoy acostumbrada a esto. Hannah debería saberlo.

—Mientras papá sube tu equipaje yo te mostraré tu habitación.

En el camino hacia las habitaciones hay muchas fotografías colgadas en la pared, quiero apreciarlas una por una, pero jala mi mano para que me dé prisa. Me lleva por el pasillo casi arrastrando y sin soltarme, hay cinco puertas en total: cada una frente a frente y otra al final del pasillo. Quisiera poder tener un momento para respirar, ella me agrada, pero es un poco chillona y empalagosa. En Manhattan tenía amigos muy malos, lo supe cuando mi madre murió. Solíamos salirnos del colegio y armar las mejores tardeadas, yo era la reina de la fiesta y me sentía muy importante entre todos. Pero cuando mi madre murió volteé hacia todos lados buscando a esas personas que eran especiales para mí y no había nadie, estaba completamente sola. Tengo muy pocos minutos conviviendo con mi prima, pero me agrada porque me recuerda a la antigua Emma. Abre la puerta y después de verla a los ojos unos segundos decido entrar, es una habitación grande y agradable. Casi se parece un poco a mi anterior cuarto. Las paredes son de color verde, la cama es grande y tiene un edredón de pelotitas de beisbol, hay un mueble con trofeos y reconocimientos importantes y también un escritorio vacío. No me detengo a apreciar los detalles que hay sobre el mueble porque cada paso que doy Hannah está detrás de mí.




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