Doble Equipo

Final Feliz

Estaba sorprendida ante la propuesta de matrimonio. Después de creer que él la había utilizado, ahora, siendo alcalde, le confirmaba su interés. De su bolsillo sacó el anillo de compromiso.

—¿Te casarías conmigo? —preguntó Norbert.

Las lágrimas de felicidad se hicieron presentes.

—Sí… sí quiero —respondió Lizeth, tratando de contener el llanto.

Él le colocó el anillo en la mano izquierda. Se abrazaron y se besaron. «Ahora podemos ser felices.»

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Era un atardecer muy bello. En la estación de policía, Ernesto estaba muy orgulloso de su equipo.

—Me alegra tanto que hayamos terminado con esa organización. La verdad creí que ya habíamos ganado cuando Bastián la desmanteló, pero todavía quedaban unos cuantos que querían revivirla.

—Y no lo hubiéramos logrado sin la ayuda de Spencer y Baruk, por eso formarán parte del equipo Fuerza Blanca —anunció Bastián.

—¡Vaya! Me sorprende que los reclutes, ¿no eras muy desconfiado? —preguntó Ernesto.

—Uno de ellos sacrificó su vida por salvar a Norbert y él… prácticamente me obligó a reclutarlos.

—Ya veo…

Ernesto mostró una sonrisa. Por otra parte, en la misma estación.

—Podríamos ir a tomar un café, este atardecer es romántico —proponía Damián.

—Todavía tengo cosas que hacer —respondió Karla, trabajando en su escritorio.

—Deberían darnos vacaciones por eliminar a la Organización Criminal.

—Sí, sería lo ideal. Lástima que haya más delincuentes en Ciudad Vitrina, el crimen no descansa.

—Cuando termines, tengamos una cita.

—Oye, eso que te dije… fue porque creí que moriríamos.

—¿En serio? Ya sabía que yo te gustaba de cualquier forma.

—¡Déjame trabajar! Si no, no voy a terminar —se quejó Karla.

Eduardo miró a la pareja desde lejos. Suspiró. Luego, miró hacia el escritorio de Nadia. Ya no trabajaba en la estación de policía. La extrañaba. Extrañaba que le llevara su café en la mañana y esa cálida sonrisa que mostraba. ¿A dónde iría sin despedirse? ¿La encontraría de nuevo?

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Al día siguiente. En el ayuntamiento, Norbert revisaba unos documentos…

—Bien, debido a tu gran participación y tus habilidades, creo que es el puesto perfecto para ti. Lo mereces. De ahora en adelante, serás mi secretaria personal.

—¿En serio? ¡Qué bien! ¡Haré mi mejor esfuerzo! —respondió Nadia.

—Espero que no sea degradante debido a que eres una espía.

—No hay problema, es un puesto tranquilo. Es mejor descansar un poco de la acción.

—Puedes comenzar hoy.

La mujer salió de la oficina del alcalde. Se instaló en el escritorio próximo a la oficina. Las cosas estaban tranquilas en el transcurso del día.

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Ernesto y su equipo de policías fueron al edificio de la Organización Criminal. Norbert les compartió la ubicación para que fueran a revisar el lugar.

—Así que la entrada secreta es esta…

Abrieron una entrada que daba hacia abajo. Bajaron las escaleras con cautela. Encendieron linternas para poder ver con claridad, aunque el lugar tuviera iluminación propia. Llevaban armas en mano por si se encontraban a alguien. Nada. Estaba vacío y abandonado. Caminaron hacia el laboratorio de Santiago y encontraron el cuerpo de Donovan, era verdad que había sido asesinado. Llamaron a los forenses e hicieron el levantamiento del cuerpo. Confiscaron toda clase de experimentos de Santiago. Limpiaron el lugar, sacando las armas de fuego y armas especiales creadas por el científico. Les llevó todo el día terminar con el operativo. Estaba anocheciendo cuando se fueron los últimos policías, dejando el edificio completamente abandonado.

—No puede ser… Sí acabaron con todo…

Una mujer se acercó cuando todos se fueron. Vestía elegantemente, llevando un gran abrigo de piel. Después de mirar el lugar desde afuera, se retiró.

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Pasaron los días. Eduardo y Damián llegaron al ayuntamiento de la ciudad, caminaron hacia la oficina de Norbert.

—Buenas tardes… oh…

—¿Nadia?

Se miraron al encontrarse con la secretaria.

—¿Qué haces aquí? Creí que jamás volvería a verte —habló Eduardo, sorprendido y feliz al verla de nuevo.

—Eh… ahora soy la secretaria de Norbert.

—¿De verdad? De haber sabido… hubiera venido a saludarte.

—No creí que me estuvieras buscando.

—Es que te fuiste sin despedirte cuando nos premiaron. De repente renunciaste y… te fuiste.

Los dos sonrieron. Damián no decía ni una palabra, solo observaba.

—Bien, aquí estaré por un tiempo —dijo Nadia—. Al menos Norbert no me trata como Bastián.

Ambos soltaron una risa.




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