Dlv (devuélveme la vida) (libro I)

Bienvenida a Ellium

Camino por los pasillos de la tienda de ropa a la espera de la encargada, estoy muy nerviosa. Nunca he tenido una entrevista de trabajo y tengo miedo de estropearlo. Me rasco la nariz y detengo la mirada en un vestido de flores rosas, me encanta, pero me desilusiono cuando veo el precio. Ni trabajando horas extras creo que tendría dinero para comprármelo.

—Buenas tardes —giro sobre mis pies—, tú debes ser amiga de Daniel.

—Sí, Emma FitzGerald.

Le tiendo mi mano a la señorita de piel blanca y cabello naranja, es un poco más alta que yo y tiene unos lindos ojos verdes. Le da un ligero apretón a mi mano y me brinda una sonrisa simpática.

—Ven conmigo —camina frente a mí y la sigo a prisa—. Perdona la demora, tengo dos hijos que no pueden esperar ni un segundo.

Me lleva hacia la caja, abre una pequeña puerta blanca y me pide con la mano que pase, el espacio es muy pequeño. Es el almacén en donde está la mercancía, todo aquí huele a plástico y cosas nuevas. Me acerca una silla y se sienta en otra frente a mí.

—Soy Carolina, encargada de esta tienda. Daniel me habló muy bien de ti.

—Qué bueno —me rio.

—¿Inicias hoy?

—¿Hoy?

No puedo hacerlo, no avisé a nadie en casa. Me rasco la cabeza y pienso que esta es mi oportunidad de tener dinero y no me puedo ponerme altanera. Ella será mi jefa.

—Sí, por el horario no te preocupes. Saliendo de clases te vienes para acá y tu turno terminaría a las seis de la tarde.

—Está bien.

—Perfecto, ven conmigo para enseñarte qué hacer y, por cierto, bienvenida a Ellium.

Vamos de nuevo afuera, me dice que como soy recomendada de Daniel tienen toda mi confianza y me enseña cómo utilizar la computadora para imprimir los comprobantes de compra, no parece difícil. Además, me muestra una tabla en donde están todos los precios de la mercancía. Es una tienda muy grande y hay muchas cosas, estoy muy emocionada por comenzar, mi primer trabajo en toda la vida. Conozco a las demás empleadas, son tres y una de ellas se llama Ellie, es morocha y muy parlanchina. Mientras las demás atienden nos dan oportunidad de comer y como yo no llegué preparada Eli me convida un sándwich de pollo.

—No es la gran cosa, pero me gusta estar aquí, te gustará también —dice Ellie, después le da una mordida

—Ya me gusta.

Me sonríe y se limpia las migajas de pan, solo tenemos veinte minutos porque hay que darle oportunidad de comer a las demás así que cuando terminamos nos levantamos a prisa y nos ponemos detrás de la barra. Ella atiende una caja y yo otra, casi no hay clientes, pero los pocos que llegan conmigo me hacen sudar y ponerme muy nerviosa, tengo miedo de regarla en mi primer día. En el bolsillo trasero del pantalón tengo mi celular, este empieza a vibrar y lo saco de la bolsa para ponerlo en un apartado que hay debajo, pero entonces se ilumina la pantalla y muestra el nombre de mi padre. Retrocedo un paso e intento que no afecte en lo absoluto, la clienta me sonríe mientras yo tecleo. Respiro agitada y Ellie se da cuenta.

—Tranquila, yo lo hago —susurra en mi oído.

Agarro el celular y voy adentro, Greta y Macarena dejan de comer y me miran, trago saliva y me voy a un rinconcito. Desbloqueo el teléfono y veo las dos llamadas perdidas de él, toco la pantalla y pongo el aparato en mi oído. Un tono… dos tonos… tres tonos y contesta. Mi corazón late muy rápido y mis manos tiemblan, no sé qué va a decirme. Tal vez está enojado conmigo o quiere que vuelva, o quizá está enfermo. Dios mío, escucho muy fuerte mi respiración y la de él.

—Pequeña —dice después de varios segundos con la línea en silencio—. ¿Cómo estás? Cuéntame que tal te trata Anastasia.

—Bien, estoy bien.

—¿Necesitas algo? ¿Dinero?

—No, estoy trabajando en una tienda de ropa y estoy muy contenta.

—Ya veo.

Nos volvemos a quedar en silencio, no puedo negar que me alegra escucharlo, hay veces en las que a pesar de que hacen daño la familia es familia, y jamás vas a dejar de quererle por más rota que pueda estar.

—Solo hablaba para saber qué tal la estás pasando, ¿nos hablamos después?

 Me quedo con ganas de platicar más con él, preguntarle qué tal su vida sin mí, pero no hago más larga la llamada.

—Está bien, adiós.

—Nos vemos.

Cuelga y me quedo con el móvil en mi oído un par de segundos más, no esperaba que me hablara. Paso una mano por mi cabello y al intentar guardar el celular me doy cuenta que me he quedado sin batería. Bufo y salgo otra vez para continuar con mi trabajo. El resto de la tarde son contadas las personas que compran, algunas entran, pero solo ven y se van.

—¡Vengo a alegrar tu aburrida tarde!

Levanto la mirada y sonrío, Daniel ha llegado y viene hacia acá con los brazos arriba. Me atrae hacia ella y me subo en la barra para poder abrazarla, me quejo porque me lastimo los pechos. Agradezco tanto que esté aquí, así puedo olvidar un poco la tristeza que me ha dejado hablar con mi padre y comprobar otra vez que no le importo.




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