—Aunque no lo parezca, sé caminar por mi solito.—protesta Leonardo, pero lo ignoro y sigo tirando de él hasta que llegamos al centro de la playa.
Hemos llegado un pelín tarde por culpa del tardón que tengo como pareja. Por dios, ha tardado más en arreglarse que yo, y mira que solo era ponerse un condenado traje de baño.
—Aquí lo que pareces es un pez fuera del agua, nunca mejor dicho.—le digo sin parar de arrastrarlo entre el gentío.
Me estoy empezando a dar cuenta de que se siente un poco incómodo ante situaciones que no puede controlar, y esta es una de ellas. Bueno, aquí estoy yo para remediarlo.
Buscamos a Violetta y a Tiago durante 10 minutos hasta que los tortolitos se dignan a aparecer. Por lo visto ya llevan un buen rato por aquí porque veo a Tiago con un gran vaso en la mano y a Violetta colgada de su brazo riéndose abiertamente. Interesante...
—¿Qué os ha pasado? ¿Habéis tenido una urgencia de último minuto?—se ríe Tiago saludándonos con una fuerte abrazo.—Me alegro de volver a verte, mademoiselle.—me da un beso en la mejilla y después se gira a saludar a Leonardo.—A ti ya te he visto suficiente.—intenta esquivar la mano del aludido, pero es demasiado lento y le termina dando en el brazo, lo que provoca que se le caiga la bebida.
—Eso te pasa por provocarme.—ríe Leonardo ante la cara de nostalgia que Tiago ha puesto al ver su vaso en el suelo.
—Esta me la pagas.—y se va a coger otro más. Genial, esta noche borracho que va a acabar.
Después de eso nos quedamos un rato más hablando con Violetta y, tras advertirle de muerte a Leonardo si me hace algo, Tiago regresa y se mezclan entre la gente, pero no sin antes escuchar el grito de Violetta.
—¡Y no bebas mucho o mañana no entras en casa!—ninguno de los dos podemos aguantar y estallamos a carcajadas. Será ella la que no va a entrar mañana, pero porque sus facultades no se lo van a permitir.
***
Después de que Violetta y Tiago se fueran, Leonardo y yo nos hemos acercado al concierto y, aunque me ha constado animarle, se ha puesto a bailar y, pese a que la danza no es su fuerte se nota que se lo está pasando en grande. Al igual que yo.
—¿Te arrepientes de haber venido?—me intento hacerme oír por encima de la música. Ya sé la respuesta pero necesito que lo diga.
—Por el momento no, ¡pero ya verás tu qué va a pasar mañana!—pese estar en medio de la playa bailando no puede dejar de pensar en el trabajo... no sé que voy a hacer con este hombre.
—Anda calla y tráeme algo de beber.—contesto sonriéndole mientras lo empujo a la barra.
Lo estoy viendo marchar cuando siento como alguien me pasa un brazo por los hombros y yo asustada pego un salto y me giro.
—Me alegro de volver a verte, chica del dibujo.—es el mismo chico que conocí en la playa jugando con su hermana cuando estaba sin trabajo.—Veo que ya te has recuperado del golpe.—por un momento no sé de lo qué me está hablando hasta que me señala la cabeza y me acuerdo de la puntería de su hermana.
—No te creas, aún me duele. Tu hermana tiene una puntería y fuerza envidiable.—digo en broma acariciándome el lugar afectado, gesto que también provoca la risa del chico, que recuerdo que se llama Matt.
—¿Te apetece bailar, rubia?—pregunta con una sonrisa socarrona en el rostro y extendiendo una mano esperando mi respuesta.
Me río ante la ocurrencia, estamos en medio de la playa donde todo el mundo está bailando borracho y él me ofrece su mano.
—¿En algún momento vas a llamarme por mi nombre?—pregunto a la vez que acepto su mano.
—No soy muy dado a los nombres, prefiero los apodos.—y con esto último dicho se empieza a mover con una gracia absoluta.
No conozco la canción que está sonando, pero tengo por seguro de que se trata de alguna canción de salsa. Los pasos son muy rápidos y a penas puedo ver a mi alrededor.
Matt me hace dar vueltas como una peonza y creo que en algún momento suelto una fuerte carcajada. Me lo estoy pasando en grande y no pienso en nada en absoluto, solo siento el ritmo de la música y a Matt guiándome al ritmo de la canción.
—¿Se puede saber que está pasando aquí?—al oír la voz dura de Leonardo, tanto yo como mi acompañante nos giramos. Yo un poco asustada por el tono de su voz, y Matt desafiante.
—Eso no es asunto tuyo, niño.—le suelta Matt despectivamente. Ay, mierda.
Veo como la expresión de Leonardo se contrae de rabia y hace además para acercarse más al rubio.
—Leonardo, no. Para.—me interpongo entre los dos y pongo las manos en su pecho para detenerlo, pero él sigue con la vista fija detrás de mí.—Leonardo, aléjate.
—Eso, ya has oído a la chica. Aléjate.—con la cara de incredulidad me vuelvo hacia Matt, que tiene una mirada retadora.
—Matt, cállate.—mi voz muestra toda la tensión que hay en el ambiente.—¡Leonardo he dicho que pares!—exclamo cuando lo veo tratando de abalanzarse sobre su oponente.