Doble Equipo

Nuevo Integrante

Spencer y Jung estaban peleando contra Phillip y Franco en casa de Norbert. Baruk llegó al segundo piso y buscó en todas las habitaciones. No había nadie. Mientras buscaba hasta por debajo de la cama, Spencer pudo neutralizar a Phillip cuando lo miró a los ojos. Lo dejó paralizado de una forma inesperada. Spencer sonrió y fue hacia donde estaban Franco y Jung. Franco era más alto que Jung, así que tenía ventaja sobre él para golpearlo. Jung cayó al suelo al recibir una fuerte patada. Franco sonrió y, al girarse, se encontró con los ojos de Spencer. También quedó paralizado.

—Fue difícil hacer que me miraran, pero ya está.

—No es una gran habilidad que digamos —se quejó Jung al levantarse, sobándose la parte golpeada.

—Lo es, estarán así por 2 minutos.

—¡Qué gran ventaja!

Spencer no le hizo caso al sarcasmo de Jung y subió las escaleras. Él lo siguió. Buscaron por todos lados hasta que encontraron a Baruk.

—No hay nadie, Norbert no está en casa —anunció, al ver a sus compañeros.

—Claro, porque le diste tiempo de escapar —regañó Spencer—. Tenemos que hablar, pero no aquí. Hay que irnos.

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—Tania, ¿quieres que llame a Eduardo? —preguntó Bastián— Te veo incómoda.

—Eh, no. No, es que… le dije que saldría con Poulett y él dijo que haría lo mismo con Damián.

—Ya veo.

—Insisto en que ustedes deben estar solos —continuó—. Llevan poco tiempo saliendo, ¿verdad?

—Dos meses. ¿Cuánto llevas tú con Eduardo?

—Cumplimos 1 año, bueno… ya sería año y meses —respondió, tomando de su bebida.

—Entonces, él te ocultó que trabajaba en la Fuerza Blanca. ¿No te diste cuenta ni un momento? Es decir, ya pasó un año.

—Es que no nos veíamos seguido, mi familia es muy estricta, creen que él no es para mí.

—Significa que era una relación secreta.

—Algo así.

—Interesante. Y, ¿a qué te dedicas?

—Oye, Bastián, ¿no quieres bailar conmigo? —Poulett interrumpió y lo tomó del brazo— Te veo muy interesado en mi amiga, ¿Qué pasa?

—No creí que fueras celosa —respondió, sonriendo.

—No es eso, pero le haces muchas preguntas.

—Disculpa si te molestó. Vamos a bailar.

Bastián tenía que darle la razón por el momento. Cada frase, cada palabra le servía para saber qué clase de mujer era Tania. Ahora, tenía una incógnita más: ¿Poulett era celosa o… quería parar su investigación?

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Estaba anocheciendo en la ciudad. Spencer, Jung y Baruk caminaron hacia la salida de la casa. En la entrada principal, se encontraron con un hombre de la edad de Norbert. Se veía sorprendido. Los tres se detuvieron ante él, atentos a cualquier ataque. El joven era delgado, con el cabello rizado y alborotado.

—No puedo creerlo, paralizaron a los guardaespaldas estrella de Norbert.

—¿Quién eres tú?

—Mi nombre es Dennis Guionette.

—Ah, es el primo de Norbert —dijo Spencer, sin darle importancia.

Los tres siguieron caminando, pasando de largo.

—Oigan, esperen. Yo no soy su enemigo. Quiero unirme a su grupo.

Los tres se giraron hacia él, impresionados por esas palabras.

—¿Qué? ¿Es una broma? —preguntaba Spencer— No, de ninguna manera.

—¡Por favor! Quiero formar parte de su equipo.

—¿Qué le pasa? —preguntó Baruk, mirando a Jung, él solo encogió los hombros.

—A ver, nosotros venimos aquí a atacar a tu primo, pero no lo encontramos. Tú te quieres unir a nuestro equipo, es… ¿acaso estás en contra de Norbert? Porque déjame ponerte claras las cosas, nosotros lo vamos a asesinar —explicó Spencer.

—¿A asesinar? Oh, pienso que es muy duro, pero… Yo no quiero que él sea el alcalde —respondió—. El puesto de alcalde me corresponde, porque soy el hijo del actual Alcalde Guionette. No sé por qué mi papá le da la oportunidad… ¡es injusto! Lo peor de todo es que la gente le cree, de verdad van a votar por él. Yo no quiero matarlo, pero tampoco quiero que me robe mi puesto.

Los tres se miraron. Esta información era muy valiosa, Dennis hablaba con una sinceridad auténtica. Se arriesgaron a creerle y se lo llevaron. Tal vez fracasaron en la misión de secuestrar a Norbert, pero llevaban al primo Dennis, que podía servirles de algo.

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—No creo que el plan de secuestro sea buena idea —habló Lizeth—. Sería lo mismo, te echarías a Donovan encima.

Norbert tomó asiento en el sillón, ella tenía razón, no podría protegerse de eso.

—Lo mejor es que las cosas sigan como van. Si sospecharan de mí, ya nos habrían rastreado. Mira, está anocheciendo y nadie ha venido a buscarnos.

Él asintió, estando de acuerdo. Se quedaron en silencio y sonó el celular de Norbert. Lo atendió. Eran sus guardaespaldas que habían recobrado la movilidad.




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