Doble Equipo

Plan de Venganza

El personal de la estación de policía se escondió detrás de los escritorios. Nadia estaba asustada y también hizo lo mismo, actuando muy bien frente a la Fuerza Blanca. Bastián no sabía si dispararles, era peligroso hacerlo en un espacio tan pequeño.

—Bajen sus armas o terminarán matando a su gente —advirtió Baruk, caminando hacia ellos—. Dispararme no funcionará.

Bastián miró a Karla, indicándole que obedeciera. La mujer tuvo que bajar su arma, entendiendo que era arriesgado y que no valdría la pena dispararle a alguien que es inmune al dolor.

—Espera, vamos a jugar a algo —Eduardo se puso frente a Baruk, mostrándole las cartas—. Elige una carta.

—¡No voy a caer en eso! —exclamó.

Sin embargo, Eduardo lo miró fijamente y no quitaba las cartas de su cara. Terminó haciendo caso y eligió una carta. En ese momento, el lugar se llenó de humo. Spencer y Lizeth tosieron. Era difícil ver a la Fuerza Blanca. Baruk había caído en la trampa. Damián se acercó por detrás y lo esposó al instante.

—Otro menos.

El humo desapareció. Spencer no lo podía creer.

—¿Qué? ¡Liberen a Baruk! Lizeth, ¡haz algo!

La mujer fue hacia la Fuerza Blanca. Primero, Karla le apuntó con el arma, pero fue demasiado tarde. Hizo que la soltara con una patada. Luego, la golpeó tan fuerte, que la dejó arrodillada en el suelo. Bastián enfrentó a Lizeth. Le lanzó varios golpes, pero era muy hábil. No lograba detenerla. El Mago Zaid se acercó a ellos. Levantó una capa negra y la dejó caer encima. Lizeth no veía nada y, a comparación de Bastián, se sintió perdida en ese momento. Bastián pudo esposarla rápidamente, aprovechando la confusión. Cuando la capa se retiró, Bastián había sometido a Lizeth.

—¡Maldición! No… de nuevo…

Spencer tuvo que huir. Su equipo fue derrotado una vez más. Ahora regresaba solo. Era increíble que la Fuerza Blanca le ganara dos veces. Estaba harto de tanto fracaso.

.

Encerraron a Lizeth y a Baruk en celdas separadas.

—Ahora, no podrás decir que eres inocente —dijo Bastián.

Lizeth se mantuvo en silencio.

—Eso me recuerda que no le he preguntado a Norbert. Si fuiste tú la que lo golpeó, vas a pasar mucho tiempo en la cárcel.

Bastián se marchó. La tranquilidad regresó a la estación de policía. Nadia les ofrecía un té a sus compañeros.

—¿Por qué dejamos que Spencer escapara? —preguntó Damián.

—Ya sabes lo que pasa si te acercas mucho a él —respondió Eduardo.

Karla estaba siendo revisada en la enfermería. Ernesto llegó y le pareció extraño ver a todo su personal tan alterado.

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En una cafetería, Poulett y Dennis conversaban.

—Entonces, ¿crees que vas a ser el futuro alcalde?

—Sí, a mí me corresponde serlo. Soy el hijo del actual alcalde.

—Pero… parece que la gente votará por tu primo.

—¡Por eso debemos eliminarlo! Yo no quería matarlo porque no soy un asesino, pero salió a decir que yo era un imbécil en televisión.

—Yo me encargaré de eliminarlo, si me ayudas a encontrarlo.

—¿Harías eso por mí? ¡Qué linda! Hermosa y letal —alabó Dennis.

Poulett sonrió y bebió de su café.

—Estaba pensando en que deberíamos hacerlo sufrir antes de matarlo. Se lo merece por prepotente —sugirió Dennis.

—Tienes razón. ¿Qué tal si le rompemos el corazón primero?

—¿Corazón? ¡Ese idiota no tiene corazón!

—Tiene un romance con Lizeth Yong.

Dennis quedó estupefacto cuando escuchó esta declaración.

—¿Qué? ¡Eso es imposible!

—¿No me crees? Mira, la primera misión fue obtener los planos de su casa para insertar una bomba. Fallamos. En esa ocasión, Lizeth desapareció con los planos y regresó, llevando los planos de tu casa.

Dennis estaba con la boca abierta.

—En la misión de la bomba en su auto, ¿Quién crees que le avisó? Casualmente, Lizeth desaparece durante 12 horas, el mismo tiempo que Norbert.

—Pero… pero… hubiera evitado la paliza que le dimos.

—No lo hizo porque nosotras no sabíamos nada.

—No puedo creerlo… por eso Norbert se siente tan protegido.

—Tal vez la esté usando como escudo. Tiene sentido, ¿no crees?

—Sí, es probable que se trate de usarla. Norbert es terrible con las mujeres, todas terminan odiándolo cuando salen con él.

—Si no le rompemos el corazón a ese engreído, se lo romperemos a la estúpida de Lizeth.

—Sí… y nos ayudará a matarlo cuando lo descubra.

Los dos rieron y brindaron con sus cafés.

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Anocheció. Nadia estaba en su casa, planeando todo para liberar a sus compañeros.

—Es demasiado arriesgado lo que voy a hacer, liberaré a 3 personas —decía, hablando por teléfono—. Tania, ayúdame.




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