Dlv (devuélveme la vida) (libro I)

Malas decisiones

Nunca pensé que a mi edad llegaría a vivir algo tan intenso, estar con Ariel me hace tan feliz que en estos momentos no pido nada más. Él ha llenado ese vacío que había dentro de mí con el fallecimiento de mi madre. Siempre pienso en ella y creo que está contenta donde quiera está porque yo soy feliz.

A veces me pongo a pensar qué hubiera sido de mi si no hubiera tomado la decisión de salir de casa y venir aquí. Quizá seguiría teniendo la misma vida vacía y gris. Aquí además de encontrar el amor encontré una familia a la que le importo, a la que se preocupa por mi si llego tarde o si no me siento bien, estoy contenta y así quiero seguir. Incluso ahora que estoy acostada y a lado de mi está él, quizá soñando con nosotros, me estremeció tanto que me dijera por fin que tendremos un futuro juntos, estoy segura que lo que siente por mí es tan intenso como lo que yo siento por él.

Sin embargo, estando así tan juntos siento algo extraño cuando de una pequeña abertura de la cortina me golpea en la cara los rayos del sol, frunzo el ceño y abro los ojos de golpe, me empieza a faltar la respiración y alguien golpea la puerta.

—Emma, ya es tarde ¿no iras a la escuela?

¡Es anastasia! ¡La alarma no sonó! ¡Ariel está aquí!

Volteo y Ariel sigue profundamente dormido, no se ha dado cuenta de nada y lo muevo para que despierte, pero solo logro que se queje.

—Ariel, despierta. Nos quedamos dormidos —susurro y me levanto de la cama.

—Mierda.

Se frota la cara y busca su ropa rápidamente.

—Emma ¿estás bien?

Él voltea hacia la puerta y se golpea la frente.

—Sí, espera un minuto.

Brinca descalzo y va al armario, abre la puerta y se mete, ayudo a cerrar la puerta y trato de calmar la adrenalina de mi cuerpo. ¿Cómo fue que nos pasó esto? Son las nueve de la mañana, Ariel debía haberse ido a las cinco de la madrugada precisamente para que esto no pasara. Con el pie empujo los zapatos de Ariel debajo de la cama y suspiro antes de abrir. Finjo que recién me he despertado y entra.

—¿Qué ocurre? —pregunta arqueando una ceja.

—Olvidé comentarte que solo tengo las últimas dos clases. ¿Qué no fuiste al hospital anoche?

Mira hacia la habitación inspeccionando como si fuera un Alcón, maldición, seguramente escuchó algo.

—Me regresé porque me vino la migraña.

Va hacia la cama y cierro los ojos a espaldas de ella, estoy a nada de un colapso nervioso. Pasa la mano por la almohada y luego ve el armario, cuando eso pasa yo siento que ya el corazón se me detuvo y estoy respirando artificialmente.

—¿Pasa algo? —pregunto tratando de sonar segura.

Piensa, piensa y piensa. Silencio, silencio y mucho más silencio. Lo único que me queda es poner mis manos detrás de la espalda para que no vea que las manos me están temblando de los nervios que tengo.

—No —dice por fin—. El desayuno está preparado, date prisa.

Sin estar convencida de salir lo hace, en el momento en el que cierro la puerta me dejo caer y me siento en el suelo. He pasado por muchos sustos cada que está a punto de saberse mi noviazgo con Ariel, pero esto estuvo cardiaco. No quiero imaginar lo que ella hubiera hecho al ver a su hijo en mi armario porque hemos dormido juntos. Una vez más nos hemos salvado, y sé que va a llegar el momento en el que tendremos que hablar y decir lo que nos viene pasando desde hace meses, es más, desde que nos vimos por primera vez, pero no quiero que sea así y sé que él tampoco.

—Ya puedes salir —digo en un susurro.

Abre la puerta y sale del armario serio y puedo jurar que hasta enojado.

—Esto no puede seguir así.

Se sienta en la esquina de la cama y empieza a vestirse, echo la cabeza hacia atrás y hago berrinche. Ya no quiero conflictos, solo quiero que sigamos estando bien, pero estoy pidiendo mucho porque tenemos una relación clandestina.

—Por favor, no discutamos —suplico y me siento a su lado.

—No vamos a discutir, es solo que esto ya fue demasiado.

Trago saliva y me atrevo a hacer una sola pregunta.

—¿A qué te refieres?

No puedo ni ocultar el miedo en mi voz. Para sorpresa mía se pone de pie y me agarra la mano.

—Que no podemos seguir escondiéndonos.

—¿Quieres hablar con tus padres?

Me mira fijamente a los ojos.

—Hablaré con mis padres, tengo la corazonada de que van a entendernos.

—¿Y si no? —pregunto con temor.

Agarra mis manos con más fuerza y sonrío. Aquí no termina, lo sé. Confío tanto en nosotros.

—Te llevaré a mi casa, somos los dos juntos contra el mundo.

Siento que puedo desmayarme en cualquier momento, está tratando de decir que me prefiere antes que todo, me está poniendo por encima de su familia y me hace sentir un poco culpable, pero al mismo tiempo tan feliz que quiero pellizcarme para ver si esto no es un sueño, pero no lo hago porque si en realidad esto es un sueño no quiero despertar jamás. Confieso que me da mucho miedo lo que va a pasar cuando todos se enteren de que nos amamos, todo va a cambiar.




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