La tierra bajo sus pies se sacudía con fuerza, si se detenía ahora, tendría que esperar otro año para el día propicio, todo por lo que había trabajado durante los últimos diez años se habría perdido si tenía que esperar más tiempo.
No le importaba nada, solo anhelaba el poder que podría obtener, ni siquiera tener que destruir toda la isla, aun si eso significaba la muerte de muchos, es más, mientras murieran más personas, sería mejor para él, al tener más almas que ofrecer en sacrificio, mayor sería el poder que conquistaría.
Vio con insana satisfacción, como la flor que coronaba la cima de la fuente que tenía ante él cerraba lentamente sus pétalos de piedra transformándose en un orbe, faltaba poco para culminar el ritual, el eclipse estaba próximo a completarse y ya podía saborear el triunfo, sus dedos hormigueaban, casi podía sentir el poder en sus manos.
El aire se impregno de azufre y la sombra de la Muerte cubrió el volcán, la temperatura aumentó drásticamente sofocándolos, el suelo bajo sus pies tembló con violencia abriendo surcos en la tierra, las emanaciones de gases comenzaron a emerger y las rocas a su alrededor se desprendieron con un estruendoso ruido, los miembros de su cofradía que no quedaron atrapados bajo ellas, se consumieron en fuego de manera espontánea, los gritos a su alrededor fueron ahogados por el rugido ensordecedor del volcán y las calaveras de piedra frente a él comenzaron a derramar lava a través de sus cuencas.
Intento con todas sus fuerzas dominar la lava, pero descubrió con horror que no podía, no tenía el control de aquel poder que estaba sintiendo arder en sus venas y que poco a poco lo consumía.
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— ¡El volcán hará erupción!
El rugido del volcán que dominaba aquella isla ahogo por completo los gritos desesperados de las personas, se suponía que ese día celebrarían la llegada de la primavera, pero el terror los inundo al percatarse de que el Dios, que creían dormido, comenzaba a despertar.
La columna de humo se elevaba imponente ocultando el eclipse, la tierra bajos sus pies se sacudía incontrolable, rocas humeantes comenzaron a caer del cielo y con ellas la ceniza se esparció ahogando todo a su paso.
Una primera explosión repentina tuvo lugar en la boca del volcán con un fuerte rugido, expulsando desde la montaña magma y rocas de fuego, el ardiente calor era asfixiante, la lluvia que alcanzaba a tocar la tierra más que presentar un alivio avivaba el fuego, propagándose rápidamente por el bosque y por donde mirase abundaba la muerte tortuosa y destrucción.
Finalmente, la montaña se rompió en pedazos con un espantoso rugido, hundiéndose en las profundidades de la tierra, llevándose consigo incontables vidas. El mar se elevó compadeciéndose del dolor del Dios caído, arrasando todo a su paso.