Dlv (devuélveme la vida) (libro I)

Manzana de la paz

Faltan solo 5 minutos para que la última clase termine, el día ha estado nublado y eso influye en mi estado de ánimo. No tengo ganas de nada, solo quiero regresar a casa y que este día terrible termine. Al término de la clase espero a Sara en las escaleras, detesto no tenerla como compañera el resto del día, me hace mucha falta.

—Conseguí la manzana.

Me la da en las manos y levanta la ceja.

—No me preguntes, pero esta fruta puede que arregle mi vida amorosa o la termine por podrir.

—Estás loca, deberías aprovechar que te mandó a la mierda para terminar con esto. Emma, no tengo un buen presentimiento de todo esto.

Me rasco el cuero cabelludo, no quiero darle la razón porque comparto su pensamiento. Sé que de nuestra relación nada saldrá bien, pero aun así quiero arriesgarme. Si el no lucha por nosotros entonces lo haré yo, para que se vea quien lleva los pantalones en nuestra relación. Si es que todavía puede haber, guardo la manzana en mi bolsa y suspiro antes de abrir la biblioteca. Empujo la puerta y saludo a Yesica, me pide que me registre y me entrega una hoja.

—¿Pedirás algún préstamo? —pregunta detrás del cristal.

—No lo sé, estoy esperando al profesor Miller.

—Oh, estaba hace un momento aquí. Pero en lo que regresa, si necesitas un libro me avisas.

Le sonrío, termino de registrarme y le regreso la hoja con mis datos. Giro sobre mis pies y decido echarles un vistazo a los libros del gran estante marrón, están acomodados por orden alfabético, camino por los pasillos entreteniéndome en la infinidad de títulos que hay e imagino algún día encontrar uno de mis libros aquí. Sería maravilloso, soñar no cuesta nada. Veo a Ariel hablando con Yesica desde donde estoy, deja su maletín en una mesa y cuando me ve se acerca con las manos en los bolsillos, tan solo verlo en esa postura me dan ganas de lanzarme a sus brazos.

—Lamento la demora, necesitaba registrar mi salida.

—No te preocupes —murmuro.

Hubiera querido otro tipo de saludo, no lo sé. Después de que nos ignoramos el resto de su clase pensé que había pensado un poco las cosas durante la mañana. Pero veo que me equivoqué, sigue en su decisión firme de terminar conmigo y me siento muy triste.

—Bien, entonces comencemos con las tutorías. Tienes mucho que aprender antes de enviar la solicitud a la universidad. Recuerda que ya es en enero.

Lo había olvidado también, maldita sea. Debería concentrarme en eso, pero no. Sé que antes de poder concentrarme en mi futuro tengo que arreglar mi vida emocionalmente. Antes de que se aleje más de mí lo agarro del hombro, le doy la vuelta a su cuerpo y lo beso porque sé que solo así voy a darme cuenta que siente lo mismo que yo.

Me agarra de la cintura y no pone ninguna resistencia, me recarga en el estante y subo los pies al otro librero para acomodarme mejor, sube y baja sus manos en mi espalda y me besa con mucha pasión y rudeza, como si supiera que este es el último momento para nosotros. Pero no tiene que ser así si nos coordinamos y hacemos que funcione, tengo que convencerlo porque si no lo logro no sé qué haré. Mi vida se viene abajo cuando no lo tengo cerca de mí, es como si fuera una polilla y él fuera la luz que sé que va a quemarme, pero aun así lo necesito. Se separa de mí jadeando y esconde la cara en mi cuello.

—No podemos hacer esto, nos descubrirán —murmura agitado.

—Entonces ya no te alejes, por favor. O me veré obligada a besarte donde sea que te vea.

Sonríe y muerde el lóbulo de mi oreja.

—¿Qué mierda me hiciste, Emma?

—Brujería, pero no cualquier brujería, de la mejor.

—Estoy totalmente seguro.

Bajo las piernas poco a poquito y le agarro la cara para verlo.

—No discutamos más, por favor —suplico.

—Perdón, perdón, perdón —murmura con desesperación inspeccionando todo mi rostro—, hagamos en este momento una regla obligatoria y quien la rompa se merecerá un castigo.

—Te escucho.

—Bien, a partir de este momento no hay que irnos a la cama disgustados.

Levanto la mano y asiento.

—Prometido.

Es tan increíble el cambio que él me provoca, puedo pasar de estar enojada a sonreír solo con verlo a los ojos.

—Te quiero —dice muy serio y mi mundo se detiene.

Sé que es sincero, pero no sé si ese cariño que me tiene es solo casual, como el que se le tiene a una prima o hermana. ¿Qué tonterías digo? Me está besando, obviamente no es cariño de primos, ya debería estar segura. Suspiro y sonrío.

—Te traje un presente —meto la mano en mi bolsa y saco la brillante manzana amarilla—. Es la manzana de la paz.

Levanta las cejas y la agarra con una risita.

—Tengo una chica muy original.

—Pensé en traerte una enciclopedia, pero me temía que ya tuvieras ese volumen.

—La manzana es perfecta.

Me muerde la mejilla y me toma de la mano para llevarme a la mesita, volteo hacia Yesica y lo suelto de inmediato pensando que nos está viendo, pero no, está muy atenta en su computadora. Tenemos que cuidarnos muy bien de todos los que nos rodean, yo también lo quiero y más de lo que pude imaginar, y por eso lo voy a cuidar con mi vida. Y ahora que ya estamos bien creo que por fin puedo concentrarme en lo demás. Espero.




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