Doble Equipo

Justicia

En la estación de policía, Bastián apuntaba con un arma. Spencer, Baruk y Tania levantaron las manos. Los policías miraban con temor a Jung, quien no demostraba ir en son de paz, a comparación de sus compañeros.

—Tuvimos que venir porque no nos respondieron… esto es muy importante, Bastián —habló Spencer.

Eduardo, Damián y Karla se acercaron.

—Santiago planea esparcir un virus… este virus podría matarnos. Es peligroso para todos.

—Sí, hemos venido aquí a advertirles —agregó Baruk, acercándose—. Ya no queremos trabajar con Santiago.

—¿Cómo sé que me están diciendo la verdad? —preguntó el líder de la Fuerza Blanca.

—Aquí está la prueba.

Se sorprendieron al ver a Nadia, entrando y mostrando la jeringa metida en una bolsa de plástico.

—Santiago trató de inyectarle esto a Norbert, es obvio que se trata de un líquido peligroso.

Los integrantes de la Fuerza Blanca se miraron. Bastián bajó el arma.

—Así es —apoyó Spencer—. El plan de Santiago era asesinar a Norbert con ese suero, por suerte Nadia lo detuvo.

—¿Qué estabas haciendo allá, Nadia? Últimamente estás haciendo lo que se te da la gana.

—Si no fuera por mí, Norbert estaría muerto en este momento. ¡De nada! —respondió, al entregarle la bolsa y mostrándole una sonrisa de triunfo— Por cierto, voy a renunciar al puesto de secretaria, tengo otro trabajo.

—Así que nos vas a traicionar.

—Voy a trabajar con Private, no estoy traicionando a nadie. Es una petición especial de nuestro futuro alcalde.

Nadia se acercó a su escritorio y recogió sus cosas.

—Bastián… —Spencer llamó su atención— Santiago asesinó a Donovan y guardó su cuerpo para sus experimentos.

—¿Qué?

Todos se sorprendieron al saber la noticia.

—Debemos detenerlo, es muy peligroso.

—Puedes confiar en nosotros —dijo Baruk, al acercarse a Eduardo—. De verdad estamos de su lado.

Eduardo lo miró. Esa sonrisa y su expresión amigable le inspiraba confianza. Baruk sacó su teléfono y se tomó una selfie con Eduardo.

—Mira, podemos ser del mismo equipo.

Spencer, Tania y Jung esperaron una respuesta.

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Santiago regresó al edificio de la Organización Criminal, después de asegurarse de que nadie lo siguiera. Entró, esperando ver a su equipo…

—¡Ese imbécil tiene tanta suerte! Voy a necesitar de su ayuda…

Se quedó en silencio al notar la ausencia de todos. Comprendió que ya no tenía a nadie de su lado.

—Malditos traidores… les di poder y así me pagan.

Debía pensar en algo. ¿Cómo llevaría a cabo sus planes si se quedaba solo? Tomó sus cosas más importantes y abandonó el lugar. Era peligroso permanecer ahí y que lo atraparan.

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Llegó el día de las votaciones. ¿Qué resultaría? Mucha gente estaba de acuerdo, pero otros no. Dieron las 9 de la mañana y las casillas comenzaron a recibir a la gente. Se tenía la orden en los trabajos de dejar salir a sus empleados para ir a votar. Después de más de 20 años, los ciudadanos regresaban a las urnas. La Ley de Herencia no se los permitía en todo el tiempo en que Guionette padre estaba en el poder. La hoja era sencilla, mostraba las opciones 1 y 2, solo había que tachar la que quisieran. Lizeth entró a una de las urnas y la leyó. Suspiró y tachó una opción. Dobló la hoja y salió. Nadie era capaz de reconocerla por la ropa que llevaba.

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Caminó por las calles de la ciudad, pensando en todo lo que había sucedido. No podía salir del país porque era probable que la policía la estuviera vigilando. Salió a emitir su voto con su nombre, arriesgándose a llamar la atención. Debía hacerlo. Debía salir a votar por aquel hombre que estaba dispuesto a cambiarlo todo. Él eliminaría esa molesta Ley de Herencia, era un punto enorme a su favor y mucha gente lo consideraba. Además, sabía que se merecía el puesto de alcalde después de todo su trabajo. Lo amaba tanto, pero no podía ir tras de él. Lo mejor era respetar su decisión y alejarse. Se sentía mal en ocasiones, pero creía que todo era culpa de la herida en su pierna. Nunca le pasó por la mente que podría tratarse de un embarazo, por lo que no veía la necesidad de ir a consulta médica. Se había vuelto débil desde que la lastimaron de esa forma, ya le parecía normal sentirse así.

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Así transcurrió el día. Franco y Phillip vigilaban la habitación de Norbert, además de llevar a varios policías que se encargaban de revisar a cualquier persona que quisiera entrar. Por otra parte, Santiago fue a la penitenciaria. Se infiltró entre los guardias y les inyectó a algunos su suero especial. Caían al suelo con facilidad. Llegó a la celda de Katsou, lo liberó. Minutos más tarde, sucedió lo mismo en la correccional donde tenían a Yumiko, por ser menor de edad. Volvería a repetir su plan, pero esta vez llevaría a los expertos en combate.

—Donovan fue asesinado por Bastián, ese maldito y la Fuerza Blanca pusieron a todos en mi contra. Estoy solo —anunció, cuando se reunió con ellos en una calle solitaria.




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